21 Sep

PECADOS OPUESTOS AL SEGUNDO MANDAMIENTO

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 La Moral Católica, lección 14. Editorial Luis Vives 

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 162.- LO QUE PROHIBE ESTE MANDAMIENTO.- El segundo mandamiento de la Ley de Dios prohíbe tomar el santo nombre de Dios en vano, es decir, pronunciarlo inútilmente, sin motivo alguno, sin necesidad, por costumbre, por ligereza, sin ton ni son, sobre todo en un momento de ira o de impaciencia, porque es una falta de respeto al Señor. Muchas veces se le usa como admiración: ¡gran Dios!, ¡Jesús!, ¡Dios mío!, sin ningún afecto interior, y por puro desahogo. En todos esos casos, ordinariamente no pasa de pecado venial, a no ser que haya desprecio formal.

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Se exceptúan las expresiones de cortesía o de sociedad: Si Dios quiere, Vaya V. con Dios, a Dios (adiós), a las cuales acompaña, al menos virtualmente, la intención mental que expresan. Sin embargo, estas exclamaciones usuales, como ¡Jesús!, ¡Dios mío!, ¡Virgen Santa!, dichas con afecto del corazón, resultan preciosas jaculatorias. El nombre de Dios es como una espada de dos filos: si lo invocamos en las tentaciones, hiere al demonio; pero, si la usamos sin respeto, nos hiere a nosotros mismos. Lo mismo sucede con el de los Santos.

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 En este mandamiento se prohíben, sobre todo, la blasfemia, la imprecación, el perjurio y la violación de los votos. 

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 163.- LA BLASFEMIA.- Blasfemia es todo dicho, hecho o gesto injurioso a Dios, a sus Santos o a la Religión.
Puede ser mental (de pensamiento) y oral (de palabra y obra), según que no pase de la mente y el corazón, o se manifieste con palabras o gestos. Es directa si se refiere directamente a Dios, es indirecta si se profiere contra la Religión o alguna criatura relacionada especialmente con Nuestro Señor. Si contiene alguna herejía es herética. 

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Se incurre en blasfemia directa:
1º Negando a Dios sus infinitas perfecciones o dudando de ellas: Dios no es bueno…, Si es justo, que castigue tal cosa.
2º Atribuyéndole cosas malas, diciendo que es vengativo, que es tirano, etc.
3º Deseándole algún mal y maldiciéndole, profiriendo injurias e insultos contra Él.
4º Hablando de Dios con burla y menosprecio, como hizo Juliano el Apóstata diciendo al morir: “¡Venciste, Galileo!”

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[Nota: para los que creen que van a burlar la muerte, leer Isaías 28, 15-20. Además Jesús tiene las llaves de la muerte y el infierno (Ap 1,18) y Ntra. Sra. nos aclara que los hombres jamás van a crear vida ni vencer la muerte]. 

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Se incurre en blasfemia indirecta:
1º Negando las perfecciones y virtudes de los Santos, profiriendo palabras ofensivas a su memoria, burlándose de alguna de sus acciones, atribuyéndoles defectos que no tuvieron.
2º Hablando mal o ridiculizando lo que pertenece a la Religión, a la Iglesia, al culto, etc., diciendo, por ejemplo, que todas las religiones son buenas [nota: un sacerdote educado hace 60 años sabría esto ¿Es Francisco un doble? ¿estará consagrado? o también y evidente: ¿quiere llevarnos por su camino de blasfemia e idolatría?], que no es verdad que la Biblia sea un libro inspirado…

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 De la blasfemia deben distinguirse ciertas palabrotas o expresiones más o menos bajas y groseras, indecorosas, indignas, obscenas en su origen, por lo general desconocido, pero que tiene alguna relación con la impureza. No son blasfemias de ordinario, pues no se refieren a Dios, pero son palabras malsonantes, escandalosas, contrarias a la buena educación e indignas de una persona culta y que se respeta. Por lo tanto, deben evitarse, aunque no pasen de pecado venial. 

