21 Sep

Lección 15 de la Moral Católica- Ed. Luis Vives 

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TERCER MANDAMIENTO

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 SANTIFICAR LAS FIESTAS

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 171.- Lo que manda.- El tercer mandamiento ordena santificar las fiestas, es decir, cesar en el trabajo y honrar al Señor con obras de culto los domingos y otros días festivos de precepto. En esto va incluída, por consiguiente, la obligación que tienen los amos y patronos de dar tiempo a sus criados y dependientes para que cumplan sus deberes religiosos.
Dijo Dios a los hebreos: Seis días trabajarás y harás tus obras, y el séptimo día es día de descanso, consagrado a Yahveh, tu Dios, y no harás en él trabajo alguno (Éx., XX, 9-10). Con esas palabras manda Dios trabajar durante la semana y santificar el día de descanso o día festivo. 

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 172.- Origen de las fiestas.- Desde los primeros tiempos de la humanidad ha habido siempre días determinados llamados santos, destinados a honrar a Dios y a santificarse con obras de religión. En la ley natural no había día fijo. Moisés en su ley señaló el sábado.

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Dios mismo intimó a su pueblo la santificación de los días festivos: “No dejéis de guardar mis sábados, porque el sábado es entre Mí y vosotros una señal para todas vuestras generaciones, para que sepáis que soy Yo, Yahveh, que os santifico.
“Guardaréis el sábado porque es cosa santa. El que lo profane será castigado con la muerte; el que en él trabaje, será borrado de en medio de su pueblo. Se trabajará seis días, pero el día séptimo será de descanso completo, dedicado a Yahveh. El que trabaje en sábado –repite- será castigado con la muerte. (Éx., XXXI 13-15).


Los cristianos santificamos los domingos, en recuerdo de la Resurrección de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo, y otros días festivos, dedicados a los principales misterios de la vida de Jesucristo y de la Santísima Virgen, y las fiestas de algunos Santos. 

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173.- Días festivos.- El Código de la Iglesia, además de los domingos, señala diez días festivos de obligación, a saber: Navidad (25 de diciembre), la Circuncisión (1ro. de enero), la Epifanía o Reyes (6 de enero), la Ascensión y Corpus Christi, que son fiestas del Señor; la Inmaculada Concepción y la Asunción, que lo son de la Santísima Virgen; y también la de San José (19 de marzo), San Pedro y San Pablo (29 de junio) y Todos los Santos (1º de noviembre). 

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 En España tenemos también la de Santiago Apóstol (25 de Julio) y por devoción se guardan los días de Jueves y Viernes Santos. Además, hay otras regionales, diocesanas o locales que son de precepto por ser patronales, como Nuestra Señora del Pilar, en Aragón, San Vicente Ferrer en el reino de Valencia, San Isidro en Madrid, Nuestra Señora de Covadonga en Asturias, Nuestra Sra. de la Merced en Barcelona, San Ignacio en Guipúzcoa y Vizcaya. 

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 [Nota: algunos dicen que el 6 de enero ya no es de precepto, y hay otras que tal vez ya no lo sean. Aunque en algunos países católicos no es feriado, la fiesta de la Inmaculada Concepción (8 de dic.) y la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los Cielos (15 de agosto) son de precepto. El 1º de enero ahora se llama: Santa María Madre de Dios. El Viernes Santo es día de abstinencia y oración, y como es de ayuno fuerte, no se debe trabajar (en el A.T. Dios se enoja contra los que apremian a sus servidores en día de ayuno), es un día de dolor y luto. Y Nuestra Sra. de las Rosas nos pide que en las vísperas de las grandes fiestas no comamos carne.]

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 174.- Necesidad del descanso dominical.- El descanso dominical es de imperiosa necesidad para el hombre desde cualquier punto de vista que se le considere. El cuerpo humano reclama periódicamente algún reposo para reponerse con la oportuna interrupción del trabajo. Además, sobre las necesidades corporales están las sociales, las espirituales y más las religiosas, a las que también hay que atender.

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Exigen y requieren el descanso dominical:
1º La gloria de Dios, pues en los demás días de la semana el trabajo impide atender debidamente al cumplimiento de nuestros deberes religiosos para con Él.
2º El interés de nuestra alma, para que pueda atender mejor al cultivo y desenvolvimiento de sus facultades superiores.
3º La salud y bienestar del cuerpo, pues sus fuerzas son limitadas, y sin el descanso semanal acabarían por agotarse.
4º La vida de familia, cuyos miembros se hallan con frecuencia separados durante la semana, por causa del trabajo, y apenas pueden verse y comunicarse un rato diariamente.
5º El bien de la sociedad, la cual tiene tiempo y ocasión para tributar a Dios el culto público y atraer sus bendiciones, y, además, porque sus miembros tienen ocasión de mantener y estrechar sus relaciones y amistades sociales. 

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175.- Santificación de las fiestas.- Para santificar los domingos y días festivos debemos cumplir dos obligaciones graves, que son: cesar en el trabajo y oír atenta y devotamente la Santa Misa. 

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 A esta le están sujetos, desde los siete años, todos los fieles que habitualmente tengan uso de razón. A esas dos obligaciones el cristiano fervoroso añade la recepción de los sacramentos de Penitencia y Eucaristía, la asistencia a Vísperas, a algún sermón o función de Iglesia, y otras obras de piedad, apostolado y misericordia. Por lo demás, son días destinados a llevar una vida familiar más intensa y a permitirse una honesta expansión.

