Lección 16 CUARTO MANDAMIENTO
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Honrar padre y madre.
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La moral Católica. Editorial Luis Vives. Mis notas en [ ]
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185.- Objeto e importancia de este mandamiento.- El cuarto mandamiento tiene por objeto regular las mutuas relaciones entre los hijos y los padres, y entre los inferiores y superiores espirituales y temporales.
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Así como los tres primeros mandamientos regulan nuestras relaciones con Dios, el cuarto da las normas que debemos mantener con sus representantes. El cuarto mandamiento tiene trascendental importancia, pues de su cumplimiento depende, en cierto modo, la salvación eterna y también la felicidad temporal del individuo, de la familia y de la sociedad. ¡Qué feliz sería la humanidad si todos los hijos fuesen buenos hijos y todos los padres buenos padres, si todos los inferiores fuesen sumisos y respetuosos y los superiores se comportaran como buenos representantes de Dios, de quien les viene la autoridad!
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186.- Lo que manda.- Este mandamiento manda explícitamente a los hijos honrar a sus padres, es decir, cumplir sus obligaciones para con ellos, e implícitamente ordena a los padres hacer efectivas las que tienen con sus hijos. Bajo el nombre de padres entiéndese también aquellas otras personas con las que estamos unidos con los vínculos de la sangre: abuelos, tíos y hermanos.
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Por extensión comprende también este mandamiento los deberes mutuos de amos y criados, maestros y discípulos, superiores e inferiores, gobernantes y gobernados.
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187.- Deberes de los hijos para con los padres.- Todos los deberes de los hijos para con los padres se resumen en esta hermosa cualidad: piedad filial.
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La piedad filial impone a los hijos cuatro deberes principales: amor, reverencia, obediencia y asistencia en sus necesidades. Son deberes de justicia y de pura gratitud, muy agradables a Dios, sobre todo si se cumplen para honrarle a Él, de quien los padres son representantes. La obligación de obedecer a los padres puede cesar; pero la de amarlos, respetarlos y prestarles asistencia no cesa nunca.
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Tengan presente los hijos que a los padres, después de Dios, deben la vida y la conservación de la existencia; que sus padres han tenido que imponerse sacrificios sin cuento y que de presente siguen imponiéndoselos para procurar su desarrollo físico y moral, su educación, su instrucción, etc. ¡Cuántos desvelos, actos de paciencia y de abnegación por parte de la madre para cuidarlos y librarlos de todo peligro! ¡Cuántos sudores, fatigas, sinsabores y quebraderos para el padre, a fin de conseguir alimento, vestido y habitación para toda la familia! Muy justo y razonable es que correspondan con cariño filial a tantas penas y tantos trabajos que por ellos se toman.
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¿Queréis saber, amados jóvenes, lo que habéis costado a vuestros padres? Calculad, vosotros mismos, lo que en estos doce o quince años que han transcurrido desde que visteis la luz primera habéis gastado cada día en comida, vestido, calzado, lavado, golosinas, libros, maestros, juegos, paseos, medicinas, fiestas, etc. Añadid a esto el sumando incalculable del tiernísimo afecto de una madre, verdadero custodio vuestro, y de un amante padre, y vuestra suma saldrá del campo de lo humano, porque no hay guarismo que la pueda representar. Y acordaos: en último término, todo esto a Dios lo debéis. Sólo cuando faltan los padres, se puede apreciar lo que valen.
[También deberían agregar que sólo cuando faltan los abuelos se los aprecia de verdad. Se debe recordar a Occidente que los mayores de la familia deben ser integrados en la vida diaria de ésta y honrarlos el doble, ya que son como “doblemente padres”.]
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188.- Amor.- Los hijos deben amar mucho y tiernamente a sus padres, porque, después de Dios, son sus mayores bienhechores.
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Ese amor debe ser interno y sincero, es decir, que salga del corazón, y ha de manifestarse exteriormente más con obras que con palabras; en vida, con toda clase de atenciones, dándoles muestras de cariño singular, procurando evitar lo que pueda disgustarlos soportando con paciencia sus defectos, y mostrándose siempre dispuestos a servirlos en la hora de la muerte, procuren con todo su fervor y eficacia que reciban los santos Sacramentos, y después de la muerte no deben faltarles los constantes y piadosos sufragios filiales.
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EJEMPLOS de amor filial
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1. En una oficina del Monte de Piedad presentose cierto día una niña con su muñeca y la entregó al empleado. Díjole éste sonriendo: ¿Qué quieres, niña, que haga con esto? –Papá está malo, respondió la niña, mamá llora porque no tiene dinero, y yo vengo a que me dé usted algo, dejándole aquí empeñada mi muñeca. El empleado, enternecido, le dio 5 pesetas de limosna y le devolvió la muñeca.
