SOBRE EL ADVENIMIENTO DE ELÍAS
Mt. 17, 10-13
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Y le interrogaron los discípulos, diciendo: ¿Por qué, pues, los escribas dicen que primero tiene que venir Elías? Él, respondiendo, dijo: Elías ciertamente viene, y restaurará todas las cosas; pero os digo que Elías ya vino y no le reconocieron, antes hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre ha de padecer a manos de ellos. Entonces comprendieron los discípulos que les había hablado de Juan el Bautista.
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Jesús fue muerto en la Cruz, más precisamente Él entregó su vida.
San Juan el Bautista fue muerto por los judíos, como muchos de los profetas de Dios.
Pero los judíos pensaban del Mesías que él no iba a morir sino que iba a venir y hacer guerras siempre triunfantes para poner a los judíos a dominar el mundo.
Y la Santísima Virgen, aunque había sido educada en perfecta obediencia a Dios, había sido educada en ambiente judío, también pensaría alguna cosa parecida del Mesías.
Y llegó la Presentación del Niño en el Templo, cuando Él cumplió 40 días, y sería un día de fiesta para ellos y seguro que La Virgen Santísima y San José estaban muy felices, pero el Espíritu Santo envía al anciano Simeón a decirle a la Sagrada Familia que Jesús iba a ser “una señal que muchos rechazarán” y la Virgen vio, porque Dios se lo mostró, las manos traspasadas por los clavos que Jesús iba a tener 33 años después. Y su corazón se traspasó de dolor, dolor de Madre Perfecta, dolor de criatura Perfecta. Esa fue la primera daga en el corazón de la Virgen (lo sabemos por la devoción de los 7 dolores y lágrimas de la Virgen, la tengo descrita en mi blog en el título de “Oraciones”). Y también sabemos por las Profecías y Revelaciones de Santa Brígida que la Virgen miró las manos del niñito con expresión de dolor y el niñito se iba a morir de dolor viendo el sufrimiento expresado en la cara de la Santísima Virgen, pero Ella se consoló pensando que “Era la Voluntad del Padre”.
Todos los problemas y el dolor que Dios envía a nuestra vida, siempre, a la larga, son mejor para nosotros (si nos mantuvimos al menos buscándolo y rezando) los dramas en nuestra vida son mandados para que busquemos a Dios más intensamente, como cualquier niño que se lastima y enseguida mira a su madre o padre llorando. Pero si no lo buscamos ni en las buenas ni en las malas es que no nos importa de nuestro Padre Creador, y Él, nos da señales, y si no las usamos para convertirnos a Su Amor y Sabiduría… nos deja hacer nuestra voluntad, no nos fuerza a amarlo a Él y aborrecer al demonio, que nos tienta siempre. Y ya saben, si alguien elige hacer pecados y no convertirse… termina en el infierno con el demonio, que ya fue sentenciado.
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La Virgen María le ganó al demonio en forma tremenda. Porque Luciel, cuando estaba en el cielo (que luego fue llamado Lucifer) se rebeló junto con sus ángeles seguidores porque no quisieron adorar a Jesús en forma humana. Tuvieron la soberbia de no obedecer a Dios. En cambio la Santísima Virgen, con ese dolor profundo de Madre Perfecta, sí obedeció a Dios, aunque le dolía mucho, y aceptó la misión que Dios les daba.
Ella fue obediente en medio del dolor de Madre, el demonio fue rechazado por una desobediencia que sólo le hubiera demandado algo de humildad. El demonio le tiene terror a la Virgen porque Ella siempre lo derrota. Satanás fue expulsado del Cielo y la Virgen María, humildísima, obedientísima y siempre perfecta, fue elevada a Reina y Señora de todo lo creado.
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Y nosotros ¿obedecemos a Dios o a nuestros planes?
Tenemos una misión, cada persona creada, y Dios nos da dones para poder cumplirla. Mientras no sabemos, nos preparamos siendo obedientes a lo que tenemos que hacer: oración diaria (la de la mañana, la de la noche, rosario diario, lectura de la Palabra de Dios 15 min. diaria y meditación para conocer a Dios más y más; y amarlo más y más pensando en lo que sufrió por nosotros para pagar nuestros pecados. Y nosotros: ¿qué sacrificios y penitencias estamos dispuestos a hacer para morir a nuestros pecados y vivir en gracia de Dios?
