06 Aug

134. El sueño de las misiones salesianas en América del sur, 1885 (MB. 17,260).
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En la noche del 31 de enero (1885) cuando un grupo de misioneros salesianos se preparaba para salir hacia América del Sur tuve el siguiente sueño: Soñé que acompañaba a los misioneros salesianos en su viaje hacia América del Sur y que ellos me pedían que les dijera algunos consejos. Y soñé que yo les decía:- Van a hacer mucho bien no porque tengan mucha ciencia ni muy buena salud ni abundantes riquezas, sino con estas condiciones: que tengan gran deseo de salvar almas, mucha piedad y mucho entusiasmo para promover la gloria de Dios y el bien espiritual de los demás.
Y soñé que habíamos llegado a América del Sur, a una extensísima llanura entre Chile y Argentina.
Mis queridos misioneros se habían dispersado tanto por aquellos extensos territorios que apenas lograba distinguirlos. Al contemplarlos me quedé aterrado al ver qué poquitos eran en cada sitio.
Pero luego me consolé pensando que eran pocos en cada sitio porque estaban repartidos por muchos centros de misión, y que su labor era como la pequeña semilla que se va esparciendo y que después produciría muy buenas cosechas espirituales.
Y vi que viajaban por aquellas tierras muchos transportadores que volaban por los aires. En Chile vi una casa grande donde numerosos salesianos se preparaban para el apostolado. En Argentina, Uruguay y Brasil vi muchas casas salesianas. Cuántas cosas maravillosas vi en este sueño. Veía lo pasado, lo presente y lo futuro. Si fuera a escribir todo lo que allí logré ver, llenaría libros muy gruesos. Y qué gran cantidad de gentes nativas de aquellas tierras veía allí, esperando la labor espiritual de los salesianos que los van a dirigir.
Noté que la labor de los primeros salesianos va a ser solamente la de esparcir la buena semilla de la evangelización. Y que después vendrán otros y recogerán la cosecha espiritual. Y me fue comunicado que los salesianos conseguirán grandes éxitos apostólicos con la humildad, con el trabajo incansable y con la templanza (o sea con saberse dominar en el comer, en el beber y en el descanso).
Y vi que muchos obreros de Europa se irán a las tierras de América a buscar trabajo y progreso en esas regiones tan hospitalarias.
Después de contemplar el porvenir tan glorioso que Dios tiene destinado a nuestra Congregación en América del Sur, subí a un transportador que volaba por los aires y volví a la ciudad de Turín y por sobre las montañas de los Alpes y la gente se veía muy pequeñita desde allá arriba. Y vi desde allá un número extraordinario de salesianos y de alumnos y de colegios que va a tener la Congregación. Muchos se iban de misioneros y otros venían a cubrir las vacantes que ellos habían dejado.
Y un joven sacerdote, muy venerable me mostró inmensos campos de apostolado y me dijo: – He aquí las almas y los países destinados a los salesianos, a los religiosos de San Francisco de Sales.
Yo estaba maravillado al ver la multitud tan inmensa de personas que estaban allí reunidas y que desapareció enseguida.
Ahora al narrar el sueño me doy cuenta de que solamente logro contar unas pocas cosas de las que allí logré contemplar.
El ánimo no es capaz de narrar todo lo visto. La memoria flaquea, las palabras son insuficientes para describir todo aquello.
Veía lo presente, lo pasado y lo futuro de nuestras misiones, con sus peligros, sus éxitos, sus contrariedades y con los desengaños momentáneos que acompañan a este apostolado.
Después vi que nos encontrábamos en un salón inmenso y bellísimo lleno de resplandores y de gratas fragancias y suaves olores, y donde se escuchaban armonías verdaderamente celestiales. Y noté que empezaban a llegar allí gentes de muchas naciones, vestidas de blanco y gritando alegremente: ¡Viva, Triunfo! Y acompañaban a los salesianos y a las religiosas de María Auxiliadora.
Y vi con admiración que entraban a ese salón muchos de piel muy oscura. Y me fue dicho: “Son los descendientes de Cam, que también serán evangelizados por los salesianos”.
Y todas aquellas multitudes gritaban emocionadas: ¡Viva! ¡Triunfo! Y entonaban gozosas las siguientes palabras: – Que se alegren el Cielo y la tierra porque Dios reina en nosotros. Dios les dará de comer del árbol de la vida y jamás volverán a tener hambre ni sed. Alabad al Señor todas las gentes. Cantad sus alabanzas pueblos todos.
Y un gran coro repetía: – Sólo a Dios la gloria y el honor por los siglos de los siglos.
Y todo aquello lo cantaban acompañados de unas armonías orquestales tan maravillosas que yo me volvía hacia el Monseñor Cagliero y le dije: – ¡Estamos en el paraíso! Y él me respondió: – No es el paraíso. Es una débil figura de lo que será el paraíso.
Y al oír aquellos grandiosos coros que cantaban: “Sólo a Dios honor, gloria y triunfo, aleluya, eternamente y para siempre” me olvidé de mi mismo y… me desperté.
Nota: En esos días salía para América del Sur una expedición de 18 misioneros salesianos y seis misioneras salesianas.
Viajaban presididos por Monseñor Cagliero, recién consagrado Obispo, y discípulo queridísimo por Don Bosco. Cuando Don Bosco narraba este sueño, cada vez que repetía las palabras: ¡Triunfo, Viva! asumía un tono tan vibrante que hacia emocionar a los que lo escuchaban. De vez en cuando en la narración derramaba lágrimas de emoción al recordar los grandes triunfos que Dios tenía preparados a sus religiosos. En el sueño se le dice que también los hijos de Cam serán evangelizados por los salesianos. En la Santa Biblia se llama a hijos o descendientes de Cam a los que son de raza oscura.
En Chile vio lo que se llama teologado salesiano, una amplia casa donde se han preparado muchos salesianos para salir a hacer apostolado.
El Padre Lemoyne copió el sueño tan pronto se lo oyó contar a nuestro Santo. Y envió copias a las Casas Salesianas de América. Poco después recibía una carta del Superior de Argentina, el Padre Costamagna que le decía: – Junto con el sueño de Don Bosco nos envió una carta en el cual nos dice que no es necesario prestarle mucha atención a sus sueños. Pues dígale al amado Padre que en eso si le vamos a desobedecer, pues sí les vamos a prestar mucha atención a sus sueños, ya que no podemos olvidar que él mismo nos ha dicho estas palabras: “Entre tantas comunidades religiosas que existen, quizás la nuestra es la que con más frecuencia ha recibido mensajes del Cielo”.
Este sueño se ha cumplido maravillosamente en América del Sur.
Actualmente hay en Latinoamérica más de 4,000 salesianos en más de 22 países. En Brasil son 962, con más de cien colegios y en el año de este sueño sólo tenían un colegio en este país. En Argentina son 871 los religiosos de Don Bosco.
En Colombia 375 con 33 casas de educación y bastantes parroquias (y en el año del sueño no habían llegado todavía a este país). En México son 346.
Don Bosco vio que muchos obreros de Europa se irían a las tierras de América en busca de trabajo. Esto sucedió de manera impresionante unos 15 años después cuando millones de europeos emigraron hacia América.