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2. A principios del glorioso Movimiento Nacional de 1936, en Ronda, sacaron los milicianos fuera de la ciudad a un señor para fusilarle. Un hijo de la víctima pedía clemencia a los asesinos a favor de su padre; pero fue en vano. Entonces se abrazó fuertemente a su ser querido, y así abrazados, murieron los dos atravesados por las mismas balas rojas.
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3. Tenía Carlos III un ayuda de cámara que debía velar durante la noche, para acudir pronto a su llamamiento. Llamole una noche, pero no recibió contestación. Sale el rey a la habitación contigua y encuentra al paje dormido sobre un diván con un papel que asoma de uno de los bolsillos. Lo toma por curiosidad y lee una carta de la madre del joven, que decía: “Querido hijo: con el dinero que nos envías de las propinas que te corresponden, tus dos hermanos y yo hemos podido hacer frente a la miseria espantosa en que vivíamos. Ya tenemos pan para comer y ropa para abrigarnos. Yo te doy gracias y te bendigo como al más amante de los hijos”. Enternecido el rey, volvió a colocar la carta donde estaba y con ella unos cuantos doblones de oro. Después le llamó más fuerte y despertó el joven. Preguntole el rey qué tenía en el bolsillo y el paje, después de mirarlo, se echó a llorar protestando inocencia.
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“Tranquilízate, hijo mío –le dijo el rey-; nadie te quiere perder. Tú tienes madre y hermanos que socorrer. Y Dios, sin duda, te envía ese dinero para tal fin”. Comprendió el joven la generosidad del rey y le dio las gracias.
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189.- Obediencia.- Los hijos, mientras están bajo la patria potestad, deben obedecer a sus padres en todo lo que sean justo y lícito, porque son los depositarios de la autoridad de Dios, y quien les obedece, al mismo Dios obedece. La obediencia exige sujeción a las menores indicaciones, deseos y mandatos paternos. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor (Colos., III, 20). Jesús es de ello un modelo perfectísimo: Y les estaba sumiso (Luc., II, 51).
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La obediencia es una señal inequívoca del amor de los hijos a los padres, y es necesaria para la buena marcha de la familia. Esa obediencia ha de ser alegre, sin quejas; pronta, sin réplica ni discusión; entera, sin regateos.
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Es la obediencia virtud tan grata a Dios que un día dijo Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque: “Sabe, hija mía, que yo amo a esta virtud, por ella di mi vida, y sin ella nadie me puede agradar”. Jesús pone sus delicias en las almas obedientes. [nota: la obediencia a Dios está por encima de la de los padres. Muchos santos monjes y monjas tuvieron que combatir la oposición de los padres e incluso escaparse para entrar en la vida religiosa.]
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EJEMPLOS.-
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1 El ángel de las Escuelas, Santo Tomás de Aquino, siendo aún estudiante, leía una vez en el refectorio del convento, y fue corregido indebidamente, por haber leído larga una sílaba que, en efecto, lo era. Tomás obedeció y la leyó breve [era latín o griego probablemente]. Terminada la comida, como sus compañeros le reconviniesen por no haber sostenido su razón, le contestó estas admirables palabras: “Que una sílaba sea larga o breve importa poco; la obediencia importa mucho más” [Consagrados y todos: recordar que la primera y única obediencia es a Cristo, las demás emanan de ella. Aquí Santo Tomás de Aquino no desobedeció a Cristo ni condujo a error a nadie, los otros estudiantes sabían bien cómo era la pronunciación, lo que hizo fue un acto de humildad al soportar que se lo corrigiera injustamente.]
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2 San Carlos Garnier, mártir de Granada el 7 de diciembre de 1649, entró a los dieciocho años en la Compañía de Jesús. Su padre, al acompañarle al noviciado, dijo al Padre Maestro: “Si no amase yo a la Compañía con especial afecto, no os daría un hijo que desde su nacimiento hasta ahora no ha incurrido en la más pequeña desobediencia, ni me ha dado jamás el menor disgusto”.
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3 Cuéntase del santo cura de Ars que, siendo niño, era presentado a los demás hermanos, por su madre, como dechado perfecto de obediencia. Si ellos se resistían o diferían el cumplimiento de una orden, bastaba que la madre hiciese una indicación a Juan María y éste en seguida obedecía ciegamente. Luego ella decía a los demás: “¿Veis cómo vuestro hermano obedece sin quejarse, sin murmurar, sin vacilar, sin detenerse? Mirad con qué prontitud, diligencia y docilidad cumple mis órdenes”.
