04 Oct

150. Ricos que llegan a ser pobres, 1887 (MB. 18,169).

El 9 de agosto de 1887 Don Bosco narró el siguiente sueño: Vi en sueños que muchos dueños de fincan buscaban pastos para sus animales y no los encontraban. Y decían: – ¿Qué haremos que no hay con qué alimentar los ganados? Y otros respondían: – Tendremos que matar el ganado y comernos la carne. Como en tiempos de José en Egipto, aquí las vacas flacas devoraran a las vacas gordas.
Luego vi unas maletas muy bien cerradas que nadie lograba abrir. Al fin pude abrir una de ellas y estaba totalmente llena de dinero. Y una voz me dijo: – Es el dinero de los ricos que pasara a los pobres, mientras que los ricos no lo podrán emplear. Muchos ricos perderán lo que tienen y serán expropiados.
Nota: Había aquí avisos de sequías y veranos muy grandes que iban a llegar [¿y porqé no están escritos acá? Es que no es una buena versión de los sueños sino muy acortada] a los agricultores y ganaderos, y la reafirmación de una verdad que Don Bosco iba predicando en esos años de ciudad en ciudad: “Si los ricos no comparten voluntariamente con los pobres repartiendo generosamente con ellos sus riquezas, un día violentamente les quitaran lo que poseen. Lo que podrían dar por las buenas (ganando así mucho premio para el Cielo) y no lo quieren dar, lo perderán un día por medio de la violencia, pero ya sin meritos ni premios para el eternidad”. Y la historia de las revoluciones y de los continuos secuestros de ricos ha venido demostrando que sí se cumple este penoso aviso.
IR A CONTENIDO
.
.
151. El ramillete de flores, 1886 (MB. 18,28).
El 31 de enero de 1886 se reunieron junto a Don Bosco los alumnos de los cursos superiores del Oratorio de Turín y le dijeron: – Cuéntenos algún sueño que se relacione con nosotros.
Y él respondió:- Una noche soñé que estaba en el patio paseando rodeado de muchos alumnos y que uno de ellos siempre me volvía la espalda. Noté que en sus manos llevaba un ramillete de hermosas flores, pero seguía volviéndome la espalda. Yo le hice ver lo feo que era esa costumbre, y él me respondió: – Es que yo soy como las campanas que invitan a la gente a que vaya al Templo pero ellas nunca van a misa.
Ese joven lo conozco muy bien, pero no digo quién es.
Nota: Quizás les quería insistir en lo peligroso del apostolado es decir cosas muy bellas a la gente, pero no cumplirlas el que las recomienda.
Cumpliéndose así lo que Jesús decía de los escribas: “Colocan pesadas cargas de obligaciones en los hombros de los demás, pero ellos no mueven ni un dedo para llevar esas cargas” (Mt. 23,4

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO