15 Nov

66. Las fieras y los jóvenes 1868 (MB. 9,133)

Soñé que llegaba a un campo donde todos los jóvenes se dedicaban a jugar alegremente. Pero de pronto se presentó una escena muy desagradable: aparecieron animales feroces de todas clases: leones cuyos ojos brillaban de crueldad; tigres que afilaban sus garras para destrozar; lobos que rodeaban traicioneros a los grupos de jóvenes para hacerles mucho mal; osos que producían miedo al extender sus enormes manotas para ahogar y asfixiar a los que se les acercaran.
Y las fieras se lanzaban contra los jóvenes, muchos de los cuales quedaban extendidos por el suelo como muertos; las fieras destrozaban con sus uñas a muchísimos muchachos y a otros los mataban a mordiscos. Muchísimos jóvenes corrían llenos de temor y se me acercaban diciéndome: – Don Bosco, defiéndanos.
Sin embargo algunos eran tan imprudentes que en vez de huir de aquellos mortales enemigos se ponían a jugar con ellos y a sonreírles, con gravísimo peligro de ser destrozados por ellos.
Yo corría de un lado a otro llamando a unos y a otros y rogándoles a gritos que no se acercaran a las fieras.
Al ver el campo tan lleno de cadáveres de jóvenes, y el oír los gemidos de los que habían sido heridos por los animales feroces, y al escuchar el rugido de aquellas fieras, sentí tanta emoción que… me desperté.
¿Y qué diré acerca de esos tigres, leones, lobos y osos? Que son las tentaciones que nos quieren hacer pecar. Unos van donde el sacerdote y con su ayuda se libran de muchos peligros. Otros se ponen a jugar con el fuego y se queman. No rechazan la tentación y la tentación les mata el alma. Ojalá que cada uno recuerde que tiene un alma que salvar.
Yo vi allí a jóvenes y los recuerdo muy bien, a algunos los vi asociados a los lobos para hacer el mal. No los nombro aquí pero les quiero advertir muy seriamente su responsabilidad. Es necesario que cada cual recuerde aquella frase del Libro Santo: “Acostúmbrate a tener una buena conducta desde tu juventud y verás que en la edad mayor te quedará más fácil no apartarte del buen comportamiento”.
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67. La aparición del monstruo 1868 (MB. 9,159).


La noche del 30 de abril de 1868 Don Bosco hizo reunir a todo su alumnado y les dijo: Les voy a decir y a narrar hechos desagradables. Pensaba no decírselos porque me desagrada hablar de cosas miedosas y negativas, pero me sucedió algo muy especial. Yo había tenido unos sueños terroríficos en días pasados y me propuse no contarlos a mis discípulos porque creí que eran simplemente unos sueños y nada más. Pero luego mientras dormía, la siguiente aparición que me ha llevado a contarles también los otros dos sueños.
Me pareció que entraba en mi habitación un monstruo grandísimo que se acercó y fue a colocarse a los pies de mi cama. Era asqueroso y feo como el más horrible sapo, y grande y grueso como un buey.
Yo lo miraba fijamente y del susto casi no podía ni respirar. El monstruo fue aumentando poco a poco de volumen: le crecían las patas, le crecía la barriga, le crecía la cabeza, y cuanto más aumentaba su grosor, más horrible y feo se volvía. Era de color verde, con una línea roja alrededor de la boca y del pescuezo, que lo hacia más horriblemente espantoso. Sus ojos eran como llamaradas, y sus orejas huesudas, muy pequeñas. Y yo pensaba: – ¡Pero si el sapo no tiene orejas! Encima de sus ojos salían dos cuernos y de sus espaldas salían dos grandes alas verduscas. Sus patas tenían uñas como las de un león, y además tenía una larga cola que terminaba en dos puntas.
Se fue acercando a mí mostrándome sus grandes hileras de dientes muy afilados. Yo sentí entonces mucho miedo, porque me parecía que era un verdadero demonio. Empecé a gritar pidiendo auxilio pero a esas horas de la noche nadie me oía.
– ¿Qué será de mí? – le grité al infernal monstruo.
Pero él se acercaba más y más. Puso sus patas traseras en los pies de mi cama y alargando el cuerpo hacia delante, puso su hocico cerca de mi cara. Yo sentí tal escalofrío que de un salto me senté en la cama, dispuesto a bajarme al suelo, pero el monstruo abrió la boca amenazador. Yo hubiera querido defenderme pero era tan asqueroso que no me atreví a tocarlo.
Entonces grité: – En nombre de Dios, ¿por qué hace esto? El sapo al oír esas palabras se retiró un poco. Entonces hice la señal de la cruz, y al oír y ver esta oración aquel monstruo dio un grito terrible y desapareció, pero mientras desaparecía se oyeron unas palabras que decían claramente: – ¿Por qué no habla? ¿Por qué no cuenta lo que vio en sueños? Con esto me vine a dar cuenta de que es voluntad de Dios que les cuente lo que vi el otro día en sueños. De lo contrario traicionaría mi conciencia. Y contando esto quizás me veré libre de apariciones de monstruos. Así que obedeciendo a las últimas palabras de esta aparición voy a contarles los siguientes sueños: Explicación: Don Bosco había tenido varios sueños al principio de abril pero eran miedosos y le pareció que no los debía contar a sus discípulos para no asustarlos. Sin embargo, después de las palabras que oyó en esta miedosa aparición, se propuso contar cada uno de estos sueños y para eso reunió a todo el alumnado y les narró lo que viene a continuación:
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[Continúa en el sueño 68]

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