113. Las vacaciones 1878 (MB. 13,646).
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El 24 de octubre de 1878 Don Bosco anunció a sus alumnos que les iba a narrar un sueño, y esta noticia hizo prorrumpir a los jóvenes manifestaciones muy notorias de satisfacción. Les habló así: Soñé que llegaban a un jardín y que allí había una gran cantidad de corderillos jugando muy contentos. De pronto se abrió una puerta que daba salida hacia un gran potrero y la mayor parte de los corderitos salieron a distraerse libremente por aquellos pastizales. Sin embargo, algunos de ellos no se fueron hacia el amplio potrero sino que se quedaron en el reducido jardín en el cual los pastos eran menos abundantes, pero los peligros era también menores.
Estaba el numeroso grupo de corderos alimentándose tranquilamente en el potrero, cuando de pronto se oscureció el Cielo, y brilló deslumbrante un relámpago y se oyó el ruido ensordecedor de un trueno. Había estallado una tormenta.
Sentí temor porque una tormenta puede hacer mucho mal a los corderos, y empecé a llamarlos. Y mis salesianos los llamaban también y trataban de hacer que entrarán otra vez al jardín para que se estuvieran allí bien resguardados. Pero muchísimos de ellos no quisieron aceptar la invitación y como eran más ágiles que nosotros salían huyendo y no entraban al jardín.
En medio del jardín había una fuente de agua con estás palabras del Cantar de los Cantares: “Huerto cerrado (para que no entren las alimañas). Fuente sellada (para que no sea contaminada) (Cant. 4,12). Y de la fuente salió un manantial de agua hacia la altura y se dividió formando un arco iris, y haciendo una bóveda o techo inmenso para cobijarse y resguardarse allí.
Como la tempestad se volvía cada vez más violenta y peligrosa, mis salesianos y yo y todos los corderillos que habían aceptado entrar al jardín, nos cobijamos bajo aquella bóveda maravillosa que no dejaba penetrar el agua ni el granizo.
Miré a los corderitos que nos acompañaban y en la frente de cada uno vi el nombre de un alumno de nuestras obras. Pero me angustiaba pensando qué les podría haber pasado a los corderos que se había quedado en el campo.
Y en plena tormenta y granizada salí al campo. Y allí contemple con horror que los corderos que se habían quedado a la intemperie estaban todos heridos por la tormenta y el granizo. Unos tenían heridas en la cabeza, otros en sus manos, y algunos tenían herido el corazón. Varios intentaban dirigirse hacia el jardín pero la tempestad y la granizada los atacaba tan fuertemente que no los dejaban moverse.
Y fijándose en aquellos pobres corderos vi en la cabeza de cada uno el nombre de un alumno de nuestros colegios.
Enseguida me fue presentado un vaso de oro con tapadera de plata y allí dentro había un aceite curativo. Y me fue dicho: – Unja con este aceite a los heridos y quedarán curados.
Empecé a llamar a los corderitos heridos para que se me acercaran, pero ninguno quería venir hacia mí. Me acerqué a ellos para curarlos, pero huían y no se dejaban alcanzar.
Al fin logré alcanzar a uno que tenía los ojos casi destruidos y se los ungí con aceite.
Inmediatamente le quedaron bien y entró alegremente al jardín.
Luego vi que el jardín se transformaba y que en él aparecía un letrero que decía: “Colegio Salesiano”. Enseguida los corderitos que se habían quedado afuera exponiéndose a la tormenta fueron entrando uno por uno en el jardín, pero aun allí varios de ellos no aceptaron que yo me acercara con el aceite curativo a sanarles sus heridas.
Luego un personaje me dijo: – Mire, en ese estandarte esta escrito qué significa el sitio donde la tormenta causa destrozos.
Volví a mirar y el estandarte tenía un letrero: VACACIONES.
Y la voz continuó diciéndome: – Ese es el efecto de las vacaciones para muchos alumnos: les llega la tormenta de las pasiones, de las tentaciones y de las ocasiones de pecar. La granizada que hería a los corderitos representa a los pecados porque ellos hieren el alma. El aceite curativo es una buena confesión con propósito de enmendarse. Pero algunos no quieren aceptar este remedio tan provechoso para curarse de los males del alma.
No se canse de recomendar a todos que tengan cuidado porque las vacaciones pueden ser un verdadero peligro para su alma y para su salvación.
Al oír esta recomendación, un ruido en la habitación vecina me despertó.
Nota: Este sueño como todos los que el Santo narró a sus alumnos, produjo buenísimos resultados entre sus oyentes.
Muchos de ellos fueron a que Don Bosco les dijera qué tan heridos los había visto en aquella visión y quedaban admirados al constatar la precisión con la cual les describía las heridas que en su alma habían recibido en vacaciones. (Este sueño fue narrado cuando los alumnos estaban recién llegados de vacaciones, pues en Italia el año escolar empieza en octubre).
Fue tal el número de buenas confesiones que hubo en aquellos días que el buen Padre exclamaba emocionado: – Nuestros jóvenes se encuentran actualmente en un punto de fervor tan alto, como en otros años no se había conseguido sino dos o tres meses después de haber llegado de vacaciones.
114. Las tres palomas 1878 (MB. 13,687).
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El 13 de diciembre de 1878 Don Bosco narró el siguiente sueño: Soñé que estaban en mi casa natal, en Ibechi, y que me presentaban un canasto en el cual había unas palomitas, pequeñitas y sin plumas. Después de unos momentos les aparecieron plumas a las palomas, y a tres de ellas les salieron plumas muy negras. Enseguida las palomas levantaron el vuelo y las vi alejarse por los aires. Pero uno que estaba allí cerca tomó una escopeta, apuntó y disparó. Y dos de esas palomas cayeron por el suelo, y la tercera se alejó.
Yo me acerqué y vi que aquellas dos palomas se convertían en clérigos. Y una voz me dijo: – Así será en tu obra: de cada tres, quedarán dos.
Nota: Don Bosco explicó diciendo que el canasto es el colegio salesiano. Que algunos de los alumnos (representados por muchas palomitas pequeñas) visten el hábito de religiosos, que en aquel tiempo era una sotana negra. Que los demás se van lejos, pero que de cada tres que se hacen religiosos, puede ser que dos logren perseverar en la vocación.