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164.- MALICIA DE LA BLASFEMIA.- La blasfemia es un pecado gravísimo, pues redunda en injuria del mismo Dios, cuya santidad es infinita. Es un crimen de lesa divinidad.
Según San Jerónimo, la blasfemia es un mal tan horrendo que cualquier otro exceso es leve si se compara con ella. Del mismo sentir es Santo Tomás de Aquino, el cual añade que es pecado propio de demonios y condenados. 

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 La blasfemia nace de la oposición a la más alta perfección de Dios, que es su bondad. Otros pecados podrán tener excusa, pero la blasfemia no tiene ninguna. Es siempre pecado grave, a no ser que falte al advertencia.
Toda diligencia para evitar este horrendo pecado es pequeña.
En un blasfemo inveterado, pero que, por la gracia de Dios, se va retractando con la confesión y el propósito de la enmienda, una blasfemia súbita e impensada no pasaría de pecado venial; lo mismo puede fallarse respecto de los niños, que pronuncian blasfemias sin saber lo que dicen. 

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La blasfemia moral y deliberada es pecado gravísimo severamente castigado por Dios aun en este mundo, si no siempre lo castiga en esta vida, es porque dispone de la eternidad para hacerlo. En el Levítico (XXIV, 14-16 y 22-23) ordenó Dios que el blasfemo fuese apedreado. Ejemplos de castigos tremendísimos tenemos en la historia: Senaquerib, ante Jerusalén, Nabucodonosor, convertido en irracional; las muertes desastradas de Herodes Agripa, de los emperadores Juliano el Apóstata y Miguel III el Beodo de Constantinopla, de Arrio, Nestorio, Voltaire, etc., y en nuestros tiempos las catástrofes volcánicas de la Martinica (1902) y de Mesina (1908); el naufragio del Titanic (1912) en el Atlántico, etc., que costaron la vida a muchos miles de personas. [Nota: sería genial saber la historia que citan de Mesina y Martinica, del Titanic sabemos que habían puesto en la sala de máquinas un letrero que decía: “ni Dios lo hunde”]. 

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Dice el Señor en el Levítico (XXIV, 15): Quien maldijere a su Dios, llevará sobre sí su iniquinidad. Innumerables son en nuestros días los ejemplos de blasfemias castigados en todas partes con muertes repentinas, graves accidentes, bocas podridas, labios entumecidos, etc. 

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 EJEMPLOS: 

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Con Fátima no se juega: En la prensa de 1949 y 1950 pudo leerse el hecho siguiente. Durante los días de carnaval, tres estudiantes de una universidad belga tuvieron la osadía de fingir una procesión, parodia de las que se venían haciendo con la Virgen peregrina de Fátima. Al frente iba uno de ellos con traje de Nuestra Señora, seguía otro con púrpura cardenalicia imitando al cardenal de Lisboa, y, finalmente, otro con una brocha inmunda, hacía ademán de bendecir al pueblo.
Una niña de pocos años, al ver esta profanación, exclamó indignada: “Esto, sí que es un gran pecado. La Virgen os ha de castigar”.
Poco después hubo en Bruselas un desastroso accidente de coche. Este chocó con gran violencia contra un poste de luz y sus ocupantes tuvieron una muerte instantánea. Eran los tres profanadores. -- [Nota: dicen que se leyó en la prensa 2 años probablemente porque al segundo, recordaron lo que había pasado el año anterior] 

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166.- REPARACIÓN DE LA BLASFEMIA: Cuando se oye una blasfemia es muy recomendable contraponer una alabanza a Dios, por lo menos interiormente: Alabado sea Dios, bendito sea Dios, bendito sea su Santo Nombre. En algunas partes se han formado cofradías y asociaciones antiblasfemas.

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Si de veras amamos a Dios no debemos permanecer mudos al oír alguna blasfemia. He aquí algunos hermosos ejemplos:

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EJEMPLOS.

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 1. Un niño y una niña, estando descalzos en el campo, oyeron a un hombre y una mujer que blasfemaban. Al punto, conforme habían aprendido en el catecismo, se arrodillaron como angelitos, y a cada blasfemia que oían, decían: ¡Alabado sea Dios! Los blasfemos cayeron en la cuenta y se arrepintieron.

