02 Nov


62. El sueño y los rebaños 1867 (MB. 8,714).
El domingo 16 de junio, día de la Santísima Trinidad, fiesta en la cual Don Bosco había celebrado su primera Misa (16 años antes), les narró a sus alumnos el siguiente sueño: El 29 de mayo por la noche soñé que me encontraba en una inmensa llanura llena de ovejas de gran tamaño, que pastaban en muy verdes y hermosos pastizales. Busque al pastor de tan numeroso rebaño y le pregunté: – ¿De quién es este rebaño que tiene tantísimas ovejas? Él llevándome a recorrer tan espacioso valle, me dijo: – ¡Ya sabrás de quién es este rebaño! Y vi que una parte del rebaño había aguas abundantes, pastizales muy verdes y árboles que proporcionaban sombras refrescantes y allí pastaban muchas ovejas muy hermosas. Pero más allá había unos desiertos sin pastos, ni aguas, ni sombras, y allí había también numerosas ovejas, pero flacas, feas y desnutridas.
Pasamos más allá y vimos otros prados sin pasto, sin agua, sin sombras de árboles, y allí estaban muchísimos corderitos pero tan flacos y desnutridos que apenas sí se podían tener en pie. Y estos pobres animalitos estaban cubiertos de llagas y sufrían mucho. Y cosa extraña, cada uno tenía un par de cuernos, como si fueran ya animales viejos. Sus cuernos terminaban en una E. Y cada corderito enfermo tenía el número 3 marcado en distintas partes de su cuerpo: El guía me explicó: – Las ovejas que pastan en sitios llenos de agua, de verdes pastizales y de frescor, son las personas que escuchan la Palabra de Dios, y asisten a la Santa Misa y reciben los sacramentos. Tienen el alma hermosa y robusta.
Los que están en sitios áridos sin agua, sin pastizales, sin sombras de árboles, son los que no escuchan la Palabra de Dios ni frecuentan los Santos Sacramentos. Viven alimentándose solamente de lo que es mundanal, y eso es estéril y lleva a la debilidad espiritual.
Los corderitos enfermos que están en sitios áridos son tantos jóvenes que necesitan recibir educación y ser instruidos en la religión.
Los que llevan un cuerno terminado en una letra E, que significa Escándalo, son los que han dado o han recibido malos ejemplos que llevan al pecado. Los que tienen marcado un número 3 en distintos sitios de su cuerpo representan a los que viven en pecado, a los cuales les esperan 3 castigos: el remordimiento por haber pecado. Los castigos que le llegan a todo el que peca, y los premios que por pecar se pierden para el Cielo. (El Salmo 75 dice: “A los que se dedican a cometer maldades, el Señor les hará beber un vaso de amargura”).
Enseguida el guía me llevó a un prado bellísimo, lleno de flores, de plantas aromáticas, y de hermosos bosques y corrientes de aguas cristalinas. Allí me encontré una enorme cantidad de jóvenes, todos alegres y contentos, dedicados a coleccionar las más hermosas flores. El guía me dijo: – Estos son los que viven en gracia de Dios, sin pecado grave en el alma.
Les puedo asegurar que jamás había visto personas tan hermosas y elegantes como aquellos jóvenes. Seria imposible describir su gran belleza.
Enseguida el guía me llevó a otro jardín muchísimo más bello y aromático que el anterior, y allí había otro grupo de jóvenes, en menor número, pero de una belleza y elegancia enormemente más grandes que los del grupo anterior. Y el que me guiaba me dijo: – Estos son los que no han perdido la Santa Virtud de la Pureza.
Yo estaba sorprendido al ver gentes con tan extraordinaria belleza. Y cada cual llevaba en su cabeza una corona de flores bellísimas y cada flor tenía colores tan vivos y variados que encantaban la vista de quien los observaba. En cada flor había más de mil colores y en cada corona más de mil flores distintas.
Cada joven que había conservado la pureza llevaba una túnica blanquísima que le descendía hasta los pies, y la túnica estaba llena de flores de belleza sin igual. Del rostro de los jóvenes y de sus vestiduras y de sus flores salían resplandores, luces de los más variados colores que hacían resaltar admirablemente la belleza de la persona. No hay imagen humana capaz de dar una idea de la belleza impresionante de todos aquellos que conservaron la Santa Pureza. Si alguien viera aunque fuera la décima parte de la belleza de un alma que está sin pecar, preferiría mil martirios y la misma muerte, con tal de no manchar su alma con un pecado mortal.
