10 Jul

31. Desde lejos ve lo que otros están haciendo, 1861.


El 4 de febrero de 1861, salió Don Bosco para el Seminario de Bérgamo a predicar.
Al día siguiente escribió al Prefecto de disciplina de su Oratorio en Turín: “Vi anoche desde aquí que el diablo hizo ayer males entre los muchachos de allá. Y temo que mañana lo vuelva a hacer otra vez”.
Al constatar después que sí había sido así, el Padre Bonetti y el Padre Ruffini exclamaron: “Ahora sí nos convencemos de que Don Bosco ve las cosas desde muy lejanas tierras”.
A la noche siguiente en la cena les dijo a los superiores y seminaristas de Bérgamo: “Hoy he visto desde aquí que dos de mis alumnos me estaban escribiendo cada uno una pequeña carta y me la enviaban”.
¿Y cómo lo sabe? – le preguntaron aquellos amigos.
– Pues mañana verán que sí fue así.
Y al día siguiente estando almorzando llegó el portero con el correo. Eran dos pequeñas cartas que le habían escrito sus dos alumnos.
Y esa misma noche leía el P. Alassonati a los alumnos de Turín lo malo que Don Bosco había visto en sueños que había sucedido allí en el Oratorio. Los culpables se quedaron aterrados al ver que todo se había sabido desde tan lejos.
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32. La linterna mágica, 1861 (MB. 6,679).


Este sueño lo tuvo Don Bosco el 1o. de mayo de 1861. Dice que duró unas seis horas.
Apenas se despertó se levantó y se dedicó a escribir los datos más importantes que había visto u oído durante el sueño. Luego el 2 de mayo por la noche estuvo 45 minutos narrándolo a todo el alumnado reunido. Dijo así: Me pareció que salía de mi casita en Ibechi y que iba a pasear por el campo. En el camino me encontré con un personaje que estaba aguardando a alguien, el cual me invitó a acompañarlo por aquel camino. Luego me preguntó: – ¿Quiere ver algo extraordinario? – Sí, claro que sí – Pues le voy a mostrar lo que son ahora sus discípulos y lo que serán en el futuro.
Y sacó una máquina proyectora, que tenía un lente de un metro de diámetro y cuyo título era: “Los ojos que ven lo oculto, en los cielos y en la tierra”.
El personaje le dio vuelta a la manivela de la máquina o linterna mágica y me dijo: “Mire por el lente”. Miré, y oh espectáculo admirable: allí en la pantalla vi todos los discípulos que tengo ahora.
Le dio otra vuelta a la manivela y aparecieron mis discípulos divididos en dos grupos: a un lado los buenos, llenos de felicidad y alegría. Y al otro lado los malos que no eran muchos, pero que presentaban un aspecto lastimoso. Unos tenían la lengua agujereada, otros los ojos extraviados, unos con la cabeza enferma y otros con el corazón roído por los gusanos.
Yo sentí mucha tristeza al verlos así, y pregunté al personaje qué significaba todo aquello.
El me respondió: – “Los que tienen la lengua agujerada son los que dicen cosas malas. Los que tienen los ojos extraviados son los que le ponen malicia a lo que oyen, ven o dicen. La cabeza enferma significa que no hacen caso a los buenos consejos que se les dan. El corazón roído por gusanos quiere decir que se dejan vencer por las pasiones sensuales.
Me ordenó que le diera una tercera vuelta a la manivela. Así lo hice y aparecieron en el lente cuatro jóvenes atados con gruesas cadenas. El me dijo: “Estos los que no dejan su mala conducta, van a terminar muy mal, quizás en la cárcel.
Me mandó darle otra vuelta a la manivela, y aparecieron en pantalla siete jóvenes de aspecto huraño y desagradable, con un candado que les cerraba los labios y tres de ellos se tapaban los oídos con las manos. El personaje me dijo: – “Son los que no se confiesan de sus pecados. Y los que se tapan los oídos son los que no quieren oír ni aceptar los buenos consejos que se les dan para corregirse. Y si oyen algún buen consejo no se les da la gana de ponerlo en práctica. Dígales que dejen tanto orgullo que tienen en su corazón.