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176.- Precepto de oír Misa.- El oír Misa supone presencia corporal continua en una iglesia y suficiente atención mental para advertir que se está celebrando el Santo Sacrificio. Cumple con el precepto el que durante la Misa toca el órgano, el que recoge limosnas en el templo, el que se confiesa.


La obligación de oír Misa el domingo y días festivos se nos impone por el primer precepto de la Iglesia.

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Se pueden presentar algunas causas que excusan de oír Misa: la imposibilidad moral, una larga distancia, la caridad, la obligación, etc. (véase nro. 335) [335.- Casos que excusan de oír Misa.- Está uno dispensado de oír Misa en caso de imposibilidad física o moral y de grave incomodidad, como sería una distancia de más de una hora, o algo menos con mal tiempo; cuando la caridad (incendio, cuidado de enfermo) o la obligación del estado (madres, guardas, soldados) no lo permiten o lo impiden; cuando se presenta algún peligro grave, físico o moral; y, a veces, por ciertas costumbres locales mal entendidas, pero legítimas [¿?¿¿]

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 228.- 4º A veces puede ser lícito omitir una obra de precepto para evitar el escándalo. Como sería el caso de una joven que se abstuviera alguna que otra vez de ir a Misa el domingo, por no dar ocasión de pecado a determinada persona.

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(¿Ése es el tema moral que mencionan? En este punto 176 y los que añadí, Misa la pongo en mayúscula pero da la casualidad que cuando alguien se cuela a escribir cosas retorcidas está con minúscula)] 

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Si por tal o cual motivo está uno excusado de oír Misa [ahora me parece que son los mayores de equis edad], debe recordar que la ley natural le obliga a tributar a Dios culto externo, de lo cual la Iglesia no le puede dispensar. No sólo deben interrumpirse las labores serviles, sino que además conviene consagrar más tiempo que de ordinario al rezo, a hacer alguna lectura piadosa, etc. Si, por ser funcionario, no pudiese oír Misa por la mañana, se le aconseja que, por la tarde, asista a algún sermón o función de Iglesia [es que hubo un tiempo en que las Misas de la tarde/noche estaban prohibidas] 

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 177.- Qué prohíbe el 3er. mandamiento.- Prohíbe trabajar y hacer trabajar los domingos y demás días festivos en obras serviles y cualesquiera otras que impiden el culto a Dios.


Peca gravemente el que por espacio de dos a tres horas, según los casos, se dedica a trabajos serviles no permitidos. El que para evitarse este inconveniente, contratase a varios obreros para realizar una labor que a él le costaría varias horas y juntos lo harían en una hora o menos, pecaría venialmente, si no hubiera escándalo, porque los pecados veniales de los obreros que trabajan voluntariamente, no se suman para constituir un pecado mortal para el patrono. [Todo este intríngulis cuando Dios nos manda HOLGAR, y que también lo hagan los esclavos, sirvientes, animales…] 

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 [Acá intervino alguien católico para poner una nota que nos dirija por camino de santidad:] So pretexto de evitar el ocio, no está permitido dedicarse largos ratos a labores de huerta, jardín u otros similares.
Un albañil, después de ganar su jornal los seis días de la semana, ocupábase el domingo en construir una casa para sí. La buena gente que le veía, decía que estaba robando a Dios esa casa. No se equivocaban, pues, en cuanto entró en ella para habitarla, un incendio inopinado la destruyó. No siempre castiga Dios visiblemente al prevaricador; pero a éste persigue siempre la maldición del Señor.

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[Un caso comprobable lo tenemos con el santo Cura de Ars, cuando llegó al pueblo, la gente trabajaba los domingos de verano en la cosecha. San Juan Vianney les dijo que dejaran de trabajar en el día del Señor, que así tendrían mejores cosechas. Lo hicieron y así fue. ¡Cómo es un verdadero Cura que lleva por el buen camino...! cuando él llegó a Ars, sólo iban a Misa 2 ó 3 personas, cuando se murió más de 40 años después, iban TODOS menos 1, se habían erradicado las cantinas y había construído un orfanato para niñas que costeaba con donaciones.] 

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 178.- Pecados opuestos al tercer mandamiento.- De tres maneras puede el cristiano pecar contra este mandamiento: 

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1º Dejando de oír Misa, sin causa justa que lo impida; lo cual es pecado grave, porque se falta a una obligación grave prescrita por la Iglesia.


2º Dedicándose a obras serviles, que la Iglesia no permite, o que la costumbre, la necesidad u otras causas no autorizan. Si el tiempo pasa de dos horas o de dos horas y media, es pecado grave.


3º Profanando los días santos con actos inmorales o diversiones licenciosas, en bailes, cines, representaciones teatrales prohibidas, etc., que dan muerte al alma y la ponen en camino de perdición. 

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El trabajo del domingo encaja admirablemente dentro de los planes del demonio para perder a los hombres: "Que trabajen por la mañana, a lo menos lo suficiente para impedir que oigan Misa, y que descansen por la tarde, para que puedan entregarse a diversiones pecaminosas y cometan muchas y grandes ignominias. Así habrá para nuestra causa ganancia redonda", dice satanás.

