58. Una visita a los dormitorios, 1866 (MB. 8,273).
El 4 de marzo de 1866 dijo Don Bosco a sus alumnos: Soñé que estando yo en mi cama se apareció un personaje misterioso y me dijo: Don Bosco: levántese inmediatamente y venga conmigo.
Me levanté, me vestí y me fui detrás de aquel personaje que no me permitió ni por un momento que le viera el rostro. Me hizo atravesar varios dormitorios donde muchos jóvenes estaban entregados al descanso. Al pasar por frente a algunas camas me di cuenta que unos enormes gatazos trataban de destrozar el rostro de aquellos jóvenes.
Después el personaje se detuvo frente a la cama de un alumno que estaba profundamente dormido y me dijo: – Para la fiesta de San José, el 19 de marzo, este joven tendrá que pasar a la eternidad.
El personaje desapareció y yo me desperté.
Los gatazos que trataban de destrozar el rostro de algunos jóvenes representan los enemigos de nuestra alma que siempre están a nuestro alrededor para hacernos caer en pecado y para atormentarnos si morimos estando en pecado grave, y si Dios al fin se cansa de tanto aguantar las ofensas que le hacemos.
Creo que para el 19 de marzo, fiesta de San José, uno de nosotros habrá pasado a la eternidad. Todos tenemos que esmerarnos por estar muy bien preparados porque a la hora menos esperada llega la muerte y nos tendremos que presentar al juicio de Dios a darle cuenta a Nuestro Señor de los que hemos hechos, de los bueno y de lo malo.
Nota: La crónica del Oratorio dice: “El 19 de marzo de 1866 murió el joven Simón Lupotto, alumno de Don Bosco. Unos días antes había ido a su casa pues se sentía enfermo. Era un modelo de piedad y de buen cumplimiento de su deber. Era un enamorado de Jesús Sacramentado y recibía los sacramentos de la confesión y de la comunión con gran fervor. Asistía a la misa muy fervoroso y rezaba el Santo Rosario con gran piedad. Parecía un San Luis y soportó con gran paciencia su última enfermedad. El 19 de marzo día de San José, del cual era muy devoto, se fue al Cielo con una santa muerte”.
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59. El sueño de los cabritos, 1866 (MB. 8,274).
“Soñé que me encontraba en el confesionario rodeado de muchos jóvenes que se iban a confesar conmigo. De repente entró un cabrito por la puerta de la sacristía y empezó a jugar con los jóvenes y a alejarlos del confesionario, de manera que muchos habían pensado confesarse desistieron de la confesión y se salieron de la Iglesia. El cabrito tuvo el atrevimiento de acercarse hasta mí y de tratar de alejar de la confesión a quienes estaban ya muy cerca del confesionario.
Yo disgustado le di un fuerte puñetazo, le partí un cuerno y lo hice salir corriendo.
Luego soñé que me revestía para celebrar la Santa Misa y que al empezar el santo sacrificio entraba en la Iglesia una multitud de cabritos, y que en el momento de la comunión los cabritos se fueron de banca en banca distrayendo a los alumnos para que no pasaran a comulgar. Y consiguieron que muchos no comulgaran.
Estos cabritos son los enemigos del alma que con distracciones y afectos desordenados alejan a las personas de la confesión y de la comunión”.