Yo le dije entonces al guía: – Pero son pocos los que conservan la belleza del alma sin pecado. Y los otros ¿qué hacer con ellos? Él me respondió: – Que con la penitencia, con el arrepentimiento, con la recepción de los sacramentos y con una vida virtuosa, vuelvan a conseguirse otra vez el traje hermoso de la gracia de Dios.
Le pedí un último consejo, y me dijo: – Dígales a todos que si supieran cuán hermosa y simpática es un alma en gracia de Dios y una persona que conserva la Santa Virtud de la Pureza, estarían dispuestos a hacer cualquier sacrificio con tal de no cometer un pecado grave y con tal de conservar la pureza o castidad. Dígales que se animen a luchar con entusiasmo por conservar o recuperar esta bella virtud que supera a muchas otras virtudes en belleza y resplandor.
Y al oír esto… me desperté.
Jóvenes: ¿hay algunos que todavía conservan la Santa Virtud de la Pureza? ¿Hay muchos que tienen el alma sin pecado grave? Los felicito. Si vieran lo hermosa que está su alma preferirían cualquier sacrificio y hasta la misma muerte con tal de no perder la gracia de Dios ni la pureza. Lástima que algunos que externamente parecen buenos los vi en el sueño con unos cuernos grandes y muy feos en la cabeza…

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63. El Purgatorio 1867 (MB. 8,726).
Primera parte: Mensaje de un difunto.
El 25 de junio de 1867 habló así a la comunidad: “Soñé que viajaba hacia una ciudad y que atravesaba por pueblos desconocidos y que deseaba saber cómo será el estado de un alma en la otra vida. De pronto oí la voz de una persona desconocida que me decía: – Ven conmigo y podrás ver y conocer lo que deseas.
Obedecí inmediatamente y seguí a esa persona que viajaba a la velocidad del pensamiento y sin tocar tierra. Y yo viajaba de la misma manera. Llegamos a un palacio de magnifica construcción que estaba como suspendido sobre los aires y tenía las puertas y ventanas a una gran altura.
El personaje me dijo: – Haga como yo y podrá subir hasta allá.
Enseguida levantó las manos en lo alto hacia el Cielo y empezó a subir por los aires. Yo levanté también mis brazos y me sentí elevado por los aires como una nube. Y llegué frente a la puerta del gran palacio.
El guía me dijo: – Entre al palacio y conozca lo que hay allí. Al fondo encontrará quién le explique.
Subí las escaleras y me encontré en una sala hermosísima adornada muy lujosamente. Fui recorriendo salas y corredores con la velocidad de la luz y cada vez veía más y más elegancias y bellos adornos.
Seguí viajando como por los aires sin tocar suelo y de pronto llegué a un salón inmenso adornado y bellos [tal vez decía bellos tapices] sobre toda ponderación y allá al fondo vi a un señor obispo muy amigo, muerto hace poco. Parecía que no sufría nada, y tenía un aspecto muy saludable, muy alegre y muy amable. Yo le pregunté: – Monseñor, ¿Está vivo o está muerto? – Para el mundo he muerto. Pero aquí estoy vivo.
– ¿Y se ha salvado Monseñor? – Sí, mire como estoy de fuerte y saludable. Estoy en un lugar de salvación.
– ¿Y está en el paraíso? ¿O está en el Purgatorio? – Estoy en un lugar de salvación. Pero todavía no he logrado ver a Dios.
Necesito que recen mucho por mí.
– Monseñor, ¿yo me salvaré? – Tenga esperanza y fe en que se podrá salvar.
– ¿Y qué mensaje les envía a los jóvenes y a mis discípulos? – Que sean obedientes, que se porten bien, que cuiden mucho la virtud de la pureza y que se confiesen frecuentemente y comulguen con fervor y devoción.
– ¿Y qué otro consejo les quiere enviar? – Que se quiten de los ojos del alma esa niebla que no les deja ver bien, y que consiste en que por pensar como el mundo no se dedican a pensar en lo sobrenatural.
– ¿Y qué deben hacer para quitarse esa niebla o nube? – Que piensen que el mundo está todo puesto en el maligno, como dijo San Juan. Que no se dejen engañar por las apariencias de lo que es mundano y materialista. Muchos se imaginan que los placeres, las riquezas, las vanidades y los goces del mundo pueden hacerlos felices, y se dedican sin freno a todo eso, pero el Libro Santo dice: “Todo es vanidad de vanidades y aflicción de espíritu”. Que se acostumbren a ver lo mundano y material, no según su apariencia sino según su realidad. Porque los juicios de Dios son diferentes de los del mundo, y lo que la gente aprecia como sabiduría y de mucho valor material, puede ser necedad y de poco valor para Dios.