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Decía el santo Cura de Ars a sus feligreses: “Vosotros trabajáis, pero lo que ganáis arruina vuestra alma y vuestro cuerpo. Si se preguntase a los que el domingo vuelven del trabajo: ¿De dónde venís?, ¿qué habéis hecho?, podrían responder: Vengo de vender mi alma al demonio, de crucificar a Nuestro Señor y de renunciar al Santo Bautismo; camino para el infierno, y, por una nada, tendré que llorar durante toda la eternidad. Cuando yo veo que acarrean en domingo, pienso que llevan en carro su alma al infierno”.

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[Cuando dice “funciones religiosas” se refiere a: 2. f. Tarea que corresponde realizar a una institución o entidad, o a sus órganos o personas. 3. f. Acto solemne, especialmente el religioso. Quería agregar en referencia al 2do. mandamiento que, como a la palabra “adiós” acompaña, al menos virtualmente, la intención mental que expresa, jamás podemos decir “ojalá” que viene de una invocación de los musulmanes a su invento.]

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 179.- El trabajo con relación al tercer mandamiento.- Con relación a este precepto se clasifican los trabajos en obras serviles, liberales, judiciales y comerciales. -- Son obras serviles las que exigen más esfuerzo del cuerpo que del espíritu, como son los trabajos de albañilería, imprenta, minería, labranza, fábricas, talleres, costura, etc., es decir, los que antaño ejecutaban esclavos y siervos.

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Las obras liberales suponen más trabajo del entendimiento que del cuerpo, como las de estudiar, leer, escribir, enseñar, dibujar, pintar, etc. Llámanse liberales porque antiguamente eran propias de personas libres. Con ellas se ejercitan las facultades del alma. 

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Se llaman obras comunes las que son propias de toda clase de personas. En ellas interviene tanto el alma como el cuerpo, como viajar, pasear, jugar, cazar, pescar, etc.

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Son obras judiciales o forenses las que se ejercitan en el foro, o se refieren al fuero judicial, como interrogar a testigos, tomar declaraciones, dar sentencias, etc.
Son obras comerciales o civiles las que se refieren a compras y ventas, u otras cosas semejantes que se realizan en tiendas, ferias y mercados. 

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180.- Trabajos prohibidos.- Prohíbense en domingos y días de precepto las obras serviles, las judiciales y las comerciales. El tiempo de la prohibición comprende desde la medianoche del sábado hasta la medianoche del domingo. Bajo pena de pecado mortal están prohibidos: 

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1º Todos los trabajos serviles, aunque no se hagan por lucro o ganancia, o se efectúen por puro recreo, con intención buena o mala, con mucho cansancio o poca fatiga. 

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2º Todos los trabajos forenses que llevan consigo actuación de jueces, en los tribunales; pero no consultar a un abogado, escribir un documento, etc.

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3º Todos los trabajos civiles o comerciales que se realizan en mercados públicos, ferias, etc., a no ser que estén autorizados por legítimas costumbres o concesiones especiales (Canon 1248).

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En todos estos casos hay parvedad de materia; en los trabajos serviles la duración de la labor no debe rebasar las dos horas o poco más. En los forenses y comerciales se aprecia la gravedad o parvedad por la calidad del trabajo. 

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[Nota: algunas cosas no las copié porque me daban náusea, como por ej. las distracciones que están “permitidas” en la Misa. Se colaron muchas víboras que enseñan el camino al infierno. Por eso les copio un sueño de San Juan Bosco para que vean la realidad.

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En el link de los sueños de San Juan Bosco que puse el post del 24/12/20 éstos están manipulados, faltan cosas importantes y hay imprecisiones por defecto y por exceso. Ya les voy a copiar el “sueño de las 2 columnas” para que vean que la columna menor es la de la Inmaculada, no de “Auxilio de los cristianos”. Se trata de dos advocaciones de la Virgen María, pero es de notar que justo quiten la referencia a la Inmaculada, cuando uno de los sacramentales que debemos llevar es el de la Medalla Milagrosa cuya invocación es: ¡Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!  

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 Los cambios que hace esa página son mentirosos y están mal, y faltan muchas veces cosas importantes. Igual hay muchos que yo no conocía y me hace bien leer al menos lo que encontré. 

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36. Las distracciones en la Iglesia 1861 (MB. 6,799) El 28 de noviembre de 1861, cuando muchos de los jóvenes estaban recién llegados al Oratorio de Don Bosco y todavía no estaban acostumbrados a rezar atentamente, el Santo les contó este sueño: “Soñé que estábamos todos reunidos en la Iglesia y empezó la Santa Misa. Y entonces entraron al Templo muchos hombrecitos vestidos de rojo y con cuernos, o sea unos diablillos, y se dedicaron a distraer a los jóvenes mientras rezaban. 

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A uno les presentaban los elementos del deporte, a otros un libro, a varios un plato lleno de golosinas y a algunos les mostraban un armario en el fondo del cual había guardada una buena merienda. A algunos les traían el recuerdo de su pueblo a de su barrio y a otros les recordaban los detalles del último partido de juego. Cada joven tenía un diablillo que trataba de hacerlo pensar en otras cosas y no en las oraciones que estaban haciendo. 

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 Algunos diablillos estaban encaramados en el cuerpo de ciertos jóvenes y se entretenían en acariciarles y alisarles el cabello. Llegó el momento de la elevación de la hostia, y al toque de la campanilla los jóvenes se arrodillaron, y todos los diablillos desaparecieron, menos los que estaban sobre el cuello, los cuales volvieron la espalda para mirar al lado contrario del altar.