Recuerden que el Primer Mandamiento es el más grande y que tal vez nos exija más esfuerzo, pero si amamos a Dios con todo el corazón vamos a amar imitar a los Santos, que tanto le agradaron con sus vidas, y vamos a amarlo y obedecerle y lo vamos a conocer cada día más… y Dios nos premia muchísimo con dones celestiales ya en esta vida. Dios nos creó con una misión y nos dio los dones para cumplirla. Descubrirla y hacerla es lo que más plenos y realizados nos hace. Jesús ya sabía antes de venir al mundo lo que iba a tener que sufrir por nosotros. María Santísima supo en la Anunciación que iba a ser la Madre de Dios y luego en la Presentación del Niño supo que iba a ser doloroso ser la Madre del Mesías Dios (nuestros pecados provocan Sus sufrimientos), y luego, en la Cruz, Jesús nos la dio por Madre nuestra.
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Les comento algo de la vida de San Camilo de Lelis (su fiesta es el 14 de julio, día en que dí esta catequesis), a quien le costó ver su misión, y que eso tan doloroso que tenía (una herida en la pierna) que parecía que era un obstáculo, fue lo que lo ayudó a encontrar su misión en la vida.
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San Camilo nació en 1550, en Italia y quedó huérfano de madre desde pequeño. Su padre era oficial del ejército que siempre estaba ausente por las campañas bélicas, entonces, su juventud fue desordenada y carente de una guía sólida. Se enroló como soldado a los 17 años pero su vicio por el juego lo llevó a apostar (y perder) sus armas y luego hasta su ropa. Luego de su conversión, le demonio del juego todavía lo tentaba terriblemente y no podía ni mirar unos naipes. Fue echado del ejército y tuvo que mendigar y como le había quedado una herida en la pierna, fue al hospital donde se ofreció como criado para pagar el tratamiento, pero por su carácter pendenciero fue expulsado de allí también.
Se puso a trabajar en la construcción de un convento de los capuchinos y allí un día oyó la predicación de un monje que le llegó al alma y se convirtió inmediata y estrepitosamente. Pidió ser admitido como monje pero se le abrió la herida y tuvo que irse. Volvió otra vez y de nuevo se abrió la herida. Eso le dolió mucho porque pensaba que Dios lo rechazaba, pero sería el instrumento de Dios para llevarlo al camino de su vocación. Volvió al hospital pero ahora era un hombre lleno de caridad que trataba a los enfermos con la mayor delicadeza y caridad, como si sirviera al Señor. Le dolía ver cómo los enfermeros asalariados descuidaban a los enfermos. Se dedicó a cuidarlos y pronto se le unieron varios hombres de buena voluntad.
^^ A medida que el grupo crecía, Camilo sintió la necesidad de dar una estructura más sólida a su obra, y su director espiritual, el gran San Felipe Neri, le aconsejó que se hiciera sacerdote. Para un hombre de más de treinta años, exsoldado y con escasa formación académica, el desafío era inmenso, pero su determinación era aún mayor, pues comprendió que para dar una estructura sólida y una dirección espiritual a su obra, necesitaba la autoridad sacramental que solo el sacerdocio podía conferirle. Tras superar con esfuerzo los estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1584, un paso fundamental que le permitió consolidar su naciente comunidad.^^
Con el tiempo, esta primera compañía de “servidores de los enfermos” se transformó en una orden religiosa que, a los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, San Camilo añadió un cuarto y revolucionario voto: el de asistir a los enfermos, incluso a los apestados, con riesgo de la propia vida.
Se lo veía hasta el final de su vida arrastrando su pierna enferma por el hospital vigilando que todos los enfermos estuvieran bien atendidos, sobre todo espiritualmente.
^^ San Camilo de Lelis no fue solo un hombre caritativo, sino un auténtico innovador en el campo de la asistencia sanitaria, estableciendo protocolos de higiene y atención personalizada que estaban siglos por delante de su tiempo, y que se consideran precursores de la enfermería moderna. Insistía en la importancia de la limpieza de las salas, la ventilación, la calidad de la comida y, sobre todo, en el trato humano y respetuoso hacia cada paciente. Su genio organizativo lo llevó a enviar a sus religiosos a los campos de batalla para atender a los heridos de todos los bandos, creando lo que se ha considerado el primer servicio de ambulancia militar de la historia.
La vida de Camilo fue un martirio continuo a causa de su precaria salud, pues además de la úlcera de su pierna, padeció graves dolencias estomacales, renales y otras enfermedades que lo atormentaron sin tregua. Sin embargo, nunca permitió que sus propios sufrimientos le impidieran servir a los de los demás, pero se negaba a descansar, afirmando que no era propio de un buen general morir en la cama mientras sus soldados luchaban en el frente. Hasta sus últimos días, se le podía ver arrastrándose por las salas del hospital para asegurarse de que ningún enfermo quedara desatendido, falleciendo finalmente en Roma el 14 de julio de 1614, rodeado de una inmensa fama de santidad.^^