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2. En Namur, después de una misión, un niño era reprendido por su padre con blasfemias. El niño se arrodilla delante de él y le dice: “Padre, castígueme cuanto quiera, pero no blasfeme; la blasfemia es un pecado horrible, según nos han dicho los Padres misioneros”. Y la blasfemia desapareció de esa casa. 

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3. Un día estando sentado un padre a la mesa con sus hijos, profirió una blasfemia. Una hija de ocho años le corrigió, diciendo: “Papá, eso es pecado” Y se echó a llorar. Fue tal la impresión del padre que no volvió a proferir una blasfemia. 

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4. En Francia, en tiempo de persecución religiosa, un maestro pretendió conseguir de un niño piadoso que escribiera una blasfemia en el encerado; pero el niño tomó la tiza y escribió: “Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de la tierra”.

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5. Cuatro niños de un colegio de Tarragona, al volver a sus casas, encontraron algunos jóvenes cantando coplas lascivas y entremezcladas con algunas blasfemias. A cada blasfemia repetían juntos los niños: “¡Alabado sea Dios!”. Molestados los blasfemos al verse reprendidos, los persiguieron y lograron alcanzar a uno de ellos, al cual levantaron en vilo y le decía uno de esos malvados: “Si no te callas, te aplasto”. –“Pues no me callaré, aunque me mates –contestaba el niño-, me acabo de confesar, y, si me matas, iré al cielo y seré un mártir de la cruzada antiblasfemia: ¡Alabado sea Dios!”

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6. En Mataró, seis alumnos de un colegio católico fueron a una casilla de ferias para tirar al blanco. Como el dueño no acertase a arreglar la escopeta, comenzó a echar sapos y culebras por la boca, a lo que los chicos contestaban: “¡Alabado sea Dios!” Viendo los muchachos que ni el hombre ni la mujer cesaban en sus blasfemias, al fin dijo uno: “Vaya, vaya, no gastemos dinero en este sitio de tanta suciedad”. Y se fueron dejándolos avergonzados. 

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 167.- IMPRECACIÓN.- La imprecación es una especie de blasfemia que consiste en invocar el nombre de Dios pidiendo algún mal para sí o para otro; v.g.: Que Dios te aniquile. Pero también puede ser sin invocar el nombre de Dios: Maldito seas, el demonio te lleve. En el primer caso es pecado contra el segundo mandamiento; pero en el segundo caso se opone más bien al quinto.
La imprecación tiene la misma malicia que la blasfemia; es por lo tanto, pecado grave; pero, si la maldición no es sincera, ni grave, ni escandalosa, será tan sólo pecado venial. 

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 EJEMPLOS:

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1. Cerca de la ciudad de Caen (Francia), un día festivo de 1849, blasfemaban dos individuos en una taberna durante la Misa. Tomando uno de ellos un vaso de vino en la mano, dijo: “Si hay Dios, que no me deje beber de este vaso”. Y al punto cayó muerto de una apoplejía.

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2. Un demagogo, discurseando, decía, entre otras horribles blasfemias: “Si hay Dios que envíe un ángel que me quite aquí mismo la vida”. Indignado un obrero católico se le acerca y le dice: “A un sinvergüenza como tú no le envía Dios un ángel; me ha encargado a mí que te dé la respuesta”. Y le dio dos tremendas bofetadas. 

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 168.- PERJURIO.- El perjurio o juramento falso, es jurar sin necesidad, o inútilmente, o dudando de si lo que se jura es verdad, o añadiendo alguna maldición. También es perjurio faltar a la fe prometida en un juramento. No se puede jurar ninguna cosa falsa o ilícita, porque esto sería contrario a la bondad y a la verdad; ni tampoco una iniquidad, porque se faltaría a la justicia. Dios prohíbe el perjurio, en los Libros Sagrados (Éx., XX, 7): No tomarás en falso el Nombre de Yahveh, tu Dios, porque no dejará Yahvé sin castigo al que tome su nombre en falso.

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 El perjurio es siempre pecado grave, porque se pone a Dios como testigo de una falsedad. Jurar con mentira es pecado mortal, por la injuria que se hace a Dios. Jurar sin justicia será pecado mortal, según la materia o la malicia de la cosa jurada. Jurar sin necesidad pero con verdad y justicia, es pecado leve.