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190.- Reverencia.- Los padres son para los hijos los representantes más inmediatos de Dios sobre la tierra, por eso han de profesarles el máximo respeto, sumisión y reverencia, y prestarles todos los honores debidos a sus personas, tal y como se hace con aquello que más se estima. Esta reverencia debe manifestarse de palabra, con los hechos y con toda paciencia, soportando sus defectos, enfermedades y molestias. [Cuando los padres mandan hacer algo opuesto a la ley de Dios, no se los obedece]
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EJEMPLOS
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1. Modelo de hijos reverentes fue Salomón, cuando, estando él sentado en el trono y entrando su madre Betsabé para hablarle, se levantó, fuese a su encuentro y postrose ante ella. Después, sentándose él en su trono, mandó que colocaran otro a la derecha del asiento real, y en él hizo descansar a su madre (III Reyes, II, 19).
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2. Santo Tomás Moro, gran canciller de Inglaterra y mártir de la fe católica en tiempo de Enrique VIII, siendo ya padre de familia y desempeñando altos cargos, no salía de su casa, ni comenzaba sus tareas ordinarias, sin pedir antes de rodillas la bendición a sus padres. 3. Una mañana de 1787, un estudiante de Viena, besaba la mano de un presidiario, ocupado en la limpieza de la calle. Advirtiolo un ministro, el barón de Kresi, y llamó la atención del joven: “¿Qué ha hecho usted?, ¿besar la mano a un preso?” Respondió el estudiante con lágrimas: “Si, señor, es un preso, pero es mi padre”. Conmovido el ministro, se lo refirió al emperador José II de Austria, el cual dio orden de dar libertad al preso, porque –decía- “quien así supo educar a sus hijos y hacerse querer de ellos, no puede ser un malhechor”.
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4. En China, cierto juez condenó a un hombre a que le fueran amputadas las manos. En cuanto lo supo una hija suya, presentose al tribunal, diciendo: “Estas dos manos mías pertenecen también a mi padre. Cortadlas y respetad las de mi padre, que son más necesarias a la familia”.
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191.- Asistencia.- Es deber de justicia y de estricta gratitud que los hijos socorran y asistan a sus padre en cuanto puedan, participando en sus trabajos materiales y preocupaciones espirituales; cuidándolos en salud y en enfermedad; proveyéndoles, en lo posible, de cuanto necesiten, para corresponder filialmente a los beneficios que de ellos recibieron en la infancia y la juventud, desde que vieron la luz del sol; y, especialmente, ayudándoles a bien morir. [O sea, proporcionarles la visita del sacerdote a tiempo para que les dé el Sacramento de la Extremaunción, y la confesión y comunión cuando están enfermos. Bien morir es morir en gracia de Dios. San José es el patrono de la buena muerte, murió asistido por Jesucristo y María Santísima. La eutanasia es suicidio y condena al infierno a quien la hace y al que la recibe.] Este es el mayor servicio que un buen hijo puede y debe tributar a sus padres en este mundo.
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Para los hijos amantes de sus padres es gratísima obligación la de asistirlos con todo el afecto en su ancianidad.
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EJEMPLOS-
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I. ¡Eso es amor! – Una joven austríaca, después de haber vendido su hermosa cabellera para proporcionar algún socorro a sus ancianos padres, noticiosa de que un famoso dentista pagaba treinta coronas por cada diente blanco e intacto, se presentó a él, dispuesta a sacrificar la belleza de su rostro por el bienestar de sus padres. Mas el dentista un tanto sorprendido, interrogola sobre los motivos de tal determinación y, en vez de sacarle los dientes, le dio cien coronas de limosna, y días después se presentaba en casa de sus padres, para pedirles la mano de la joven que de tal manera había probado su virtud. Recuerda este caso el de Rut y Booz. Así bendice Dios a los buenos hijos.
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II. Un niño modelo – Durante la Guerra de la Independencia, supieron un día los habitantes de Sallent que los franceses habían incendiado la ciudad de Manresa, y, temiendo ellos los mismos desmanes, huyeron a ocultarse en las selvas y los montes. San Antonio María Claret, niño entonces de siete años, se puso al lado de su abuelo Juan, guiándole de la mano, para que no tropezase con las piedras del camino por la oscuridad de la noche, mientras que los mayores se preocupaban más de ponerse a salvo. Nunca su madre hubo de reprenderle por falta alguna de obediencia o de respeto, y su padre le proponía siempre como modelo a los otros hermanos.