– ¿Y cuál es la nube más oscura para los ojos del alma?- Lo que más oscurece y llena de tinieblas el alma es la impureza, así como la virtud de la pureza vuelve al alma muy blanca y brillante. El vicio de la impureza es como un negro nubarrón que impide a la gente ver el precipicio tan peligroso a donde van a caer si se dedican a pecar. Dígales a todos que se esfuercen por conservar a cualquier costo la virtud de la pureza. “Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt. 5).
– ¿Y qué remedios aconseja para que las personas conserven la pureza? – El Retiro: el recogimiento; que se aparten de las ocasiones de pecar. Que cumplan exactamente los Reglamentos. Que no estén nunca desocupados sin hacer nada. Y que le dediquen buen tiempo a la oración.
– ¿Y qué otros remedios nos recomienda? – Rezar. Darle importancia a la oración. Retiro, recogimiento: apartarse de toda ocasión de pecado. No estar nunca ociosos o perdiendo el tiempo. Estos remedios son muy provechosos.
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Segunda parte: Con el deseo de repetir a mis discípulos estos consejos tan importantes del señor obispo, me vine apresuradamente para la casa, pero luego me detuve y me puse a pensar: – ¿Por qué no estar más tiempo con Monseñor? ¿Me podrá decir muchas recomendaciones importantes más? Y me volví rápidamente a donde él estaba. Pero durante el corto tiempo que yo había estado ausente, se habían obrado cambios importantes. El obispo estaba pálido como una cera. Parecía un cadáver. De los ojos le brotaban abundantes lágrimas. Estaba como agonizando. Me le acerqué angustiado y le dije: – Monseñor, ¿en qué le puedo ayudar? – Rezad por mí y dejadme ir a donde la mano Omnipotente de Dios me conduce.
– ¿Y no tiene algún otro mensaje para enviar? – Que recen por mí. Y al Señor obispo que me reemplazó dígale esto y esto (y me dio unos mensajes para llevarle) y a tales individuos lléveles estos mensajes en secreto (y me dio unos mensajes para ellos). A sus alumnos dígales que yo siempre los quise mucho y recé por ellos. Que ahora recen ellos por mí.
El aspecto del Prelado demostraba un gran sufrimiento que aumentaba cada vez más. Mirarlo producía compasión en el alma, sufría muchísimo. Era una agonía verdaderamente angustiosa. Luego exclamó: – Dejadme, que voy a donde el Señor me llama.
Y así mientras parecía agonizar, una fuerza invisible se lo fue llevando hacia las habitaciones más interiores del edificio, y desapareció de mi vista.
Yo al contemplar una escena tan dolorosa me conmoví y… me desperté.
En este sueño aprendí muchas cosas acerca del Purgatorio y de la otra vida, cosas que jamás había entendido bien, y que ahora las comprendí tan claramente que ya nunca las olvidaré.
Explicaciones: El Padre Lemoyne dice que Don Bosco le preguntó al obispo cuánto tiempo le quedaba a él de vida sobre la tierra y que Monseñor le entregó un papelito donde había varios números 8 como engarzados en un garabato. Por el momento no entendió mucho, pero cuando llegó el año 1888 el Santo se dio cuenta de que aquél sería el año de su muerte (varios números 8 colgados de un garabato, un número 1 al revés) y en ese año murió.
Algunos pueden preguntarse cómo todo un obispo y muy virtuoso podía tener tantas angustias en la otra vida. Es que el Libro Santo dice que “Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles”. Y en el Salmo 88 dice el Señor: “A mis seguidores, aunque no les retiraré mi favor, sin embargo les castigaré fuertemente las desobediencias a mis mandamientos y les haré sufrir por sus descuidos en cumplir mis mandatos”.
Don Bosco narraba después que él fue donde el obispo reemplazante a comunicarle los mensajes que le enviaba el obispo muerto, y que eran muy importantes para el buen orden de la diócesis. Y a los otros individuos también les llevó a cada uno el mensaje del difunto. A los alumnos les repitió en varias ocasiones los tres consejos del Prelado desde la otra vida: “Para evitar el pecado: ante todo RETIRO; apartarse de las ocasiones de pecar. Luego, ORACIÓN, mucha oración. Y finalmente: EVITAR EL OCIO: no estarse nunca sin hacer nada o perdiendo el tiempo.

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