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 El juramento impío y culpable hecho por las sociedades secretas, como la masonería, es nulo. Así lo declaró León XII en 1825. 

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 Es severamente vituperable la irreflexión y frivolidad irritante con que muchos juran sin que concurran las condiciones debidas: es pésima costumbre que no absuelve de pecado, por la irreverencia que encierra y el escándalo que produce. 

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 No se debe jurar lo que no se puede cumplir, lo que sea exigencia de una pasión, o de una exaltación momentánea.
No hay obligación de cumplir el juramento fingido, es decir, aquel en que uno pronuncia la fórmula con la inención de no jurar o de no obligarse a nada. En ello hay pecado leve [¿?¿¿], si no hay daño grave para otro.

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En la antigua disciplina de la Iglesia se castigaba ordinariamente un juramento falso con ayuno a pan y agua y siete años de penitencia. Entre los cánones había uno que decía: “Si alguno quebrantase el juramento hecho a su Señor y Rey, deberá hacer penitencia por toda la vida en un monasterio”. 

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169.- CONSEJOS PRÁCTICOS.- Tocante al juramento, bueno es y prudente el evitarlo mientras sea posible, siguiendo el sapientísimo consejo de Jesucristo: “No juréis de ninguna manera: ni por el cielo, trono de Dios; ni por la tierra, peana de sus pies; ni por Jerusalén,… ni por la cabeza… Decid sencillamente: sí, sí; no, no”. Pero si juras, cumplirás al Señor tus mandamientos. (Léase S. Mat., V, 33-37). 

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 Téngase presente lo que decía el filósofo judío Filón de Alejandría: “Si te pidieren que jures hoy la verdad, promete que jurarás mañana; y si mañana te lo vuelven a pedir, dilátalo para pasado: ¿quién sabe si así evitarás tener que jurar?”

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Préstese juramento sólo por absoluta necesidad o verdadera utilidad, procurando contraer las menos obligaciones posibles.

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[O sea que Dios se hizo hombre y nos habló ¡y resulta para estos tipos infiltrados que Sus Palabras son meros “sapientísimos consejos”! Y encima ponen el consejo de un tipo que te enseña a prometer mintiendo por no saber ser consecuente con lo que piensa. Además, entre las Palabras de Jesús (a las cuales citaron entrecortadas sin necesidad y mal) y la cita bíblica, intercalaron muy mal intencionadamente lo de “pero si juras, cumplirás…”] 

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 170.- VIOLACIÓN DE LOS VOTOS.- No basta hacer votos; lo importante es cumplirlos. “Si hiciste algún voto a Dios no tardes en cumplirlo, pues le desagrada la promesa infiel e imprudente. Por tanto, cumple lo que hubieres prometido, porque es mucho mejor no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos” (Eccles., V, 3-4).

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 La violación de un voto es pecado mortal o venial, según la gravedad de la materia o los casos de que se trata. Si uno se obliga bajo pecado mortal comete pecado grave si no lo cumple. Si se ha comprometido bajo culpa leve, incurrirá en falta leve. Cuando a uno no le consta si se obligó bajo pecado grave o leve, se supone que la culpa será proporcionada a la materia del voto.

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 La obligación del voto subsiste todo el tiempo para el que se hizo, a menos que se haya obtenido dispensa, o su cumplimiento se vuelva imposible. 

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UN CASO.- Juan promete rezar diariamente el Rosario durante un mes, pero se le pasan, por olvido, u otra cosa, unos días, ¿comete pecado grave? –No, pues sólo ha omitido una parte no importante. [nota: “otra cosa”… “unos días”… ¿cuántos? Tomar el consejo con pinzas.] 

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Hay que distinguir entre voto, promesa, ofrecimiento y propósito. La promesa lleva consigo la obligación de cumplir lo que se promete; pero el voto encierra un compromiso mucho más grave. En cambio el ofrecimiento de una cosa no es ni siquiera una promesa, pues no se hace con ánimo de obligarse bajo pecado a cumplirlo. El propósito o intención de hacer tal o cual buena obra no implica obligación.

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