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192.- Pecados de los hijos contra el cuarto mandamiento.-
Pecan gravemente contra el amor que deben a sus padres, los hijos que faltan a sus deberes filiales en materia grave; por ejemplo, si los odian, menosprecian, o ridiculizan; si los tratan como a enemigos o extraños, si los motejan o hablan de ellos como si los aborreciesen, si los difaman o murmuran de ellos ante el público; si los calumnian, si los tratan con aspereza o les desean la muerte o algún mal grave; si les dan graves disgustos hasta ponerlos muy tristes o hacerles llorar; si se alegran de sus desgracias o descuidan muy notablemente sus estudios, etc. Pecan gravemente contra la reverencia y el respeto que les deben, los que los matan o hieren, o les causan daños corporales; los que los golpean, aunque sea levemente pero con injuria; los que levantan la mano con amenaza o deliberación, aunque no lleguen a la acción; los que profieren insultos contra ellos o los maldicen; los que los acusan ante tribunales sin causa gravísima y razonable; los que se burlan de ellos; los que los desprecian por su pobreza y rehúsan considerarlos como a sus progenitores; los que les hablan con altanería, insolencia o se avergüenzan de su condición social, de sus defectos físicos, rudeza o falta de cultura.
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Tuvo un mal hijo la osadía de citar a su padre ante un juez. Díjole éste en respuesta: “Si no tienes razón serás condenado y si la tienes, merecerías serlo”.
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[Obvio que ese padre no habrá sido citado por una cosa grave. Como dice el A.T. que “la maldad irá aumentando” ahora hay muchas razones graves por las cuales algunos padres deberían perder la custodia de los hijos. Y hay países como Inglaterra en que les quitan la custodia si los padres cuidan la salud mental y física de sus hijos, no hormonándolos cuando se encuentran confundidos por la ideología de género.]
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Se puede pecar gravemente contra la obediencia, si la importancia del mandato y la resistencia que se opone son de monta [importancia]. Es pecado grave el desatenderlos formalmente en cosa importante tocante al gobierno de la casa, a las buenas costumbres, a los deberes religiosos, y a la salvación; el sentar plaza de soldado sin su consentimiento o contra su voluntad, salvo disposición legal; el casarse sin consultarlos, en caso de no estar lejos y presumir su consentimiento (1); el desobedecerlos deliberadamente cuando mandan con intención de obligar en cosas de mucha importancia; el juntarse con malas compañías con grave peligro para el alma o frecuentar lugares peligrosos a pesar de su prohibición formal; el descuidar gravemente los estudios y no formarse en su carrera y profesión; el rechazar sus mandatos a voces [gritos], con gestos o solapadamente; el discutir tercamente sobre las órdenes dadas o ser reacios en cumplirlas.
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(1) Puede un joven casarse con una persona digna de él en la que haya puesto los ojos después de consultar a sus padres, aunque éstos trabajen en disuadirle.
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[Esta última llamada alguien logró que la pusieran, aunque en letra de hormiga. ¡Pero claro que los hijos no son esclavos de los padres! “El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” Está claro que los deja, es libre, y luego se une a su mujer. Los matrimonios arreglados… cuánta desgracia por falta de amor sincero… Santa Rita, Santa Mónica, Santa Clotilde… se dedicaron y lograron convertir a sus maridos (la Beata Isabella Canori Mora, luego de morir), pero los grandes ejemplos no abundan. Nuestra Sra. de las Rosas nos manda que discernamos los espíritus. Y también nos dice que no tengamos directores espirituales, que ningún humano nos puede ya dirigir.]
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La gravedad de la desobediencia debe juzgarse según la importancia de lo mandado y la gravedad del daño que recaiga sobre el desobediente o sobre los padres. Muchas veces no es grave la desobediencia, porque el mandato de los padres no es riguroso, o porque falta advertencia en el hijo de la malicia del acto.
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EJEMPLO.- Una joven, empeñada en casarse contra la voluntad de su padre, fue presentada por éste a San Arnulfo, obispo de Soissons. El santo obispo dijo al padre: “No es justo que caséis a vuestra hija contra su voluntad ni que la neguéis al marido que ella pide…” Y, vuelto a la hija, le dijo: “Cásate con quien quieras, pero no lo vas a gozar” Efectivamente, pocos días después le mataron al marido y quedó viuda apenas desposada. Castigo de su desobediencia y falta de respeto al padre.
