08 Apr


LOS SUFRAGIOS
Podemos socorrer a las benditas Ánimas, y aún librarlas del purgatorio, con oraciones, indulgencias, limosnas y otras buenas obras, y, sobre todo, con la Santa Misa.
Se llaman Sufragios las obras buenas que se hacen en favor de las benditas Ánimas del purgatorio.
Los sufragios son solo a manera de súplica, que la divina justicia acepta en la medida que cree conveniente.
Por esto un alma no siempre obtiene infaliblemente todos los efectos de los sufragios aplicados a ella especialmente.
La Santa Iglesia aprueba que se repitan los sufragios  para un mismo difunto.
Hacen muy mal los que no se acuerdan de aliviar con sufragios a las almas.
Algunos solo procuran que el entierro sean muy suntuoso, y nada o muy poco hacen para el alivio del alma.
El dogma de los sufragios es motivo de alegría, no solo para los ricos, sino también para los pobres.
Los ricos hacen muy bien en ordenar sufragios: estos les abreviarán mucho las penas del purgatorio.
Los pobres tienen una madre tiernísima, que es la Santa Iglesia, la cual ruega especialmente por ellos, que son sus hijos queridísimos.
La devoción a las benditas Ánimas del purgatorio es utilísima, porque hace practicar muchas obras buenas, causa grande gozo en el cielo y ayuda en gran manera a conseguir la salvación de quien practica esta devoción.
El voto de Ánimas consiste en ceder para siempre a favor de las benditas Ánimas del purgatorio, toda la parte satisfactoria de nuestras obras buenas, y todos los sufragios que otros hicieron por nosotros después de nuestra muerte.
Seamos, pues, muy devotos de las benditas Ánimas del purgatorio.
Procuremos socorrerlas, oyendo Misa y comulgando muy a menudo, aun diariamente, si nos es posible; recemos el Santo Rosario, el Via Crucis, etcétera.
Esta es devoción buena y práctica, con la cual libraremos a muchas almas del purgatorio y las haremos entrar en el cielo.

LIMBO DE LOS NIÑOS
125. El limbo de los niños es el lugar adonde van las almas de los que mueren antes del uso de razón, sin el bautismo.
Va al limbo de los niños el que muere con el solo pecado original.
El que muere antes del uso de razón [antes de los 7 años de edad] sin el bautismo, muere con el solo pecado original.
En el limbo no se sufre nada; se goza la felicidad natural.
Dios hizo, pues, un gran beneficio a los que están en el limbo, dándoles la existencia; podría haberlos dejado en la nada, de donde los sacó.
Los que mueren después del uso de razón, van al cielo o al infierno, según que hayan o no cumplido la ley de Dios

ARTÍCULO VIII
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO.

126. El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Dios verdadero como el Padre y el Hijo. (Véase lo dicho al hablar de la Santísima Trinidad).
127. El Espíritu Santo bajó sobre los Apóstoles y sobre la Iglesia, el día de Pentecostés, diez días después de la ascensión de Jesucristo a los cielos.
128. Jesucristo envió al Espíritu Santo para asistir a la Iglesia Católica y santificar nuestras almas.
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Se llama Espíritu Santo porque procede del Padre y del Hijo por espiración o amor.
Al Espíritu Santo se le atribuye especialmente la santificación de las almas y la dirección de la Iglesia.
Los dones del Espíritu Santo son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
Sabiduría, para conocer las cosas de Dios y encontrar gusto en ellas.
Entendimiento, para entender las verdades de la fe y saber obrar conforme a ellas.
Consejo, para elegir pronto y decididamente el bien.
Fortaleza, para cumplir con valor nuestros deberes.
Ciencia, para saber usar de las cosas creadas y dirigirlas a Dios, su último fin.
Piedad, para amar a Dios como a Padre.
Temor de Dios, para temer el ofender a Dios, más que cualquier otro mal.
Los frutos del Espíritu Santo son doce: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Longanimidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia y Castidad.
Caridad, es el amor con que los buenos aman a Dios.
Gozo, es la alegría que causa a los buenos el ser amigos de Dios.
Paz, es la tranquilidad y quietud de ánimo en que viven los buenos.
Paciencia, es la resignación y gusto con que los buenos se conforman a la voluntad de Dios en cualquier tribulación.
Benignidad, es el modo suave con que los buenos tratan a todos.
Bondad, es la voluntad y el deseo que tienen los buenos de hacer al prójimo todo el buen posible.
Longanimidad, es el grande ánimo que tienen los buenos, pues toda su confianza está puesta en Dios.
Mansedumbre, es la igualdad de ánimo con que los buenos sufren las injurias, sin indignarse.
Fe, es la fidelidad con que los justos creen todo lo que Dios ha revelado.
Modestia, es el cuidado, recato y delicadeza con que los buenos proceden en todos los actos.
Continencia, es la solicitud que tienen los buenos para reprimir las pasiones desordenadas.
Castidad, es aquella pureza interior que guardan los buenos, aborreciendo las cosas deshonestas y huyendo de la ocasiones.
¡Cuán hermosa es el alma que tiene los Dones y Frutos del Espíritu Santo!
Los tiene el alma que está en gracia de Dios. En esta alma tiene el Espíritu Santo su morada especial.

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