Yo en ese momento me hice este propósito. De cada dos veces que hable en público, una vez recomendaré la gente que se confiese bien de sus pecados. Porque muchos se condenan por no confesarse, pero muchos se pierden porque se confiesan mal, sin examen, ni dolor, ni arrepentimiento, ni propósito, o sin decir todos sus pecados al confesor.
El personaje misterioso me hizo dar otra vuelta a la rueda y vi a tres jóvenes, cada uno con un enorme orangután sobre la espalda. Y lo raro es que esos animales tenían cuernos. Los monos les apretaban la garganta tan violentamente a sus víctimas que el rostro se les ponía rojo y los ojos se les llenaban de sangre y parecían que iban a saltar de sus órbitas. Con las patas traseras los animalejos les sofocaban el corazón, y con la enorme cola les enredaban las piernas de manera que no pudieran andar.
Y me fue dicho que ellos representan a los que siguen cometiendo frecuentemente pecados contra la pureza, y aun después de Retiros Espirituales siguen siendo víctimas de sus malas costumbres impuras. Que el apretarles la garganta significa el que no se atrevan a confesarse y que el ponerse rojo el rostro quiere decir que les da vergüenza consultar a un sacerdote, y que el saltárseles los ojos son señal de que las pasiones no les dejan ver las malas consecuencias que van a tener sus impurezas, ni los remedios espirituales para librarse de sus malas pasiones, ni la importancia que tienen los sacramentos para curarlos de los males del alma. Y que el enredarles las piernas para que no puedan andar, significa que se convencen de que ya no son capaces de dejar sus malas costumbres y sus malos hábitos y creen imposible su enmienda y no tratan de dar ni un paso para enmendarse y librarse de la esclavitud de sus pasiones.
Yo sentía enorme tristeza al ver a algunos de mis discípulos en situación tan cruel, y le pregunté al personaje qué consejos debía darles para que se libraran de esos monstruos que son sus malas costumbres. Y él me dijo: Labor, sudor, fervor.
LABOR: o sea dedicarse a trabajar mucho y a cumplir muy bien sus deberes de cada día.
Estar siempre ocupados. SUDOR: hacer penitencias y pequeños sacrificios (gran penitencia es la obediencia. Muy buena penitencia es dedicarse a cumplir muy bien el deber de cada momento). FERVOR: orar mucho y con devoción (pequeñas oracioncitas pero repetidas muchas veces. Jesús decía: “Hay malos espíritus que no se alejan sino con la oración y el sacrificio”). Y el guía añadió: “Hay personas que por más consejos que se les den no se convierten, pues no quieren sacudir el yugo con el cual los tiene esclavizados Satanás”.
Yo sentí mucha tristeza y me puse a decir: – ¿Pero es posible que esto sea así? ¿Después de tantos consejos que se les dan? ¿Después de tantos sermones? ¿Después de haberles hecho Retiros Espirituales? ¿Después de haberles avisado tantas veces? Jamás me había imaginado que iba a tener tan gran desengaño.
Entonces el guía me reprendió diciendo: – Miren al orgulloso. ¡Acaso quien eres tú para pretender que con tus trabajos se conviertan las almas! ¿Porque amas mucho a la juventud te imaginas que ya sin más tus discípulos va a corresponder y a hacer caso a todo lo bueno que les recomiendas? ¿Acaso es que amas tú a las almas más de lo que las amó nuestro Divino Salvador? ¿O es que has sufrido por éstos más que lo que sufrió Jesucristo? ¿O es que tienes una palabra más eficaz que la que tenía nuestro Redentor? ¿O es que predicas mejor que Él? ¿O es que has tenido tú más solicitud para con los jóvenes que la que Jesús empleó para formar a los Apóstoles? Tú sabes que ellos vivían con Él continuamente. Que gozaban día por día de sus grandes favores, que le oían sus maravillosos consejos, que contemplaban sus obras portentosas y que al ver sus buenos ejemplos sentían un inmenso estímulo para portarse cada vez mejor. ¡Cuánto hizo Jesús por santificar a Judas y volverlo Santo! Y sin embargo Judas lo traicionó y terminó suicidándose. Entre los doce, hubo uno que falló. ¿Y tú entre quinientos, te maravillas de que haya un pequeño número de discípulos que no corresponde a tus cuidados? ¿Pretendes conseguir que entre tantos no haya ninguno malo, ni siquiera uno pervertido? ¡Miren cómo se ha vuelto éste de orgulloso! Al oír esto, yo callé, pero sentía una gran tristeza en el alma.