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135. La joven vestida de blanco, 1885 (MB. 17,374).

La noche del 6 de octubre (1885) soñé que estando yo con un grupo de salesianos, se aparecía una joven vestida con una blanquísima túnica, la cual entregándome una cuchilla podadora me dijo: “Es necesario dedicarse a podar y a cortar las malezas que invaden el camino”. Yo me dediqué a cortar ramas y matas con aquella afilada podadora, aunque el camino se volvía a llenar de malezas. La joven añadió: “Los superiores deben estar siempre de acuerdo entre sí y no dejar para más tarde el hacer las correcciones, cuando sea necesario hacerlas”.

Nota: Don Bosco al narrar este sueño lo explicó así: Las malezas que invaden el camino y que hay que ir cortando continuamente son los libros malos, las publicaciones dañosas, las malas conversaciones y todo aquello que puede oponerse a que la gente viva en gracia de Dios. En esto consiste gran parte de la sabiduría de los superiores de un colegio, en saber quitar del camino de la vida de nuestros jóvenes todas estas hierbas venenosas que hacen un gran mal a sus almas. Si los superiores se esmeran por estar de acuerdo entre ellos, y no se cansan de corregir, aunque no logren quitar del todo estas malezas, sí evitarán que ellas invadan el campo espiritual de sus alumnos.

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