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Apenas terminó la elevación, volvieron los diablillos y se dedicaron otra vez de distraer a los jóvenes para que no pusieran atención a lo que estaban rezando. 

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 Creo que la explicación de este sueño es que los diablillos representan las distracciones que nos vienen cuando rezamos. Si rezamos sin pensar en qué es lo que decimos, ni a quién hablamos, ni qué le pedimos, entonces la oración pierde mucha parte de su valor y de su poder.

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Los que tienen el diablillo sobre el cuello son los que están en pecado mortal y no quieren dejar ese pecado. El diablo no se les va porque ellos le pertenecen a él, y a éstos les queda mucho más difícil que a los demás hacer oración. 

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Siguiendo con estos libros de catequesis para secundaria, hasta ahora cuando ponían la palabra Misa en minúscula, yo la corregía, pero en el punto que sigue lo voy a dejar todo como venía, para que vean cómo las víboras se infiltran: Misa en minúscula, pero sábado en mayúscula (en el punto anterior está domingo en minúscula), y después encima dicen que a lo que se llegó (obras comunes y liberales por ganancia en domingo) fue por seguir el Espíritu de Jesucristo. Ya eso me suena tan horrible…. que me recuerda Mt. 12,31: “Por eso os digo: todo otro pecado o blasfemia se perdonará a los hombres, mas la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada”

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Resulta que Jesús nunca dijo que se podía trabajar por dinero en domingo. Él hizo milagros en sábado porque es obra de Dios y dijo que por ej. los sacerdotes trabajan en el Templo en sábado y no pecan. Jesucristo permitió a los apóstoles arrancar espigas con las manos y frotarlas y comerlas, porque tenían hambre. Eso va en la lógica de que el sábado está hecho para el hombre (y el hombre necesita descansar y los animales también), por lo tanto está bien asistir a un enfermo en domingo, es más la Iglesia recomendaba como obra de caridad, visitar a los enfermos luego de la Misa. Y en el punto anterior no prohíben estudiar en domingo, pero por experiencia propia les digo que es dañino estudiar los domingos. Se necesita descansar a fondo un día y elevar el alma a Dios ese día especialmente sobre todos los demás.]

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181.- Trabajos permitidos.- La costumbre universal introducida y continuada a través de los siglos, y consentida o, al menos, tolerada por la Iglesia, permite dedicarse a toda clase de obras comunes y liberales, porque no dificultan asistir a misa a cualquier hora, e intervenir o participar en otras funciones religiosas, o entregarse a prácticas de obras de misericordia. Pueden ejecutarse, aunque sea por ganancia.
Los Apóstoles y sus sucesores, al permitir a los cristianos ciertos trabajos prohibidos a los judíos en día de Sábado, no hicieron más que seguir y poner en práctica el espíritu de Jesucristo, a quien habían visto recriminar tantas veces a los fariseos. 

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 [Para que vean cómo es difícil llegar al Cielo y no nos podemos desviar aunque otros nos empujen y no nos podemos relajar aunque nos parezca muy tranquilizador haber llegado a mitad de camino y nos tiente descansar bajo un arbusto, les paso otro sueño de San Juan Bosco, de ésos que publiqué el 24/12: 

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30. Un paseo al paraíso 1861 (MB. 653) En la noche del 7 de abril de 1861 dijo Don Bosco a sus jóvenes: – “Voy a contarles un sueño que tuve durante tres noches. Lo que más emoción me produjo fue que cada noche reanudé el sueño en el punto preciso en el que había quedado la noche anterior al despertarme. El sueño consta de tres partes: -- 

. . Primera Parte. Soñé que llegaba con mis discípulos a una hermosa y amplia llanura y que les preguntaba: ¿Quieren que vayamos a dar un paseo? Los jóvenes dijeron: ¿Pero a dónde? Y uno respondió: ¡Vamos al paraíso! Y todos aclamaron: ¡Sí, vamos al paraíso! Atravesamos la llanura y llegamos a una hermosísima colina de llena de toda clase de árboles frutales, y cada árbol estaba totalmente lleno de las frutas más exquisitas. Por todas partes se veían flores bellísimas y en el ambiente se sentía una paz y una alegría imposibles de describir. Los jóvenes mientras gustaban aquellas sabrosas frutas me preguntaban: ¿Qué significa todo esto? Y yo les respondía: “Esto es un recuerdo de los goces y alegrías que nos esperan en el paraíso”. 

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 Nos imaginábamos que ya estábamos en el paraíso pero luego al llegar a la cumbre de la colina divisamos a lo lejos una altísima montaña. Allí sí estaba el paraíso.

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Y vimos que una inmensa cantidad de gente subía por esa encumbrada montaña, con mucha dificultad pero con enorme entusiasmo, y que desde arriba Dios, desde una luz hermosísima, invitaba a todos a seguir subiendo y a no desanimarse por las dificultades. Vimos también que varios de los que ya estaban muy altos, bajaban otra vez para ayudar a los que estaban pasando por sitios demasiados difíciles, y les ayudaban para que lograran subir también ellos. 

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 Y se notaba que a los que llegaban a subir hasta la cumbre los recibían allá con una gran fiesta y con muchísima alegría. 

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 Numerosos jóvenes, al contemplar a lo lejos el paraíso, sintieron tal entusiasmo que emprendieron veloz carrera hacia él, para llegar lo más pronto posible, y se adelantaron mucho al resto del grupo. 