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[Algún ejemplo que indignaba ni lo puse, pero éste da para poner los puntos sobre las íes. Acá no hubo desobediencia, ya que ni los padres tienen derecho a imponer matrimonios ni los hijos tienen obligación de casarse con quien les digan. Y en esa línea les aconsejó el Obispo. Pero como era un santo, supongo que Dios le inspiró que en esa situación particular, las cosas iban a terminar mal.
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Pero los hijos del demonio metidos en la Iglesia son bichos que quieren retorcer las cosas, enseñanzas, etc. para acomodarlas a sus intereses esclavistas. Ellos son esclavos de su padre, asesino y mentiroso, el demonio, y hacen a sus hijos esclavos (no les dejan estudiar lo que quieren ni casarse con quien quieran, sí hacerse los calenturientos con las católicas, a las que engañan unos años mientras estudian y luego se casan con una de la colectividad). Para que vean cómo resulta nocivo eso de retorcer cosas y los deja en la ceguera y estupidez, les cuento lo siguiente: En los mensajes de Ntra. Sra. de las Rosas (en 1976 o 77, no recuerdo) aparece la Virgen rodeada de un brillante arcoíris y Verónica dice que nunca vio algo tan hermoso. A mí me recuerda una de las últimas visiones de Bernardette en Lourdes, cuando la ve vestida de Carmelita y dice que nunca la había visto tan gloriosa. Y mi opinión personal es que esa visión sucedió porque pocos años después habría una santa Doctora de la Iglesia: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (Santa Teresita, Carmelita, quien nunca manchó su vestido bautismal). Entonces pensé que lo del arcoíris sería un aviso de que se puede llegar a hacer algo hermoso a nivel mundial si obedecemos bien a Nuestra Sra. de las Rosas. Dos días después, viendo unos aspersores regando una plaza, que al pasar por cierto punto hacían un arcoíris de 4 colores, me acordé que la ciencia dice que tiene 6 colores pero la “tradición popular” dice que son 7, y se inventaron el color índigo, que no existe en la naturaleza, para incluirlo en el arcoíris. Es que los hijos del demonio con su cábala retuercen la verdad y quieren que las cosas sean como a ellos se les sale del ombligo. Otra cosa es que Dios use un lenguaje que para nosotros significa algo y nos quiera dar un mensaje (ej. averiguar el nombre del 666, o cuando Ntra. Sra. de Guadalupe usa terminaciones trapezoidales en su cinturón, que para los indios Nahua de donde era San Juan Diego, significaban períodos de tiempo). El nro. 6 no es un nro. maldito, la azucena tiene 6 pétalos, etc. Pero por ej. en un exorcismo le hicieron hablar a un demonio y dijo que comandaba una legión de demonios del aire tan grande, que si se corporizaran no dejarían ver la luz del sol. Y como un arcoíris se forma luego de lluvia (que limpia) cuando las gotitas quedan suspendidas en la atmósfera y el sol las atraviesa… pienso que si todos los que se dicen católicos nos purificamos bien con Confesión frecuente como manda Ntra. Sra. de las Rosas y aconsejan vehementemente todos los santos, y esparciéramos el conocimiento de Dios en toda la tierra… habría purificación en la tierra y agua de gracia en el aire y tendríamos ese arcoíris. Y en lugar del 6 de los demonios en el aire, habría el 6 de un hermoso arcoíris.
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La verdad de la ciencia ayuda a entender, pero la soberbia de querer corregir la realidad porque no se adapta a la mente estrecha es de un vil… y lamentablemente eso es lo que está abundando en las escuelas, etc.: mentira, satanismo, y encima esos mentirosos, globalizadores, están secando la atmósfera con satélites… ]
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Pecan los hijos que no asisten a sus padres cuando están enfermos, ni los cuidan, ni trabajan por su salud, ni los visitan aún estando en salud; los que cometen el crimen de abandonarlos en sus necesidades espirituales o corporales, en la pobreza y la miseria, o les dan poco y de mala gana; los que no los consuelan en sus desgracias y aflicciones morales; los que no se preocupan por los bienes que más tarde han de heredar, o que, habiendo heredado, no cumplen los legados; los que malgastan en juegos, viajes indebidos y diversiones; los que en su última enfermedad no cuidan de que reciban los santos Sacramentos, y mucho más si intentan negarles esta asistencia; los que después de la muerte de sus padres no les pagan el filial tributo de aquellos sufragios a que tienen derecho.
