Necesidad de la abnegación (Mt. 16, 24-28; Mc 8, 34-39; Lc 8, 23-29)

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Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y tome a cuestas su cruz y sígame.

Pues quien quisiere poner a salvo su vida, la perderá; mas quien perdiere su vida por causa de Mí, la hallará.

Pues ¿qué provecho sacará un hombre si ganare el mundo entero, pero malograre su alma? ¿O qué dará un hombre a trueque de recobrar su alma? Porque ha de venir el Hijo del hombre en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles, y entonces dará en pago a cada cual conforme a sus actos. En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no gustarán la muerte sin que antes vean al Hijo del hombre viniendo en su realeza.

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[No soy nadie para comentar la Palabra de Dios, pero les doy unas líneas sobre la catequesis de niños que Dios nos está dando sobre el Santo Evangelio de Jesucristo según San Mateo:


Tenemos que tomar cruz, no buscar la comodidad sino dar la vida por servir a Jesucristo porque si no, perdemos la Vida eterna. 


Hemos pecado y el camino para volver a Dios es por cruz. No es que Dios quiera dolor o muerte para nosotros. Él nos creó en un Paraíso sin dolor ni muerte, pero arruinamos todo con el primer pecado de desobediencia, fuimos expulsados y luego la humanidad hizo peores pecados. Entonce, el Juez eterno dictaminó que para volver a vivir en Su presencia, debemos tomar cruz y caminar siguiendo a Jesucristo. Si no sentimos que tenemos cruz, si todo nos va bien, debemos hacer sacrificios para santificarnos a nosotros, a nuestros amados y para convertir a los demás. La cruz nos hace más buenos, más sabios, más santos. 


Cuando hay un desastre natural en una zona, los que lo sufrieron luego son más caritativos con otros que sufren luego algo similar, porque el dolor los hizo de mejor corazón, y saben mejor cómo ayudar.


A veces hay esposos que dicen: -¡qué cruz tengo con esta mujer! O esposas: -¡qué cruz tengo con este hombre!

Y debemos cargar la cruz, si queremos hacerle el quite nos desviamos por el camino al infierno. Por ej.: si ese cónyuge decide separarse (salvo caso de infidelidad o cuando su vida corre serio peligro). Y peor, si encima se casa con otra persona va al infierno salvo milagro de conversión (que deje de hacer ese pecado y vuelva al buen camino).


A veces las madres: -¡Qué cruz tengo con este hijo! Pues debe saber que debe imitar a Santa Mónica que hacía oraciones y tremendos sacrificios y lloraba y rezaba muchísimo por la conversión de su hijo Agustín, y buscaba sacerdotes para que le hablaran a él y así dejara la secta a la que se había unido… y luego de años lo logró, Agustín se convirtió y luego fue Obispo y Doctor de la Iglesia. Nada es imposible o difícil para Jesucristo, nos lo cuenta Él mismo en las Revelaciones y Profecías de Santa Brígida.

Ahora los obispos están enseñando a la gente a ir por el camino al infierno.


Cuando un matrimonio está celebrado por un sacerdote católico, es para toda la vida. No existen las nulidades en la Santa Tradición de la Iglesia, nos recuerda Ntra. Sra. de las Rosas. Pero los obispos están haciendo nulos los matrimonios que quieren separarse.

Hay un solo Camino y no se puede cambiar a lo opuesto porque es tomar un camino de pecado el sentido que va abajo, al infierno.


Y Jesús vendrá a juzgar a cada cual según las obras que hayan hecho, tenemos que esforzarnos por hacer las que Dios nos indica en San Mateo capítulo 25. Tenemos que esforzarnos para parecernos a Jesucristo. Si nos quedamos cómodos viendo lo que pasa en la Iglesia como una serie vista en capítulos, si no hacemos sacrificios por la Santa Madre Iglesia, si nos apegamos al mundo, vamos con el mundo al abismo infernal.


Jesucristo vendrá en la gloria de Su Padre, esforcémonos por agradarle imitando a los Santos para estar entre los Suyos, felices, por toda la eternidad.

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Las buenas obras empiezan en nuestra cabeza  y corazón,  queriéndolas hacer y planeándolas. Pidamos a Dios todos los días tener una mente y corazón y ojos y oídos y boca y manos buenos. Que nuestro corazón sea caritativo (la caridad es el amor cristiano) que lo ame como Él se lo merece y ame a los demás como Él quiere; un corazón misericordioso (los misericordiosos alcanzarán misericordia); un corazón humilde (la humildad derrota al demonio junto a la fe y la obediencia a Dios); un corazón prudente y sabio. Acompañemos estas peticiones diariamente con un Padrenuestro.


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