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El lago de sangre. Antes de empezar la subida hacia el paraíso nos encontramos con un lago de sangre, de varias cuadras de ancho y largo, y allí junto a él vimos multitud de brazos, manos, pies, cabezas y cuerpos descuartizados. Parecía que allí hubiera habido una horrible batalla. Era un espectáculo espantoso. Los jóvenes que se habían adelantado corriendo, estaban allí mirando horrorizados. Los demás jóvenes que iban llegando y que venían tan alegres, quedaron silenciosos y llenos de susto y tristeza.

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 En la orilla del lago había un gran letrero que decía: “POR MEDIO DE LA SANGRE”. Yo pregunté qué significaba todo aquello y una voz me dijo: “El lago significa la sangre que han derramado los mártires de la santa religión, desde la sangre del justo Abel hasta la del último profeta asesinado”. (Lc. 11,51) y la sangre del gran mártir Jesucristo, y la de todos los que han muerto por defender la religión.

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Y los brazos, pies, manos y calaveras, ¿qué significan? La voz nos respondió: “Son los que han pretendido luchar contra la Iglesia. Han quedado tendidos en el campo de batalla, pues la promesa de Jesús dice: “Los poderes del infierno no podrán contra ella” (S. Mateo 16,18). Yo les explique a mis discípulos que los que se sacrifican por defender la santa religión subirán muy alto hacia el Cielo y que los que atacan la religión de Jesucristo se quedarán destrozados a mitad del camino de la eternidad. Y seguimos nuestro viaje. 

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El lago de agua. Encontramos otro gran lago de aguas cristalinas, con un inmenso letrero que decía: “POR MEDIO DEL AGUA”. También junto a este lago había muchos cuerpos destrozados. Y una voz nos explicó: Esto significa que para ir al Cielo hay que ser purificados por el agua del bautismo y por el sacramento de la penitencia, porque “al Cielo no puede llegar nada manchado” (Apoc. 21,27). Y los restos humanos son los que no quisieron purificarse por la penitencia, y se dedicaron a obrar contra la Iglesia de Dios. 

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 El lago de fuego. Seguimos el viaje y llegamos a un lago de fuego. Allí a su alrededor había también restos de cuerpos humanos y en el otro extremo un gran letrero que decía: “POR MEDIO DEL FUEGO”. 

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 Y una voz nos dijo: “Esto significa que para ir al paraíso es necesario tener gran fuego de amor a Dios y de caridad al prójimo. Los restos de cuerpos humanos que hay alrededor significan los que en vez de amar a Dios y a su prójimo, se dedicaron fue a atacarlos. Han quedado destrozados, a mitad del camino de la eternidad.” 

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El circo de las fieras. Llegamos luego a un enorme circo llenito de terribles fieras: lobos, osos, tigres, leones, panteras, serpientes, perros bravos, gatos rabiosos y cada monstruo tenía la boca abierta mostrando sus colmillos y aguardando que alguno se le acercara para devorarlo. -- La voz nos dijo: “Esos son los peligros que el demonio, el mundo y la carne presentan contra el alma para hacerla pecar y llevarla a la condenación”. -- Los jóvenes me preguntaron si nos acercábamos a las fieras pero yo les respondí: “El que ama el peligro, en él perece”. Y nos retiramos de allí y seguimos nuestro viaje. Si pasábamos por entre el circo, el camino era mucho más corto, pero muchísimo más peligroso. En cambio, dando la vuelta, el viaje era mucho más largo pero con menos peligros, y dispusimos más bien a dar la vuelta. 

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 La multitud mutilada. Llegamos a una llanura donde había una inmensa multitud de personas, pero a cada cuerpo le faltaba algo. A unos les faltaban los ojos, a otros las orejas, a unos las manos y a otros la cabeza. Unos no tenían lengua. 

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 Los jóvenes estaban aterrados al ver a esa gente tan mutilada, pero una voz nos explicó: “Esos son los que por salvar el alma y por no pecar sacrificaron su vista o sus oídos o hicieron sacrificios en el hablar o hicieron sufrir a su cuerpo con ayunos y penitencias. Los que no tienen cabeza son los que se consagraron a Dios ofreciéndole toda su vida para su Santo servicio. Estas gentes cumplieron lo que decía Jesús: “Si tu mano o tu ojo te es ocasión de pecado, sacrifícalo. Que más vale entrar al Reino de los Cielos mano o ciego, que irse con las dos manos al infierno” (Mt. 18,8). 

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Estos resucitarán gloriosos para reinar eternamente en el Cielo. 

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 Y en aquel momento oí que una gran muchedumbre venia desde el Cielo para animar a los que iban subiendo hacia el paraíso y les decían: “Ánimo, bien, bien”, y al oír aquel ruido de aplausos y de gritos me desperté. Esta es la primera parte del sueño. 

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 . . Segunda Parte.

La plaza y el túnel. En nuestro viaje hacia el paraíso llegamos a una gran plaza llena de gente muy alegre. Pero la plaza terminaba en un túnel sumamente estrecho y el que quería pasar por él tenía que despojarse de todo lo superfluo, de todo lo no necesario, porque si no era así no cabía por el angostísimo túnel. Entonces recordé la frase de Jesús: “El que no renuncie por amor a mí, a lo que mucho ama, no es digno de mí”. (Mt. 10,37). 

