14 Dec

73. Los dos sepultureros, 1868 (MB. 9,368)


La noche del 30 de octubre de 1868, dijo: Soñé que estaban los jóvenes jugando en el patio, cuando de pronto aparecieron en la entrada dos sepulteros llevando un ataúd. Colocaron al ataúd a la mitad del patio y le levantaron la tapa. En aquel momento apareció la luna y dio una vuelta alrededor de la torre de la Iglesia. Luego dio otra vuelta a la torre y enseguida otra media vuelta y se detuvo.
Los sepulteros recorrieron el patio mirando al rostro de cada alumno y al fin vieron en la frente de uno de ellos esta palabra: “Morirás”, y le dijeron: – A usted le ha llegado el turno. Acuéstese en el ataúd.
El muchacho empezó a gritar: – Soy muy joven, no estoy preparado y aun no he hecho las obras buenas que debería haber hecho.
Pero uno de los sepulteros le respondió:- A mí no me corresponde averiguar eso. Lo cierto es que así como la luna dio dos vueltas y media, así cuando hayan pasado dos meses y medio, vendrá la muerte a llevarlo (la luna gasta casi un mes en dar una vuelta a la tierra).
Poco después la luna desapareció y los sepulteros echaron a la fuerza al joven al ataúd y se lo llevaron.
Que cada uno se pregunté a sí mismo: ¿Y si el próximo candidato a morir soy yo? ¿Estoy preparado? ¿Si después de dos meses y medio alguno de nosotros tiene que morir, estará bien preparado para morir bien? Recordemos que la muerte llega como un ladrón, sin avisar, y cuando menos esperamos que llegue.
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74. El porvenir de un joven, 1868 (MB. 9,309).


Una vocación negativa. También en el año 1868 narró Don Bosco: Vi en sueños a uno de nuestros alumnos agonizando, tendido por el suelo y a su alrededor varias armas de combate y varios cadáveres. Le pregunté por qué estaba así y me respondió: – Es que me volví asesino y me han condenado a muerte.
Y el Santo añadió: – Yo conozco a ese muchacho y deseo poder infundirle sentimientos de bondad y de piedad. Pero tiene tan mal carácter que me temo que no se va a corregir.
Este joven se fue después al cuartel y mientras prestaba servicio militar mató a su oficial. Fue condenado a muerte, pero antes de ser fusilado se confesó, comulgó y demostró mucho arrepentimiento y piedad.

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