Drogas, riesgos sexuales, depresión, suicidio... existe una cara b de la vida homosexual que pocas veces se cuenta. Michael Hobbes, periodista homosexual , ha descrito un panorama desolador basado en decenas de estudios y testimonios.Por Juan Robles -
“A lo largo de los años he ido comprobando la divergencia entre mis amigos heterosexuales y mis amigos gays. Mientras la mitad de mi círculo social ha desaparecido entre relaciones de pareja, hijos y casas familiares, la otra se debate entre el aislamiento y la ansiedad, las drogas duras y las prácticas sexuales de riesgo”. Es el hecho que constata en su propia vida Michael Hobbes, 34 años, homosexual, quien hace un repaso a la situación de sus amigos gays.Nos habla de Malcolm, quien solo sale de casa para trabajar porque “su ansiedad es grave”.Nos habla de Christian (“el segundo chico al que besé”), quien dos semanas después de romper con su novio compró una bombona de helio, inhaló su contenido y le mandó a su ex un mensaje de que viniese a verle para asegurarse de que fuera él quien encontrase el cadáver.Nos habla de Jared, cuya deformidad física y depresión han “hundido su vida social” hasta dejarla reducida a tres elementos: “Yo, el gimnasio y los ligues de internet”.Nos habla de Jeremy, un joven fuerte y atlético cuya adicción a la cocaína desconocía hasta que acudió a verle al hospital, donde le habían ingresado tras una sobredosis. Jeremy explica que con las drogas combatía “el aburrimiento y la soledad”. Llegaba a casa los viernes agotado de trabajar: “Y ahora, ¿qué? Llamar a alguien para pillar algo de anfetas y mirar en internet si había alguna fiesta. O eso, o ver una película yo solo”. Se pasaba el fin de semana en esas “fiestas sexuales” y se sentía “como una mierda” hasta el miércoles: “Hace dos años me enganché a la cocaína para poder trabajar al día siguiente”.
«He entrado y salido de la terapia más veces de las que me he descargado y desinstalado Grindr»
Jeremy tiene 34 años, como Michael. Ninguno de los dos ha sufrido en su vida acoso alguno por ser gays, ni en su familia ni en su ambiente. Todo lo contrario.La madre de Jeremy es lesbiana: “Salió del armario cuando yo tenía doce años y dos frases después me dijo que sabía que yo era gay. Yo en ese momento no lo sabía”.En cuanto a Michael, confiesa no haber padecido jamás discriminación y haberse criado en un entorno cosmopolita y tolerante y con unos padres tipo PFLAG (acrónimo de la organizacion pro gay Parents, Families and Friends of Lesbians and Gays [Padre, Familias y Amigos de Lesbianas y Gays]) y en un entorno cosmopolita y tolerante: “Pero yo también he entrado y salido de la terapia más veces de las que me he descargado y desinstalado Grindr” [extendida aplicación informática de contactos gay].He aquí el panorama con el que arranca el reportaje de Michael Hobbes en The Huffington Post publicado bajo el título: «Together alone. The Epidemic of Gay Loneliness [Juntos y solos. La epidemia de soledad gay]». Un trabajo bien documentado, sobre la base de 15 testimonios de personas gays y de otros tantos estudios estadísticos y sociológicos.
En cuanto al autor, Hobbes es un reportero de Highline, sección de reportajes de primer nivel de The Huffington Post, “gay perpetuamente soltero” y militante activo de la causa gay.Celebra que en los últimos lustros “la comunidad gay haya hecho más progresos en aceptación legal y social que cualquier otro grupo demográfico en la historia”; es partidario del matrimonio entre personas del mismo sexo; y proclama el mantra del lobby gay de que la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump (a quien ridiculiza denominándole “brillante Demogorgon naranja”: Demogorgon es un demonio del juego de rol Dragones y Mazmorras, popularizado en la teleserie Stranger Things) supondrá que la Administración “revertirá todos y cada uno de los logros que ha hecho la comunidad gay en los últimos veinte años”.Sin embargo, ¿qué es lo que constata Hobbes sobre esos veinte años? “Los índices de depresión, soledad y abuso de drogas en la comunidad gay permanecen en el mismo lugar en el que han estado durante décadas”, resume. Y los gays «tienen menos amigos íntimos que las personas heterosexuales o que las lesbianas».
En Canadá las estadísticas muestran consistentemente que mueren más gays por suicidio que por sida
A lo largo del reportaje, Hobbes hace acopio de datos que son conocidos, y que cita como una apisonadora que allana el terreno al conocido juego de palabras de que “el estilo de vida gay es muy poco gay [alegre, en inglés]”:
Estas cifras de mayor probabilidad de trastornos del estado de ánimo y del comportamiento en la comunidad gay, que no pueden ser negadas porque son consistentes en todos y cada uno de los estudios que los miden, suelen ser atribuidas por el lobby gay al acoso, la marginación y la discriminación. Lo relevante del reportaje de Hobbes es que él mismo sugiere, testimonio a testimonio y estadística a estadística, que no es así. O, al menos, que eso no basta para explicar la insatisfacción generalizada que él mismo describe.