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Los atados a los animales. Entonces llegamos a un valle donde había muchos individuos, pero cada uno amarrado a un animal. Uno amarrado a un buey, otro a un asno o a un caballo, un tercero a un cerdo y otro a un perro o a un gato o a un conejo. Y me fue comunicado que los que están amarrados a un buey son los perezosos, en los cuales se cumplirá lo que dijo San Pablo: “El que poco cultiva, poco cosechará”. Y los que estaban amarrados a un asno son los tercos, los testarudos, los que siguen sus caprichos sin hacer caso a lo que les aconsejan los sacerdotes y los superiores. A ellos les dice salmo 22: “No seáis como asnos y mulas que hay que guiarlos con freno y si no nos hacen caso”. Me fue dicho que los que estaban amarrados a unos caballos son los que no emplean su cerebro para pensar en lo eterno y en la salvación del alma, sino solo piensan en lo que es de la tierra y del cuerpo material. A muchos los vi amarrados a cerdos y revolcándose con ellos entre el barro y me fue dicho que son los que se dedican a las pasiones sensuales y con el pecado se alejan de Dios. Y me acordé del Hijo Pródigo del cual dice el Evangelio que: “Se dedicó a vivir impuramente y lo pusieron a cuidar cerdos”

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Vi a unos amarrados a gatos: son los ladrones. Y otros amarrados a perros: los que dan escándalo y mal ejemplo. Y varios amarrados a conejos: los que son cobardes y no se atreven a defender su santa religión ni a practicarla delante de los demás. 

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El jardín infectado. Llegamos a un jardín muy hermoso lleno de rosas, violetas y manzanas. Pero apenas nos acercamos a las rosas notamos que en vez de aroma despedían un olor muy desagradable. Y las violetas en vez de oler agradablemente, olían a fetidez asquerosa. Y uno de los jóvenes quiso probar una de las manzanas que allí había y tuvo que vomitar porque tenía un sabor horriblemente feo.

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Y me fue comunicado que eso significa los goces materiales que ofrece el mundo: tienen apariencia de belleza y de sabrosura, pero en realidad producen asco y aversión y desagrado. 

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 La muchedumbre del camino ancho. Luego llegamos a una avenida ancha y atrayente y vimos que por allí corría alegremente muchísima gente. Orquestas, conjuntos musicales, gritos y aplausos. Unos bailaban, otros brincaban, y la algarabía de todo era ensordecedora. Pero notamos con susto que entre esa inmensa multitud que descendía por el camino ancho, iban unos tipos muy elegantes empujando para que no se detuvieran, pero a esos individuos les salían unos cuernos por debajo de sus sombreros. 

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 Entonces me acordé de lo que dice el Libro de los Proverbios: “Hay caminos que a la gente le parecen buenos pero que terminan llevando al desastre”. (Prov. 16,25). Y una voz dijo: “Miren cuánta gente va viajando tranquilamente hacia el infierno sin darse cuenta”. Entonces nosotros nos devolvimos llenos de susto y en vez de seguir por ese camino ancho que lleva a la condenación nos dirigimos hacia una senda estrecha que subía. Recordábamos aquellas palabras de Jesús: “Que ancha es la vía que conduce a la perdición y cuán numerosos son los que se van por ella, y qué angosto es el sendero que lleva a la Vida Eterna y qué poquitos son los que por él caminan. Viajad por la vía angosta.” (Mt. 7,13). 

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 Y yo pensaba: diré a mis discípulos: recuerden que los placeres conducen a la perdición no son sino mera apariencia. 

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Ofrecen sólo belleza exterior, pero no alegría interior. Estén alertas para no dedicarse a pecados que los hacen semejantes a los animales, como la pereza, la gula, la impureza, el robo, la desobediencia o el falso respeto humano. Qué triste que tengan que decir de nosotros como del hijo pródigo: se dedicó a vivir impuramente y lo pusieron a cuidar cerdos.

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Y en aquel momento, cuando íbamos a empezar a subir por el camino angosto, los muchachos comenzaron a gritar: “Este como que no es el camino. ¡Quizás nos equivocamos de camino! Y al oír estos gritos, me desperté. 

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 Tercera Parte. 

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El puente. Nos volvimos del camino ancho y llegamos otra vez a la inmensa plaza donde había tanta gente y de la cual se podían salir por un túnel muy estrecho. Pasamos por allí pero nos encontramos con que teníamos que pasar por un puente muy estrecho y sin barandas, debajo del cual había un horrible abismo. Los jóvenes se detuvieron asustados. Si dábamos un paso en falso caeríamos a las aguas turbulentas que corrían encajonadas por el tenebroso abismo, y desapareceríamos. 

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 Al fin uno se atrevió a pasar y lo siguieron los demás, poco a poco y con muchísimo cuidado, y logramos llegar al otro extremo sin caer al torrente. Nos había servido ser, como decía Jesús: “Sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes”. Un camino muy difícil. Encontramos luego un camino sumamente difícil de andar. En un sitio montones de espinas pretendían impedirnos el paso. Más allá piedrononas inmensas que para pasar sobre ellas había que agarrarse muy fuerte con las manos y con los pies, y cada uno tratar de ayudar a subir al que iba cerca. La subida era cada vez más escarpada pero nosotros nos animábamos a no desfallecer, y seguimos subiendo. Mirábamos hacia arriba y veíamos el recibimiento tan festivo y alegre que allá les hacían a los que lograban subir aquella cuesta, y esto nos animaba a seguir subiendo aunque las dificultades fueran cada vez más grandes.

