136. El demonio en Marsella 1885 (MB. 17,386).
Estando hospedados en el Congregación Salesiana de Marsella, el Padre Cerrutti oyó por la noche un fuerte grito. Luego lo volvió a oír más fuerte todavía. Se dio cuenta de que aquel grito venía de la habitación donde dormía Don Bosco. Se levantó y se fue a ver qué era lo que sucedía. Entró a la habitación y encontró al Santo, despierto, sentado en el lecho. Lleno de inquietud, le preguntó: – ¿Don Bosco, se encuentra mal? – No, no – respondió con tranquilidad – Vete tranquilo a dormir.
Al día siguiente el Santo le contó el sueño que había tenido: – Vi que el demonio entraba en esta casa. Se fue al dormitorio y pasaba de una cama a otra diciendo: ¡Este es mío! ¡Este es mío! Yo protestaba. De pronto se precipitó hacia uno de aquellos jóvenes para llevárselo. Yo comencé a gritar y él se lanzó sobre mí para estrangularme.
Y al decir esto Don Bosco empezó a llorar y me dijo muy conmovido: – Querido Padre Cerrutti, ayúdeme. He venido a Francia a recoger unas limosnas para el Templo del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Pero en este colegio hay una necesidad espiritual muy grave. Hay que salvar a estos pobres jóvenes. Así que por estos días dejaré toda otra preocupación y me dedicaré a ayudarles a salvarse. Hagamos con estos alumnos un buen Retiro Espiritual.
Aquella noche el Padre Director anunció al alumnado que se haría al día siguiente un Retiro Espiritual y que Don Bosco confesaría a los que desearan confesarse con él.
Y el Retiro Espiritual resultó tan efectivo que el Santo exclamó después emocionado: – El diablo me hizo pasar una mala noche, pero le hemos dado también un estacazo y un golpe bien fuerte.
El Padre Albera, director de aquel colegio añadió: – Hay aquí algunos jóvenes que me han hecho llorar por su mala conducta.
Y el Padre Cerrutti preguntó a Don Bosco: – ¿Los que el diablo se quería llevar son únicamente los que no se confiesan? Y el buen Padre respondió: – No son solamente los que no se confiesan. Son los que se confiesan pero o no dicen todos sus pecados o se confiesan sin contrición, sin verdadero arrepentimiento.
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137. Las misiones de Asia, África y Oceanía, 1885 (MB. 17,552).
El 2 de julio de 1885 Don Bosco narró a sus salesianos el siguiente sueño: Soñé que estaba junto a una montaña elevadísima sobre la cual había un ángel que enviaba resplandores hacia regiones lejanas. El ángel tenía en su mano derecha una espada que brillaba como una llama vivísima y con la izquierda señalaba algunas regiones y decía: – El ángel de Axfaxad los invita a combatir las batallas del Señor y a reunir a todos los pueblos en los graneros del Señor.
Luego aparecieron Luis Colle y muchísimos jovencitos y una gran cantidad de ángeles que nos animaban a los salesianos para que no nos detengamos jamás en la labor de evangelizar y de extender la religión.
Y soñé que llegaba al centro de África donde se veían negros por todas partes y oí una voz que decía: – No hay maldición para ellos, sino bendiciones del Creador.
Después soñé que llegaba a Australia y a la gran cantidad de islas que formaban la Oceanía y escuchaba a miles de niños que nos gritaban: – Vengan en nuestro auxilio. ¿Por qué no continúan la obra que otros ya empezaron? Y muchos rodeaban a salesianos que no logré conocer y los recibían cantando: – Benditos los que vienen en nombre del Señor.
Y me pareció que en un futuro habrá allá en esas islas mucho trabajo para los salesianos, y que los trabajos de ellos producirán muy buenos frutos espirituales, porque la mano del Señor estará constantemente ayudándolos si saben agradecer los favores de Dios.
Oh, si los salesianos de ahora pudieran ver dentro de 500 años el destino tan maravilloso que Dios nos reserva para el futuro, si somos fieles.
De aquí a 150 ó 200 años los salesianos estarán extendidos por todo el mundo.
Nosotros seremos siempre vistos con simpatía aun por los malos porque nuestro trabajo en favor de las gentes más pobres y necesitadas atrae las simpatías de todos, de los buenos y de los malos. Habrá alguna cabeza mala que nos quiera acabar, pero esos serán intentos aislados que no tendrán el apoyo de los demás.
Pero todo con estas condiciones: que los salesianos no se dejen dominar por el amor a las comodidades o por el desgano por el trabajo. Que ninguno se deje vencer por la gula. Que todos propaguemos la buena lectura del Boletín Salesiano, y que apoyemos las vocaciones, y también las vocaciones de personas mayores que querrán venir a nuestra Congregación.
El viaje en aquel sueño fue desde Santiago de Chile, por Buenos Aires, Río de Janeiro, Sao Paulo, Cabo de la Buena Esperanza, Madagascar, Golfo Pérsico, Senegal, Ceilán, Hong Kong y Austria.
Explicaciones: Don Bosco hizo averiguar que significaba el nombre del aquel ángel que se llamaba “Ángel de Arfaxad”, y se supo que según la Santa Biblia, Arfaxad fue un descendiente de Sem, hijo mayor de Noé (Génesis, Cap. 10) y que los descendientes de Sem son los habitantes de Asia. Con lo cual se indica que este ángel invitaba a Don Bosco que sus salesianos fueran al Asia. En aquel gran continente tienen ahora los salesianos muchísimas casas y gran cantidad de vocaciones.
En cuanto al África donde vio a tantos negros aguardando la llegada de los salesianos, ya su comunidad tiene casas en casi todo los países de ese continente.
El Santo pensaba con frecuencia en este sueño, hablaba de él con mucha satisfacción y alegría y veía en él una confirmación de lo que ya se le había confirmado en otros sueños. Ahora sus salesianos están en 105 países, tal como le fue anunciado en estos sueños que anunciaban el futuro.