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EJEMPLOS de malos hijos.- Caín, que laceró terriblemente el corazón de sus padres, dando alevosamente la muerte a su inocente hermano Abel. Cam, faltando maliciosamente al respeto a su padre. Absalón, rebelándose contra su amante padre David, y empuñando las armas contra él.
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193.- Casos en que cesa la obligación de obedecer.- Pueden presentarse algunos casos en que los hijos no deben obedecer a sus padres.
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1º Cuando lo que mandan los padres no es lícito ni honesto, es decir, que es contrario a la Ley de Dios o de la Iglesia, a la justicia o a las buenas costumbres. En tales casos no se les puede obedecer, porque sería un menosprecio a la Ley de Dios, una desobediencia a Dios. Los hijos deben obedecer a los padres porque para ellos representan a Dios, pero desde el momento que éstos mandan algo contra la Ley Divina, ya no son representantes de Dios, sino que hacen las veces de satanás y, por lo tanto, no se les puede obedecer. Hermosos ejemplos nos traen las vidas de los Santos, de hijos que prefirieron morir antes que pecar obedeciendo a sus padres: San Hermenegildo; las santas vírgenes y mártires Bárbara, en Nicomedia; Cristina, en Bolsena (Italia); Reina o Regina, en Alesia de las Galias; Margarita, en Antioquía de Pisidia, etc. [Santa Perpetua y santa Águeda cuyos padres no estaban de acuerdo con que ellas fueran cristianas… etc.]
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2º Cuando se trata de la elección de estado. En general, conviene pedir permiso y consejo a los padres, ya por el respeto que se les debe, ya por la experiencia que tienen de la vida. Sin embargo, hay casos, sobre todo si se trata de estados de perfección, en que no están obligados a obedecer. Si un hijo se siente llamado por Dios a la vida religiosa o sacerdotal y sus padres son prudentes y rectos, debe consultarlos; si son irreligiosos puede elegir con prudencia lo que le conviene, y después pedir su consentimiento, o, si cree que se opondrán en absoluto, irse sin decirles nada, o, mejor, tratar de convencerlos, como hizo San Luis de Gonzaga. Si se trata de contraer matrimonio, hay obligación grave de consultarlos, pero no obligación grave de seguir en todo su consejo.
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Por derecho natural pueden los hijos elegir el estado que les convenga, siempre que no falten a los preceptos divinos. “Cuando Dios llama claramente a un estado –dice Santo Tomás de Aquino-, antes hay que obedecerle a Él que a los padres que se oponen, a menos que éstos tengan causas graves y razones poderosas para oponerse”.
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[No se me ocurre qué puede ser poderoso contra el llamado de Dios, pero por ej. Santa Rita quería ser monja pero sus padres la obligaron a casarse y se casó, convirtió a su marido y enviudó (porque un asesino lo mató y las leyes lo dejaron impune y sus hijos querían vengarlo pero ella rogó a Dios que Él se los lleve antes de que hicieran un crimen. Y Dios se los llevó) y luego dos santos la hicieron volar por sobre la muralla del convento y entrar, ya que la superiora se oponía a su ingreso como monja. En Sta. Rita se tiene un muy buen ejemplo de que siempre hay que seguir buscando a Dios. Él es el Todopoderoso. Acá tenemos un caso de obediencia que aparentemente termina mal para los ciegos. Pero ella salvó el alma de su marido, sus hijos llegaron al cielo y ella fue santa monja.]
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Así, la necesidad en que se hallen los padres obliga al hijo a demorar la realización de sus propósitos, mientras él sea necesario en el hogar paterno. No faltan ejemplares castigos de Dios, sobre hijos que se casaron desoyendo los prudentes consejos de sus padres.
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194.- Obligaciones de los padres para con los hijos.- Compéndianse todas en esta palabra del Derecho Canónico (Can. 1133): “Los padres tienen gravísima obligación de procurar con todas sus fuerzas la educación de sus hijos tanto religiosa y moral, como física y civil, y de mirar por su bien temporal”. Tienen gravísima obligación de amarlos y educarlos cristianamente.
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Los padres deben amar cristianamente a sus hijos considerándolos como depósitos sagrados que Dios les ha confiado. Ese amor ha de ser tierno, suave, pero firme y eficaz, ordenado y sobrenaturalizado, constante e igual para todos, evitando mimos envilecedores. [Ej. si la madre acaricia siempre al hijo (o a la hija) diciéndole que es el mejor, el más hermoso, el más inteligente del mundo… lo llena de soberbia que lo hace un ciego (porque no sabe más que mirarse a sí mismo), estúpido y vil ya que la soberbia es el pecado del demonio]. La buena educación de los hijos es para los padres un deber sacratísimo e indispensable. La principal obligación de los padres, tocante a sus hijos, es la educación religiosa y moral: “Padres, criad a vuestros hijos en disciplina y en la enseñanza del Señor” (Ef. VI, 4).