El guía viéndome tan apesadumbrado me dijo: “Para que te consueles, dale ahora otra vuelta a la rueda y verás lo que te espera para el futuro, y admírate de la generosidad de Dios y fíjate en el gran número de almas que Dios te quiere regalar”.
Di otra vuelta a la rueda y miré por el enorme lente. Allí vi una cantidad inmensa de jóvenes que yo no conocía. Y el guía añadió: “Mira, por cada uno de éstos que no ha querido corresponder a tus cuidados, Dios te dará cien discípulos más”.
Yo me sentía enormemente contento al ver tan inmensa cantidad de juventud que Dios nos tiene destinada para el futuro, y el personaje me dijo: “¿Quieres contemplar algo todavía más hermoso? Pues dale otra vuelta a la rueda”.
Di la vuelta a la rueda y vi a mis discípulos trabajando en un gran campo. Unos trabajaban en una huerta cultivando hortalizas, empleado azadones, palas y picas.
Estaban divididos en cuadrillas que tenían sus respectivos jefes. Se les repartían sus herramientas y se les animaba a trabajar con entusiasmo. A lo lejos había algunos regando semillas por el campo.
Un segundo grupo se dedicaba a recoger una enorme cosecha de trigo. Unos cortaban espigas. Otros las llevaban en carros, unos afilaban las hoces para cortar, y otros se dedicaban a repartir herramientas entre los trabajadores. Algunos se dedicaban a tocar guitarra y a cantar para amenizar el oficio de los trabajadores. Era tan hermoso espectáculo lleno de sorprendente variedad.
Debajo de unos árboles corpulentos se veían unas masas con el almuerzo preparado para todos los que trabajaban.
El guía me explicó que los que trabajan en la huerta son los que se dedican a servir a Dios en medio del mundo, los seglares. En cambio los que recogían la cosecha de trigo son los que se dedicarán a servir a Dios en el sacerdocio o en una comunidad religiosa. Yo vi a éstos tan claramente que a muchos les podré decir si los tiene Dios destinados para el sacerdocio o no.
Vi que el Padre Provera distribuía las hoces o herramientas a los que segaban el trigo y creo que esto significa que él va a llegar a ser rector de algún seminario. Algunos se dedicaban a arreglar hoces: son los que tendrán como oficio preparar a los futuros sacerdotes.
Vi también que muchos no recibían la hoz de manos de un salesiano sino de otros que no son de nuestra Congregación y con eso se me informó que muchos de mis discípulos va a ser sacerdotes, pero no salesianos. Yo los puedo distinguir claramente después de este sueño. La hoz que le daban a cada uno es señal de la Palabra de Dios que tendrán que difundir en su predicación.
Algunos pedían la hoz, pero se les exigía que antes fueran a conseguir un poco más de piedad y ciencia. A otro antes de darle la hoz (el poder de predicar) se le pidió que consiguiera la flor de la amabilidad y de la prudencia.
En el sueño vi recibiendo la hoz de la Palabra de Dios a muchos de mis discípulos que se van a dedicar a la predicación y a varios de ellos los conozco muy bien con nombres y apellidos.
Vi a unos que trabajaban muy violentamente y se me dijo que nada de lo que se hace con violencia tiene buen efecto y larga duración. Muchos de los que se dedicaban a cortar el trigo tenían la hoz tan sin filo que era más de lo que destrozaban y estropeaban que lo que cosechaban. Y se me dijo que son los que carecen de piedad.
Vi que algunos tenían una hoz sin punta, y me fue dicho que eso significa que hacen apostolado sin humildad, y con el deseo de aparecer más que los demás.
Cuando la cosecha estuvo recogida se echó el trigo en carros tirados por bueyes y adelante iba el Padre Miguel Rúa dirigiendo todo el grupo hacia el granero, lo cual significa que el Padre Rúa dirigirá a los discípulos nuestros.
Vi con tristeza que algunos en vez de dedicarse a recoger la cosecha se dedicaban a perder el tiempo. Muchos en vez de ponerse a recoger el trigo se iban a buscar uvas silvestres; y ellos son los que en lugar de dedicarse a su oficio de salvar almas se dedican a otros oficios no tan propios de un apóstol.
