154. Las uvas, 1887 (MB. 18, 283).
El 24 de marzo de 1887 soñó Don Bosco lo siguiente: Soñé que estaba en medio de unas matas de uva en tiempos que no son de cosecha. Las uvas en mi tierra se cosechan en septiembre y ahora apenas estábamos en marzo. Y al ver semejante cantidad tan grande de racimos exclamé: – ¡Qué hermosa está la uva! Este año tenemos una cosecha muy abundante.
Y oí que mi hermano José me decía: – Es necesario recoger ahora todo lo que se pueda, mientras hay abundancia, porque van a venir tiempos de mucha escasez.
– ¿Por qué va a llegar esa escasez? – Porque la gente abusa de la abundancia. Cuando tienen mucho vino, toman mucho vino.
Puede referirse no solo a la cosecha de uvas sino también a las vocaciones. En aquel año San Juan Bosco tenía alrededor de 100 novicios. Había que aprovechar estos años de abundancia, porque después llegarían los años de gran escasez de vocaciones.
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155. Los castigos de los pecadores, 1887 (MB. 18,284).
El 3 de abril de 1887 hablo así Don Bosco: Anoche vi en sueños los castigos que esperan a los pecadores. Y lo que vi es tan terrible que si los que me oyen pudieran verlo, o se dedicarían a una vida santa o saldrían huyendo llenos de susto. Primero oí un estruendo y un griterío como los que se sienten cuando hay un terrible terremoto. Luego vi un enorme horno donde muchos ardían y lanzaban lastimosos quejidos. Y una voz me dijo:- Muchos se dedican en esta tierra a todos los goces deformados. Y después horribles sufrimientos.
Luego vi allí sufriendo a muchas personas horrendamente deformadas. Y eran de los nuestros. Y al verlos sufrir tanto y oírles tantos lamentos exclamé: – ¿Pero no habrá algún modo de que paguen sus pecados y no tengan que venir a sufrir tantos tormentos? Y una voz me respondió: – Que paguen sus pecados con plata y oro. Con limosnas a los pobres, pero también con otra plata y oro preciosos: las oraciones frecuentes, las confesiones y comuniones fervorosas servirán para librarse de los sufrimientos que esperan a quienes viven cometiendo pecados.
Nota: Don Bosco se despertó muy angustiado y lloraba al narrar este sueño. Allí vio destinados a muy terribles castigos a muchos de sus amigos que manchaban sus almas con frecuentes pecados. Afortunadamente la voz del Cielo le anunció unos modos prácticos para librarse de aquellos castigos: orar, dar limosnas y recibir con fervor y frecuencia a los Santos Sacramentos, especialmente la Sagrada Eucaristía.