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En la cumbre, pero casi solo. Al fin llegamos a la cumbre de la montaña. Los que estaban allí se preparaban para hacernos un gran recibimiento, cuando yo me volví a mirar cuántos habían llegado conmigo hasta la altura y con enorme tristeza vi que de todos mis 800 y más discípulos que habían emprendido conmigo aquel camino hacia el paraíso solamente tres o cuatro habían logrado llegar hasta allá. -- Y los demás, ¿qué les sucedió por el camino? – pregunté. 

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Y una voz me respondió: “Los demás se han quedado estancados en distintas partes del camino. Mire bien y verá dónde se han quedado. Quizás si siguen luchando logren llegar hasta la altura”.

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 Me puse a mirar y vi que unos estaban distraídos recogiendo caracoles. Otros hacían ramos con flores silvestres. Algunos recogían frutas verdes y varios se dedicaban a perseguir mariposas. Hasta había quienes estaban coleccionando grillos y muchos se habían sentado a descansar tranquilamente en la sombra de un matorral. 

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Yo me puse a gritarles que no se dedicaran a esas boberías inútiles, que éste no era tiempo de dedicarse a descansar, que no se detuvieran en la subida, que siguieran caminando hacia la altura. Unos poquitos, unos ocho me hicieron caso. Los demás siguieron dedicados a esas inutilidades. 

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A mí me daba pena llegar con un grupito tan reducido al paraíso, y les dije a mis pocos compañeros: espérenme aquí que yo bajo a tratar de hacer subir a los rezagados. 

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Y me vine cuesta abajo animando a unos, empujando a otros hacia arriba y hasta regañando a algunos muy despreocupados. Les repetía afanosamente: “Sigan caminando hacia arriba. No se queden en mitad del camino del paraíso por dedicarse a cosas que no valen la pena… sigan, suban”. 

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Y bajé hasta donde empieza la subida de la montaña y allí encontré muchos desanimados que ya no querían hacer sacrificios para llegar al paraíso, sino que pensaban dedicarse a la vida fácil sin hacer esfuerzos por subir. 

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Animé a todos a emprender de nuevo el camino hacia las alturas y cuando ya iba a comenzar a caminar hacia la alta montaña, me tropecé con algo y me desperté. -- Quiero terminar esta narración diciéndoles: “De 800 que empezaron la subida sólo cuatro llegaron directamente al Cielo. 

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¿Y los otros? Tendrán que quedarse en el Purgatorio pagando los pecados. Para unos el Purgatorio será muy cortico, pero para otros puede ser muy largo. Y algunos me preguntará: “¿Qué debo hacer para que mi Purgatorio no sea tan largo?”. Yo le respondo: “Gane indulgencias”. Indulgencias es el perdón de una parte de la pena que se debe pagar por el pecado. 

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 La Iglesia Católica tiene poder de conceder indulgencias, porque Cristo dijo a los Apóstoles: “Todo lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el Cielo”. La Iglesia ha concedido indulgencias a quienes le ofrecen a Dios el trabajo que hacen. También se gana indulgencia cada vez que se ofrece a Dios un sufrimiento o se da una limosna por amor de Dios. Gana indulgencia quien asiste a la Santa Misa y quien comulga y el que reza el Rosario o visita a Jesús Sacramentado en un Templo, etc.] 

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 182.- Causas que autorizan el trabajo en días festivos.- Hay causas que excusan y autorizan el trabajo en días festivos. Las principales son la necesidad, la caridad, la piedad, el bien público, la legítima costumbre y la dispensa. La causa ha de ser tanto más grave cuanto más se prolongue el trabajo, y en lo posible hay que evitar el escándalo. Además, conviene tener siempre presente el espíritu de la ley de descanso dominical.

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Por necesidad se permiten los trabajos de cocineros, panaderos, ferroviarios, etc., pero a nadie se exime de la obligación de oír la Santa Misa, siempre que no haya incompatibilidad. 

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La caridad para con el prójimo autoriza trabajar por los enfermos y los pobres que se hallan en necesidad apremiante; cavar sepulturas para difuntos, etc. 

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La piedad o maro de Dios permite algunas obras serviles anejas al esplendor del culto divino; por ejemplo, que se prepare lo necesario para una función religiosa próxima, que se adornen los altares, etc. 

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El bien público excusa muchos trabajos serviles, como son los de bomberos, guardias, barrenderos y otros servicios públicos que el bien común no permite se aplacen. Por este motivo parece lícito, en algunas circunstancias, cargar y descargar vagones y barcos, si no es posible obrar de otro modo.


En casos particulares el Obispo y el Párroco pueden dispensar, especialmente en la época de recolección de cosechas, para evitar a los labradores daños inminentes. 

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 En algunas partes, por “legítima costumbre”, se permiten ciertos trabajos como regar las hortalizas, remendar la ropa, etc. 

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La necesidad puede excusar a los criados, o hijos, cuyos amos o padres, les obliguen a trabajar, si no encuentran fácilmente otro amo; a las criadas y a las madres, que limpian o remiendan los vestidos por no poder hacerlo durante la semana; al obrero, que repara los instrumentos de trabajo que ha de emplear el día siguiente, si no tuvo tiempo la víspera; a los fundidores y obreros de altos hornos, cuyos trabajos no pueden interrumpirse por el quebranto económico grave que supondría para la empresa.

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[nota: No hay “legítima costumbre” contra el Evangelio. Y acá empiezan con los que no pueden excusarse, siguen con los obreros que no quieren levantarse unas horas antes el lunes para reparar sus cosas y se llega a justificar a los ricos… “cuidado que no tengan grave quebranto económico”…]

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La urgencia de ciertos trabajos de modistas, sastres zapateros y otros, para bodas inminentes, viajes imprevistos, funerales, suponiendo que no se ha podido prevenir o hacer de otro modo, puede excusar. A veces habrá culpa por no haberlos hecho antes o por haber tomado más trabajo del que pueden realizar para una fecha determinada. Los que hacen esto por costumbre son reos de culpa grave. 

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En todos estos casos, para no engañarse o dejarse llevar de la ilusión, bueno y prudente es consultar al confesor o al párroco antes de obrar. [Nota: Lean los mensajes de Ntra. Sra. de las Rosas que nos dice que ya nadie humano está en condiciones de dirigir nuestra alma. Siempre Dios se reserva excepciones, pero igual, sigan a Ella como Divina Pastora que nos lleva a Jesucristo] 

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183.- Consecuencias de profanar los días festivos.- La profanación de los días festivos trae fatales consecuencias para los individuos, que se agotan, materializan, y paganizan, y para los pueblos, que se degradan y convierten en máquinas explotadas, sin contar los perjuicios que les caen encima y las maldiciones divinas. 

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“La violación del domingo es precursora de toda clase de desgracias. Es la extinción de la fe, el abandono de la oración, el olvido de la eternidad. Es la supresión de Dios en la vida del hombre” (León XIII). 

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La infracción de este mandamiento es el escarnio de la Religión; la descomposición de la familia, que no lleva vida común; el desequilibrio de la sociedad, porque el obrero no puede atender a su formación religiosa, moral y cultural, y vive como un ser degradado, al lado de las clases acomodadas y cultas. ¿Habrá que maravillarse después que se levanten turbas de hombres sin fe y sin ley que promueven hondas convulsiones sociales y amenazan sumirnos en el salvajismo y la anarquía?


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 Decía el Santo Cura de Ars: Conozco dos medios infalibles para empobrecerse: trabajar los domingos y robar. 

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“Trabajo en domingo, alegría del demonio”, dice un proverbio italiano. 

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184.- Lección práctica.- ¡Domingo! día del Señor… Suenan las campanas… Es la voz de Dios que nos llama… Con su sonido, parece como si los condenados, llenos de rabia, dijeran: ¡Maldito domingo!... ¡maldito domingo!... En cambio, con ellas, los bienaventurados, llenos de alborozo parecen decirnos: ¡Bendito domingo!... ¡bendito domingo!... 

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¿Por qué será que los condenados maldicen el domingo y los elegidos lo bendicen? Escuchemos la respuesta de unos y otros:
-Para siempre sea maldito el domingo –dicen los precitos [condenados a las penas del infierno, réprobos]- porque en ese día aprendimos a jugar, a frecuentar malas compañías, a ser perversos y viciosos, y a cometer los pecados que nos precipitaron en el infierno. 

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-Eternamente bendito seas, oh santo día del Señor –exclaman en el cielo las almas salvadas-, porque gracias a ti aprendimos la doctrina cristiana y el modo de servir a Dios; enmendamos lo malo y nos corregimos de los defectos confesando y comulgando, y, dando descanso al cuerpo, tuvo tiempo el alma para alabar y dar gloria a Dios que ahora es nuestro gozo y nuestra felicidad eterna. Recordemos cada domingo y día festivo el sermón que las campanas nos predican: cumple tus deberes de cristiano, no peques y te salvarás. 

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[Eso que tiene este capítulo de permitir aún pescar por dinero en Domingo y algunas otras cosas que dice son el producto de ciegos infiltrados que guían a otros ciegos. El Domingo es el día consagrado al Señor (el Padrenuestro es la oración dominical, la oración que el Señor nos enseñó) y como Jesucristo nos dice que no podemos servir a Dios y al dinero, está claro que nada de trabajar por dinero en Domingo. Hay gente que tiene que obligación de trabajar en trabajos esenciales, pero debe ser por un corto lapso, no como día común, y tener tiempo para ir a Misa, rezar, estar algo con la familia, y le tienen que compensar con un día y medio por esas no más de 4 horas trabajadas en domingo. Hay quien piensa que por turismo hay que aprovechar el verano y abre los domingos en esa época, pero recordar que ni el extranjero debe hacer trabajos en el día del Señor. Siempre te ponen el caso lacrimógeno de un pobre que no puede hacer otra cosa que violar la ley de Dios, y se lo excusa y luego las víboras dicen que esa situación de transgredir no es pecado y que todos lo pueden hacer. Ese argumento les sirve para el aborto, divorcio… cualquier cosa. NO. Acá cuenta el caso de una mujer que sólo puede remendar la ropa en domingo. Pienso que una pobre mujer que se va de la casa a la madrugada y vuelve de noche, 6 días a la semana, sólo encuentra buena luz para coser en Domingo. Pero la Iglesia es una familia donde debe reinar la caridad de verdad, no sólo unos billetes a una organización, así que bien haría el sacerdote en buscar entre las feligreses a un par que le sobre tiempo para charlar en la plaza en las tardes y que por caridad hagan la costura de la pobre mujer. El demonio y sus secuaces nos tiran tinieblas para que nos olvidemos de la Palabra de Dios, y en última instancia, de Dios.] --

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