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Es de capitalísima importancia por las tremendas consecuencias que acarrea al individuo y a la sociedad si se falla; de esta educación depende la suerte de las familias y de los estados. “La educación religiosa da a la Iglesia dignos ministros, al Estado, legisladores y magistrados íntegros; a las familias, padres y madres ejemplares e hijos bien educados; a la Religión, insignes protectores y favorecedores; y al cielo, Santos”. Toda educación no cristiana es falsa y perniciosa, pues el hombre anda fuera de su camino, que es el de la felicidad eterna.
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[Ahora, si no se ponen el Escapulario marrón (impuesto la primera vez por un sacerdote Carmelita o Franciscano), el Crucifijo, la Medalla Milagrosa, la Medalla de San Benito al cuello, no están protegidos y los satánicos cambian a los padres, magistrados, sacerdotes, etc. por clones falsos o directamente pervertidos envejecidos a hormonas y la sociedad se va al garete. Obedezcan a Ntra. Sra. de las Rosas, usen los sacramentales uds. y sus hijos para estar protegidos espiritualmente y físicamente. Y también el Rosario al cuello aunque lo único que obligadamente tiene que estar bien visible es el crucifijo.
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Ntra. Sra. de las Rosas (1977.Oct.06): “Rezad, hijos Míos, por vuestros hermanos y hermanas, porque muchos están cayendo rápidamente al infierno. Satanás siempre fue un asesino, y eso, hija Mía e hijos Míos, será su gran punto de ventaja. Comprenderéis Mi consejo, hijos Míos, dentro de un corto tiempo. “Continuaréis enviando a través del mundo los sacramentales para la protección de los jóvenes. Cuidad a vuestras familias; proteged vuestros hogares. Ellos deben ser fortalezas para vuestra familia, porque cuando vuestros hijos salen, ellos están sujetos ahora a todos los agentes del infierno".]
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La educación religiosa exige de ellos que les enseñen la Religión por sí y por buenos maestros y les obliguen a practicarla; que en todo tiempo les den buen ejemplo, asistiendo a Misa, leyendo libros buenos, practicando obras de misericordia, etc.
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[La primera obligación es para los padres, el dar ejemplo de practicantes, y enseñar las cosas de la religión transmitiendo el amor que les tienen, los niños aman seguir a Cristo y a la Virgen e imitar a los Santos cuando se les da buen ejemplo y buena prédica.]
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La educación moral pide que les enseñen buenas costumbres; que corrijan sus defectos; que vigilen con celo y prudencia sus lecturas, conversaciones, espectáculos, diversiones y compañías; que los aparten de los vicios y de las ocasiones de pecar que los castiguen, si es menester, pero paternalmente, siempre a tenor de la falta, sin excesos ni blanduras. La educación física impone que los alimenten y mantengan debidamente, según los medios de que los padres dispongan; que velen por su salud y los cuiden cuando estén enfermos; que les dejen herencia suficiente o los pongan en un oficio o estado en que puedan ganarse la vida, etc.
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La educación social o civil requiere que los padres den a sus hijos una formación intelectual proporcionada a sus medios económicos y posición social, así como a las facultades y disposiciones de los hijos; que les dejen libertad para escoger el estado de vida a que se sientan llamados o que vean conveniente para ellos, aconsejándolos con prudencia, y, si es menester, con energía para evitarles pasos desastrados.
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Por ley natural tienen los padres pleno derecho de dar a sus hijos una educación conforme lo requiere el fin último para el que han sido creados, y no hay poder humano que pueda arrebatarles legítimamente este derecho.
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[Ntra. Sra. de las Rosas nos dice que ¡Ay del padre por cuya culpa su hijo se haya perdido!, y que los hijos son responsabilidad primerísima de los padres.]
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El niño, antes que ciudadano es hijo de sus padres, de quienes tiene la existencia; así, pues, el derecho de educarlo a ellos pertenece y no al Estado, pero éste tiene la obligación de proteger y favorecer el derecho de los padres, y facilitarles los medios para que lo ejerzan. La Iglesia ha prestado siempre su ayuda a los padres en este difícil tarea (1).
