SEGUNDA PARTE
LO QUE SE HA DE OBRAR
MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
PRECEPTOS DE LA IGLESIA
156. No basta creer para salvarse, pues dijo Jesucristo: “Si quieres salvarte, cumple los mandamientos”
157. Los mandamientos de la ley de Dios son diez, a saber:
1º Amar a Dios sobre todas las cosas
2º No tomar su santo nombre en vano.
3º Santificar las fiestas
4º Honrar padre y madre
5º No matar
6º No fornicar
7º No robar
8º No levantar falso testimonio ni mentir
9º No desear la mujer de tu prójimo
10º No codiciar los bienes ajenos.
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El Decálogo contiene explícita o implícitamente todos los deberes del hombre en relación a Dios, al prójimo y consigo mismo.
Dios, en sus mandamientos, manda que hagamos el bien y evitemos el mal; por esto, cada mandamiento contiene un precepto y una prohibición.
Dios ha impreso estos mandamientos en el corazón del hombre, y los dio a Moisés en el monte Sinaí, escritos en dos tablas de piedra.
Los tres primeros, contenidos en la primera tabla, tienen por fin directo el honor de Dios. Los otros siete, contenidos en la segunda tabla, tienen por fin directo el bien del prójimo.
Nuestro Señor Jesucristo confirmó los diez mandamientos los perfeccionó con los consejos evangélicos.
Podemos, debemos y es absolutamente necesario cumplir los divinos mandamientos para salvarnos.
Podemos: Dios conoce nuestras fuerzas, y si él manda el cumplimiento de los mandamientos, es porque sabe que podemos cumplirlos.
Si encontramos alguna dificultad en cumplirlos, pidamos a Dios su gracia, e infaliblemente Él nos ayudará y nos hará fácil lo que para nosotros fuera difícil y aún imposible.
Debemos: porque Dios lo quiere, lo manda, y nadie como Él tiene más ni tanto derecho a ser obedecido.
Lo exige el bien común y la sana razón.
El código de todos los países civilizados está basado en la ley de Dios.
Es absolutamente necesario cumplir los mandamientos: porque solo cumpliéndolos nos libraremos del infierno y conseguiremos el cielo.
Basta quebrantar un mandamiento en cosa grave, para merecer la eterna condenación.
[Si se quebranta un mandamiento, se quebrantan todos, nos enseña San Francisco de Asís. Si se tuvo la desgracia de quebrantar alguno hay que confesarse con dolor de haber hecho sufrir a Jesús en la cruz, con aborrecimiento de todos los pecados, aún los veniales y con propósito de enmienda, eso es: un plan para no caer en ese pecado nunca más. Los pecados mortales hay que confesarlos todos añadiendo el número de veces que se los hizo. Los veniales no hay necesidad de confesarlos, se borran al confesar los mortales o al santiguarse con agua bendita. Igual, lean los dos mensajes de la Virgen de Garabandal para el mundo.]
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PRIMER MANDAMIENTO
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158. El primer mandamiento de la ley de Dios es: Amar a Dios sobre todas las cosas.
159. En el primer mandamiento se manda adorar a Dios con suma reverencia de cuerpo y alma, amarlo sobre todas las cosas, y creer y esperar en Él con fe viva.
160. Ama a Dios quien cumple sus mandamientos.
161. Amar a Dios sobre todas las cosas es preferir perderlas todas antes que ofenderlo.
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La Caridad
La caridad consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos, por amor de Dios.
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El amor de Dios
Hemos de amar a Dios sobre todas las cosas, porque Él es infinitamente bueno, y porque de Él recibimos todo bien.
Siendo Dios infinitamente bueno, merece amor infinito.
Solo el mismo Dios puede amarse como Él merece ser amado.
Nosotros, ya que no podemos amar a Dios como Él merece ser amado, amémosle tanto como podamos.
La medida de nuestro amor a Dios sea amarle sin medida, amarle cada día más y más.
Dios es quien nos da y conserva continuamente todo cuanto tenemos:
Sin su ayuda no podemos mover ni un dedo de la mano
Y nos tiene preparado un paraíso eterno de delicias infinitas.
Nuestro corazón debe, pues, ser todo para Dios.
Todas las demás cosas debemos amarlas tanto, cuanto nos conducen a Dios, y detestarlas tanto, cuanto nos apartan de Dios.
El verdadero amor de Dios consiste en guardar sus mandamientos.
N. S. Jesucristo dijo: si alguno me ama, guardará mi palabra, esto es, mis mandamientos (San Juan, XIV, 23)
La regla, pues, para conocer si uno ama a Dios, es ver si guarda sus mandamientos.
Todos los hombres, a excepción de alguno muy depravado, dicen que aman a Dios; pero muchos lo dicen falsamente, porque no cumplen sus mandamientos. [eso era antes, ahora la depravación se hizo general por falta de buena catequesis en la niñez y juventud, por falta de oración en la familia, por falta de buenos ejemplos]
No queramos nosotros decirlo falsamente, sino con verdad.
Repitamos con mucha frecuencia y de todo corazón la siguiente jaculatoria: Dios mío, os amo sobre todas las cosas, porque Vos sois infinitamente bueno y porque de Vos recibo todo bien.
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El amor al prójimo
Hemos de amar al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Debemos recordar siempre que el prójimo es imagen e hijo de Dios, y un hermano nuestro. [Dios es Padre Creador de todos los hombres, y María Santísima nos adoptó a todos los hombres como hijos suyos. Además somos todos hijos de Adán y Eva]
Es imagen de Dios: Todo hombre lleva grabada en el alma la imagen de Dios.
Es hijo de Dios: todos podemos y debemos llamar a Dios PADRE NUESTRO.
Es hermano nuestro: todos descendemos de Adán y Eva, y tenemos un mismo Padre, que es Dios. [Aunque algunos decidieron tener al demonio como padre y por eso odian a Jesucristo]
Todo hombre tiene un ángel que lo guarda.
Estas consideraciones deben infundir en nuestros corazones un gran respeto y amor a todo ser humano.
Nuestro prójimo o semejante, es todo el que está o puede ir al Cielo.
Todas las personas de este mundo son nuestro prójimo, aun los malos; pues mientras viven, pueden hacerse buenos e ir al Cielo.
Nuestro respeto y amor debe ser para toda persona de cualquier raza, religión, idea u opinión.
Pero no debe decirse: “Yo respeto toda religión, idea u opinión”; porque si éstas son falsas, constituyen un error.
El error, el vicio, el pecado, no merecen ser respetados, sino destruidos.
Ataca el error, pero respeta a la persona, dice San Agustín.
Con tal que no se haga con espíritu de venganza, no es contra la caridad desear y aun procurar que los malos sean castigados por la autoridad competente.
Hemos de tratar a nuestro prójimo como nosotros queremos ser justamente tratados.
Todos queremos que se nos trate muy bien, con toda consideración; tratemos, pues, así a los demás.
Los brutos animales no son nuestro prójimo.
No obstante, se deben evitar los extremismos: hacerlos sufrir sin necesidad, y tratarlos con tanto regalo como si fuesen personas.
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Los mandamientos de la caridad
1º Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
2º Amarás al prójimo como a ti mismo.