A algunos mientras trataban de cortar el trigo se les caía el mango de la hoz, y me fue dicho que son los que trabajan sin rectitud de intención, o sea, no por agradar a Dios, sino por conseguirse buen nombre y fama.
A unos vi que pedía la hoz pero le dijeron: mientras no consiga las dos flores que son: caridad y humildad no le podemos dar el poder predicar. Y aunque se disgustó, no le dieron la hoz mientras no fue a conseguir las dos flores.
Diez años más: El guía me dijo: “Ahora le darás diez vueltas más a la rueda para que veas lo que sucederá dentro de diez años.
Le di las doce vueltas y aparecieron mis discípulos en el lente, pero totalmente cambiados: los que ahora son niños, aparecieron unos señores. Y los que ahora están en edad del vigor, aparecieron ancianos. Muchos de los que ahora son alumnos aparecieron ya sacerdotes o profesores.
El guía me mandó: “Hay que darle otras diez vueltas a la rueda, para saber lo que pasará diez años después de eso, o sea en 1881”.
Le di las vueltas pero ya no aparecieron sino la mitad de los discípulos de ahora, y muchos ya con canas, y algunos muy encorvados.
El guía me ordenó dar otras diez vueltas a la rueda para ver el estado de nuestras obras dentro de 30 años, en 1891.
Le di las diez vueltas y entonces ya no vi en el lente sino la cuarta parte de mis discípulos de ahora, pero todos con el cabello blanco. Sentí tristeza al notar que eran ya tantos los que no estaban, pero al mismo tiempo tuve una gran alegría al ver un número inmenso de nuevos discípulos en muchas partes del mundo.
Y se me presentó una escena emocionante: vi a los salesianos de muchos países rodeados de jóvenes de diversas razas y colores.
Le di otras diez vueltas a la rueda y se me presentó nuestra obra en 1901. ya eran muy pocos los que quedaban de los que hay ahora. Y el Padre Rúa estaba tan anciano y envejecido que era difícil reconocerlo. ¡Tanto había cambiado! (Es curioso ver que a Don Bosco le anuncian en este sueño que dentro de 40 años, el Padre Rúa todavía estará vivo aquí en la tierra. Y así sucedió).
Por orden del guía dí otras diez vueltas a la rueda y apareció nuestra comunidad en 1911. De los de ahora eran poquísimos los que quedaban. Pero allí vi a uno que está aquí ahora, lo vi muy anciano y lleno de canas rodeado de jóvenes, mostrándoles una fotografía de Don Bosco y contándoles cómo fue que empezó nuestro Oratorio.
Nota: Será el Padre Francesia, que durará muchos años y que tendrá una labor muy querida por él, recordar a las nuevas generaciones lo que sucedió cuando Don Bosco empezó su obra.
Le di unas vueltas más a la rueda y entonces ya apareció únicamente una llanura sin habitantes. Y se me dijo: – “Es que ya en ese tiempo, de ahora en 50 años, los alumnos que ahora están en el Oratorio, habían pasado a la eternidad”.
El guía añadió: “¿Quieres ver otra escena más sorprendente? Pues, dale a la rueda otras 50 vueltas”.
Le di esas vueltas a la rueda y apareció en el gran lente una inmensa cantidad de jóvenes desconocidos para mi, de todas las razas, pueblos y naciones; de los más diversos idiomas y de fisonomía variadísimas. Rodeaban alegres a sus maestros salesianos.
Y la voz me dijo: “Estos serán los discípulos de tus discípulos. Escucha lo que les están diciendo: Hablan de ti, y de los primeros salesianos, que ya en ese tiempo han muerto, y les recuerdan las enseñanzas que Don Bosco les dejó”.
En ese momento la rueda empezó por sí sola a dar vueltas a tan gran velocidad y con un ruido tan fuerte que me desperté.
Y siguió diciendo: Alguno dirá: “¿Será que Don Bosco es un hombre extraordinario, o un personaje, o un Santo? Lo que les digo es que Dios se vale de la basura del mundo para llevar a cabo sus grandes empresas, y de lo que no vale, para guiar a lo que sí vale, así como en tiempos de Moisés se valió de la burra de Balaam para que fueran comunicados al pueblo muy importantes mensajes. Así que no se fijen en la conducta de Don Bosco para saber cómo se van a portar, sino más bien fíjense en estos mensajes que el Cielo nos envía, para hacerles caso y obedecerlos. Nadie vaya a decir: “Don Bosco hizo así, y por lo tanto eso está muy bien”. Observen primero mis acciones: si ven que son buenas, imítenlas, pero si me ven hacer algo que no está bien, no me vayan a imitar jamás en eso, sino más bien rechácenlo como algo mal hecho”.
