119. Las casas salesianas de Francia, 1880 (MB. 14,518).
En 1880 un gobierno anticatólico de Francia se propuso expulsar a todos los religiosos de este país. Los salesianos se asustaron y enviaron un telegrama a Italia pidiendo que les preparan 40 camas. Don Bosco les respondió que estuvieran tranquilos, que sufrirían pero que no serian expulsados. Sus amigos le preguntaron por qué estaba tan seguro de que sus salesianos no serian expulsados de aquel país y él les narró lo siguiente: En los días de la fiesta del Nacimiento de la Virgen (8 de septiembre) estábamos todos afanados por las noticias que llegaban de Francia acerca de la expulsión de los religiosos. Ya habían expulsado a los jesuitas e iban a expulsar a otras comunidades. Yo rezaba y hacia rezar por este problema y una noche vi mientras dormía que María Auxiliadora aparecía y extendía su gran manto y cobijaba bajo él a todas nuestras casas en Francia. La Virgen miraba con mucha amabilidad a nuestras casas de Francia. Estaba la Virgen mirando con expresión sonriente esas casas, cuando de pronto se desencadenó una tempestad espantosa y un terremoto horrible, y hubo granizada, rayos y cañonazos, que llenaron a todos de espanto y temor.
Todos aquellos cañonazos y rayos iban dirigidos contra nuestros salesianos pero ninguno de ellos sufrió daño alguno.
Todos los que se refugiaron bajo la protección de nuestra poderosa defensora, quedaron sin recibir heridas. Los dardos que enviaban los enemigos se estrellaban contra el manto de Nuestra Señora y caían al suelo sin poder hacer daño.
La Santísima Virgen rodeada de hermosísimas luces, y con una sonrisa en los labios y un rostro extraordinariamente hermoso exclamó: “Yo amo a los que me aman”.
Poco a poco la tempestad y el terremoto se fueron calmando, y ninguno de los nuestros fue víctima de aquellos peligros.
Por eso después de haber tenido este sueño yo les escribí a los salesianos de Francia que no se afanaran, pues la Virgen Santísima los iba a proteger de manera especial. Y aunque la prensa anticatólica pedía a gritos cada día que nos expulsaran, no fuimos expulsados. Que esto nos sirva a todos de estimulo para depositar siempre nuestra confianza en la Virgen Santísima. Pero no nos vayamos a enorgullecer, porque si nos llenamos de orgullo, la Virgen María puede abandonarnos y entonces los malos acabarían con nosotros.
Nota: La ley de expulsión ya había sido publicada. Muchas comunidades tuvieron que salir del país. Los encargados de expulsar a los religiosos duraron todo el día de convento en convento sacando religiosos a la fuerza. Y al fin a las diez de la noche cuando ya no faltaban por expulsar sino los salesianos, suspendieron las labores de expulsión para continuarlas al día siguiente. Pero al amanecer le llegó al alcalde un telegrama del Ministro de Gobierno ordenándole no expulsar a nadie más. El gobierno tenía temor de encontrarse con problemas internacionales. Así que los salesianos no fueron expulsados.
Claro que Don Bosco, siguiendo el lema: “A Dios rogando y con el mazo dando” no se quedó manicruzado sin hacer nada. Se fue al Ministerio de Relaciones Exteriores de su país y luego intercedió ante el Cónsul italiano en Marsella y por estos medios consiguió que el gobierno francés hiciera callar a los periódicos anticlericales que estaban calumniando a los salesianos y pidiendo que los expulsaran. Al fin el gobierno se dio cuenta de que los salesianos se dedicaban a educar a niños pobres y no los expulsó.
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120. Una nueva casa en Marsella, 1880 (MB. 15,56).
En septiembre de 1880 Don Bosco soñó que en Marsella le ofrecían una finca con bastantes pinos y con dos hileras de matas de plátanos y una zanja llena de agua que atravesaba la finca, la cual tenía una casa grande y espaciosa, y en el sueño oyó que en esa casa tendría un noviciado.
Más tarde el Padre José Oriol le dijo en Marsella que el Colegio Salesiano de esa ciudad necesitaba una casa de campo para que los jóvenes pobres fueran a pasar allá las vacaciones y Don Bosco respondió: – Ya tengo lista una casa grande y espaciosa, en una bella finca donde hay muchos pinos. Y a la casa se llega por en medio de dos filas de matas de plátanos, y a la finca la atraviesa una gran zanja llena de agua.
El Padre Oriol que sabia que Don Bosco no tenía en Marsella ninguna otra posesión fuera del Colegio Salesiano, creyó que el Santo estaba desvariando, pero se atrevió a preguntarle: – ¿En qué se basa para decir que tiene esa casa y esa finca en Marsella? Y el buen Padre le respondió: – Es que la vi en uno de mis sueños. Y vi allá muchos jovencitos jugando.
Aquel sacerdote aunque no era salesiano, sin embargo cuando oía algo que Don Bosco había sabido en alguno de sus sueños, lo creía como cierto sin más ni más. Así que se convenció de que esto iba a ser así en realidad.
Un año después unos bienhechores ofrecieron una finca para los salesianos, pero Don Bosco vio que no era como la del sueño y no la aceptó.
Pasaban los años y la finca no se conseguía. En 1882 el Padre Oriol le recordó al Santo lo que había visto en el sueño y él le aseguró sonriendo que el sueño se cumpliría a su debido tiempo.
Más tarde una señora le ofreció en arriendo a Don Bosco una finca en Marsella. El Santo escribió al Padre Director del Colegio Salesiano en esa ciudad para que fuera a ver la finca y le dijera si era como la que había visto en el sueño. El Padre Bologna vio que la finca era muy distinta a la del sueño y la finca no fue aceptada.
En 1883 la señora Pastré, rica propietaria a la cual Don Bosco le había curado una hija dándole una bendición, le escribió al Santo ofreciéndole una finca en Marsella. Don Bosco escribió de nuevo al Padre Bologna pidiéndole que fuera a ver la finca y que si allí había muchos pinos, y unas filas de matas de plátano, y una zanja con mucha agua y una casa grande, que la aceptara. El salesiano fue a ver la tal finca y se dio cuenta de que era tal cual el buen Padre se la había descrito en su carta. Entonces la casa fue aceptada y allí se fundó el noviciado de los salesianos.
En 1884 el Padre Oriol fue a visitar la famosa finca que se llamaba La Providencia y se quedó maravillado al ver que era exactamente igual a la que Don Bosco le había descrito en 1880 cuando le narró el sueño que había tenido.
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