«Ahora tienes a millones de gay que han salido del armario y siguen sintiendo la misma soledad”
“Uno de los más chocantes estudios que he encontrado”, explica Hobbes, describe que entre 2004 y 2005, en los 14 estados que aprobaron el matrimonio homosexual, los trastornos del estado de ánimo aumentaron un 37%, el alcoholismo un 42% y el trastorno de ansiedad en un 248%. Aumento que también tuvo lugar, aunque en menor grado, en el resto del país.Es cierto que hasta 2015, con la sentencia del Tribunal Supremo (Obergefell vs Hodges) que consideró un derecho de las personas del mismo sexo poder contraer matrimonio, esa victoria era incierta e incluso “era una forma con la que la mayoría informaba a la gente gay de que no éramos queridos»: «La campaña para hacernos sufrir funcionó”, afirma Hobbes para interpretar esos datos.
Pero no son los únicos que evidencian que el final del acoso y los logros en aceptación social no mejoran los índices de bienestar psicológico de las personas con atracción por el mismo sexo.Por ejemplo, la supuestamente liberadora “salida del armario”. “Lo que solía caracterizar los gay era la soledad del armario”, explica Travis Salway, investigador del Centro de Control de Enfermedades de Vancouver (Canadá) y él mismo homosexual: “Pero ahora tienes a millones de gay que han salido del armario y siguen sintiendo la misma soledad”. Hobbes cita un estudio de 2015 según el cual los índices de ansiedad y depresión eran mayores en los gay recién salidos del armario que entre quienes seguían en él.¿Podría atribuirse a la reacción del entorno cercano? Puede influir, pero no parece ser la causa. Un estudio realizado sobre gays recién llegados a Nueva York (es decir, donde eran desconocidos) mostró que el 75% de ellos sufría o ansiedad o depresión, o abuso de alcohol o drogas, o prácticas sexuales de riesgo, “o alguna combinación de los tres”.
Hobbes dedica una buena parte de su reportaje a documentar lo que los especialistas que cita denominan “estrés de minoría” como una de las causas de estos problemas: entonces algo en sí mismo independiente (aunque influya) de que haya acoso o no, discriminación o no.“Vemos gays que jamás han sido asaltados sexual o físicamente con síntomas de estrés postraumático similares a personas que han vivido situaciones de combate o que han sido violados”, dice Alex Keuroghlian, psiquiatra del Centro de Investigación sobre la salud LGTB del Instituto Fenway.La conciencia de pertenecer a una minoría sería causa, según William Elder, psicólogo e investigador de traumas sexuales, de un continuado estrés postraumático desde la adolescencia: “El trauma para los gay es lo prolongado de su naturaleza”, dice.Lo corrobora, no como profesional, sino como homosexual, John, otro de los entrevistados en el reportaje: “Cuando somos unos chicos no tenemos instrumentos para procesar ese estrés, cuando somos adultos no lo reconocemos como trauma”.“No hace falta que nadie te llame maricón para que ajustes tu comportamiento a evitar que te lo llamen”, explica Salway.
«Numerosos estudios han encontrado que vivir en un entorno gay es un factor predictor de mayores índices de prácticas sexuales de riesgo y drogas»
Y lo peor es que a ese estrés y ese trauma contribuye decisivamente la misma comunidad gay, explica Hobbes en una de las partes más interesantes de su estudio.Veamos dos testimonios muy expresivos.Uno es el de Adam, actualmente en proceso de rehabilitación de sexoadicción: “Sales del armario como una mariposa de la crisálida y es la comunidad gay la que te arranca el idealismo a bofetadas”.Cuando Adam decidió empezar su vida homosexual, se fue a vivir a West Hollywood, ciudad gay del condado de Los Ángeles: “Pensaba que ahí estaba mi gente. Pero fue realmente horrible. Sales de casa de mamá para meterte en un club gay con un montón de gente drogándose. Y te planteas: ¿esta es mi comunidad? Es como una jodida jungla”.Otro es el de Paul: “Salí del armario cuando tenía 17, y no encontré mi lugar en el mundo gay. Yo quería enamorarme como había visto en las películas a las parejas heterosexuales. Pero solo me sentí como un pedazo de carne. Me sentía tan mal que iba a comprar a un supermercado a 40 minutos de mi casa, en vez de a uno que estaba solo a 10, para no pasar por la calle gay”.
“Para otras minorías”, razona Hobbes, “vivir en comunidad con gente como ellos está ligado a índices más bajos de ansiedad y depresión. Te ayuda estar junto a gente que instintivamente te comprende. Pero, en nuestro caso, el efecto es el contrario. Numerosos estudios han encontrado que vivir en un entorno gay es un factor predictor de mayores índices de prácticas sexuales de riesgo y drogas y de dedicar menos tiempo que otras comunidades a actividades como el voluntariado o la práctica deportiva. Un estudio de 2009 sugería que los gays más vinculados a la comunidad gay estaban menos satisfechos con sus relaciones románticas”.
“Todos los gays que conozco conservan un historial mental de todas las guarradas que otros gays les han dicho o hecho”
“Los gays no son precisamente amables unos con otros”, dice John, según su experiencia vital. Y lo corrobora, desde el punto de vista profesional, John Pachankis, investigador sobre el estrés en la Universidad de Yale: “Los gays hablan de la comunidad gay como un significativo factor de estrés en su vida”.
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