Explicaciones: Dice el Padre Ballesio, que estaba presente en el Oratorio en esos días: “Don Bosco nos narró este sueño con una gracia y una emoción impresionantes. Parecía un general viendo a sus tropas triunfar en lo futuro, pero sobre todo parecía un profeta anunciando lo que más tarde iba a suceder. En esa semana todos los centenares de discípulos suyos que le escuchamos narrar el sueño fuimos desfilando por su habitación para pedirle que nos dijera en qué sitio de la cosecha y de qué manera nos había visto, y nos admirábamos al constatar con qué admirable precisión había sabido en el sueño en qué estado se encontraba nuestra alma, y cuáles eran nuestros defectos y nuestras aspiraciones. Éramos más de 400 y a todos y a cada uno nos decía en qué estado nos había visto. Y los alumnos mayores exclamábamos: “Seguramente Don Bosco ha recibido dones extraordinarios del Cielo”. Y entre los numerosos alumnos del Oratorio de Turín el efecto de este sueño de la linterna mágica o de la rueda, fue mejor que el que habría producido una tanda de Retiros Espirituales o la predicación de una misión. En todos se notaba un gran deseo de ser más fieles en cumplir lo que Dios desea de cada uno.
Monseñor Cagliero decía: “Yo estuve presente cuando Don Bosco narró este sueño. Él nos contaba todo esto porque su confesor el Padre José Cafasso le había dicho: “Cuénteles sus sueños a los alumnos, porque eso les hace mucho bien”.
Don Bosco, aprovechando su prodigiosa memoria nos iba diciendo a todos uno por uno, cómo nos había visto en el sueño.
Y nosotros quedamos convencidos de que Dios le había informado el futuro de sus discípulos y de su Congregación por 50 años y más. En aquel año de 1861 nuestra comunidad era pequeñísima (tenía dos años de nacida) y era muy combatida por los que no la comprendían. Y Dios quiso informarnos que el futuro que nos esperaba era inmenso y muy consolador.
El joven Fagnano se le acercó a Don Bosco y le dijo: “¿Cómo me vio a mí en su sueño?”. El le respondió: “Te vi que estabas lejos, lejísimos de aquí, rodeado de hombres casi desnudos”. Fagnano creyó que esto no sucedería, pero veinte años más tarde, celebrando la fiesta de María Auxiliadora en el polo sur, en la Patagonia, como misionero, rodeado de indios casi desnudos, le escribió a Don Bosco: “Hoy se ha cumplido lo que vio acerca de mí en su sueño en 1861”.
Alguien le preguntó: “¿Por qué a ciertos jóvenes los vio con un orangután sobre el cuello?”. Y le respondió: “Es el pecado de la impureza, que no se presente ante los ojos como algo malo y vergonzoso, sino que a traición ataca haciendo creer al que lo comete que eso no le traerá tantos malos y que no es tan degradante e indigno como en realidad lo es”.
Otro le preguntó: “¿En el futuro de su comunidad vio solo noticias buenas?”. Don Bosco respondió: “Vi también muchas dificultades y enormes problemas que se nos van a presentar, y eso me asustó bastante. Yo les puedo asegurar que si cuando se me ocurrió fundar esta Congregación hubiera sabido los problemas y dificultades que se me iban a presentar, jamás me habría atrevido a tratar de fundarla”. Pero Dios ha repetido en el Libro Santo: “Yo nunca te abandonaré”.
(Hebr. 12).
El Padre Rufino dice en su crónica de ese año: “Don Bosco nos dijo que entre los que recogían la cosecha de trigo vio dos de sus alumnos que llegarían a ser obispos”. Pero no nos quiso decir quiénes eran. Nosotros decíamos que probablemente serian los jóvenes Cagliero y Albera. Pero 25 años más tarde los que fueron nombrados obispos fueron Cagliero y Costamagna. De este segundo muchacho nadie se imaginaba entonces que llegaría a ese alto puesto.

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