25. Sueño sobre la Aparición de mamá Margarita 1860 (MB. 5,403)
--
“Mi mamá Margarita había muerto el 25 de noviembre de 1856, pero en el mes de agosto de 1860 soñé que viniendo cerca del Santuario de la Consolata me encontraba por el camino con ella. El aspecto de mi madre era bellísimo. Y yo admirado le pregunté:
– ¿Pero cómo, Su merced aquí? ¿No está muerta? – He muerto pero sigo estando viva – me respondió
– ¿Y su merced es feliz?
– Totalmente feliz. Felicísima.
– Le pregunté si había ido al paraíso inmediatamente después de su muerte, y me respondió que no. [Mis enemigos borraron una parte importante, lo que recuerdo es que ella le dijo que había pasado por las llamas del purgatorio y que le dio los nombres de algunos alumnos que vio allí] Luego le pregunté si en el paraíso estaban algunos de mis mejores alumnos que habían muerto. Le dije los nombres y me dijo que sí estaban allá. Luego le pregunté: ¿Me podrá explicar qué es lo que se goza en el paraíso?
– Aunque te lo dijera, no lo podrías comprender – me respondió. [lo que en realidad le contestó es que él quería saber demasiado]
– ¿Pero no me podría dar aunque fuera una pequeñita muestra de lo que allá se goza, o se ve, o se oye? Y en ese momento vi a mi madre totalmente resplandeciente, adornada con una lujosísima vestidura, con un rostro de maravillosa majestad y belleza, y acompañada de un numeroso coro que cantaba solemnemente. Y ella empezó a cantar un himno de amor a Dios, un canto de una dulzura que nadie logra explicar, un canto tan bello que llenaba de gozo y de dicha el corazón, y que elevaba la mente hacia las alturas celestiales. Parecía que fuera un coro de millones y millones de voces, a cual más de hermosas y armónicas, desde las voces más graves y profundas, hasta las más elevadas y agudas. Y una incontable variedad de modulaciones, tonalidades y vibraciones, unas fuertes, otras suaves, combinadas con el arte más exquisito y con una delicadez tal que formaban un conjunto maravilloso.Al oír aquellas finísimas melodías quedé tan emocionado que me parecía estar fuera de este mundo y no fui capaz de decir nada ni de preguntar ninguna otra cosa más a mi madre.Cuando hubo terminado el canto, Mamá Margarita se volvió hacia mí y me dijo: “Te espero en el Cielo, porque nosotros dos debemos estar siempre cerca del uno del otro. Dichas estas palabras desapareció”.
--
Nota: Mamá Margarita ejerció una influencia importantísima en la vida de San Juan Bosco. Él quedó huérfano de padre a los dos años y medio, y la educación se la dio su santa madre, formidable mujer que, aunque analfabeta, poseía dotes maravillosas para educar.Cuando ya su hijo fue sacerdote se fue con él a Turín y allí junto a su hijo pasó los últimos diez años de su vida haciendo de madre amorosa para esos centenares de huerfanitos abandonados, que Don Bosco iba recogiendo para educarlos y librarlos de peligros materiales y espirituales. Los muchachos de Don Bosco la llamaban cariñosamente “Mamá Margarita”, y así la llaman los salesianos de todo el mundo. Don Bosco habla muy hermosamente de ella en la “Autobiografía” que por orden del Papa tuvo él que escribir. Cuando le presentaron el retrato de Mamá Margarita a los sesenta y siete años (1855), pintado por Rollini, según un croquis de Bartolomé Bellisio. Le fue ofrecido a Don Bosco en el día de su santo, 24 de junio de 1855. Al verlo, exclamó: “Es ella. No le falta sino que hable”. Se conserva en el museo de Don Bosco (Turín).Por haber muerto Mamá Margarita un 25 de noviembre, en las 1,300 casas salesianas del mundo celebra cada 25 de noviembre una misa por los papás difuntos de los salesianos.
--
CURACIONES
Don Bosco había ido a Roma para obtener la aprobación de la Santa Sede para la Sociedad Salesiana. Existía una fuerte oposición, de manera que Don Bosco tuvo que hacer campaña visitando a los prelados más influyentes de la Sagrada Congragación. Uno de los miembros más poderosos era el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Antonelli. Cuando Don Bosco fue a verlo, el Cardenal estaba inmóvil en un sofá.
“¡Entre, mi muy estimado Don Bosco, entre!” –dijo el Cardenal
“Eminencia, ¿Cómo está de salud?”
“¡Mire en qué estado me encuentro! Estoy clavado así por varios días. Mi gota ha vuelto. ¿Qué es lo que usted quiere de mí?”
“He venido a pedirle que usted ayude a la Sociedad Salesiana”
“Pienso que es difícil. Sin embargo, le prometo que la recomendaré al Santo Padre, no bien pueda ir a verlo.”
“Necesito que vaya pronto” –replicó Don Bosco
“Pero usted ve como estoy. No me puedo mover. El Papa habitualmente viene a verme aquí cuando no puedo ir a su cuarto. Tan pronto como venga, le hablaré en su favor.”
“Tenga fe en Santa María y vaya pronto”
“¿Y cuándo? –exclama el Cardenal Antonelli, mirando a Don Bosco.
“¡Mañana!”
“¿Usted quiere decir que seré capaz de ir?”
“Tenga fe en la Virgen, porque de lo contrario nada podemos hacer.”
“Muy bien, iré mañana… ¿Pero si algo peor me sucede?
“Yo soy el responsable; mañana se sentirá mejor. Deje todo a la Virgen. Ella sabrá cómo hacerlo”
“Iré mañana, y si lo que usted dice realmente sucede, haré todo lo que esté en mi poder por su Sociedad”
A la mañana todo el dolor había cesado. El Cardenal fue a la audiencia del Papa y le relató el diálogo con Don Bosco y cómo había sido curado.
Lo mismo sucedió con un fuerte oponente de la Sociedad, el poderoso secretario de la Sagrada Congregación, Monseñor Sbegliati. Cuando Don Bosco le expresó sus deseos, Sbegliati le dijo: “Su pedido es serio y difícil. Además, no sé cuándo podré ir, enfermo como estoy.”
“ Sin embargo, necesito que usted vaya a ver al Santo Padre”
“¿Cómo cree usted que puedo hacerlo con esta violenta y persistente tos?”
“Tenga confianza en la Virgen Santa, ofrézcale que usted se interesará en la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, y yo le prometo que usted se curará”
“Si usted me asegura, iré”
“¿Y cuándo?”
“En tres días”
“No, mañana”
“Ah, Don Bosco, si pudiera ir a ver al Papa mañana, le puedo asegurar que le hablaré de tal manera que todo saldrá perfectamente…”
Y el Monseñor cumplió su palabra, puesto que su tos había desaparecido al día siguiente. Unos días después, el 1ro. de marzo de 1869, la Pía Sociedad Salesiana era aprobada definitivamente por la Santa Sede.