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(1) Pecan gravemente los padres si, habiendo escuelas católicas, los envían a otras francamente malas, laicas, comunistas, etc. En todos los casos que puedan presentarse han de seguir las instrucciones de los Obispos. También pecan gravemente si les coartan injustamente la libertad en la elección de estado (aunque los puede excusar la ignorancia); si rehúsan a las hijas la dote para el matrimonio o la entrada en religión, y a los hijos el patrimonio para recibir los Órdenes Sagrados.
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195.- Obligaciones de los esposos.- La felicidad de la sociedad conyugal, formada por marido y esposa, está basada en el amor mutuo, la casta cohabitación, la fidelidad, el hogar común y la misma alimentación, contribuyendo cada cual al bienestar común según sus posibilidades.
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Quiere San Pablo que ame el marido a sus esposa como Cristo a su Iglesia; y que la esposa respete y obedezca al marido (en todo lo que sea razonable, justo y honesto), porque en él reside la autoridad doméstica.
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Deberes especiales del esposo son: administrar con cuidado el patrimonio familiar, sustentar la familia, fomentar la práctica de la Religión y la santidad de costumbres en el hogar corregir caritativamente a su consorte. Corre a cargo de la mujer, especialmente el orden de la casa y la colaboración en la administración, evitando gastos inútiles.
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EJEMPLOS.- Esposas modelos.-
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1. Santa Francisca Romana rezaba todos los días el Oficio de la Santísima Virgen. Cierto día, mientras rezaba una de las antífonas, fue llamada cuatro veces por su esposo, en ocasiones distintas, y las cuatro acudió presurosa al llamamiento sin terminar el rezo de aquella antífona. Cuando, por quinta vez, se disponía a rezarla, se la encontró grabada con letras de oro, y el Señor le mostró en una visión que aquel milagro había tenido lugar para que viese cuán grata a Dios era su puntual obediencia al marido.
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2. Al casarse Santa Clotilde con Clodoveo, rey de los francos, se propuso ganarle para Cristo, y, para ello, serle muy obediente, sumisa y modelo en todo: “Mi propia voluntad –decía- la dejé en casa de mis padres. Aquí no poseo otra que la de mi esposo” Por eso más de una vez dijo Clodoveo a los suyos: “Yo vencí en cien batallas, pero en cambio he sido vencido por Clotilde”.
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3. Matrimonios modelos.- Espejo de todos ellos fue el de María Santísima con el castísimo San José. Imitadores suyos en la castidad fueron los santos mártires Cecilia y su esposo Valeriano (22 de noviembre); Julián y Basilisa (9 de enero); San Eduardo, el Confesor, rey de Inglaterra (13 de octubre) [confesor es el que confiesa su fe públicamente, nada que ver con el Sacramento de la Confesión] y Edita; San Enrique II, emperador de Alemania (15 de julio) y Santa Cunegunda (3 de enero); los santos condes Eleázaro y Delfina (27 de septiembre).
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Modelos de casados fueron San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza los cuales después del primer hijo que Dios les concedió, resolvieron guardar perfecta continencia; los padres de Santa Teresa; Santa Juana Francisca y su esposo el barón de Chantal que no parecían tener más que un alma y un corazón; el célebre Ampère; Ozanam, fundador de las Conferencias de San Vicente de Paúl; San Gregorio de Nacianzo, convertido por su esposa Santa Nona, ejemplar enlace que dio al cielo varios Santos, uno de ellos Padre de la Iglesia. 196.- Deberes entre parientes.- Entre parientes existen relaciones mutuas semejantes a las de los padres e hijos, pero en proporción al grado de parentesco. Desde luego es natural que los hermanos y hermanas se amen con particular amor; asimismo deben socorrerse y ayudarse en las necesidades que se presenten en la vida, sobre todo si alguno se ve en un caso apremiante. Los hermanos mayores, en particular, tienen, respecto de los menores, iguales obligaciones que los padres cuando éstos vienen a faltar, a menos que estén a cargo de otros tutores: abuelos, tíos, etc.
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197.- Lección práctica.- Si un hijo tiene el deber de honrar a sus padres de la tierra. ¡Cuánto mayor e imperiosa será su obligación de honrar a su Padre celestial –a quien es deudor de sus padres terrenales y de bienes espirituales y temporales sin cuento-, y a su madre María Santísima que tanto le ama y le obtiene de Dios continuas gracias y favores! Por otra parte téngase presente lo que dice el proverbio: El que es mal hijo será mal padre. [Salvo que reconozca sus pecados, se arrepienta, confiese y cambie de vida siguiendo a Cristo como lo enseña la Santa Tradición]. [La lección 17 es también sobre el 4to. mandamiento: deberes de superiores e inferiores]