123. El sueño de las castañas, 1881 (MB. 15,318).
El año 1881 terminó con un regalo del Cielo a las religiosas Hijas de María Auxiliadora (Fundadas por nuestro Santo). Y consistió en un sueño aleccionador. Don Bosco lo narró así: Soñé que estaba recogiendo castañas, recogiendo frutas por el campo. Cuando ya tenía un canasto lleno de aquellas frutas se me apareció una mujer que me dijo: – ¿Sabe cuántas frutas hay en ese canasto? – No lo sé, ¿cuántas habrá? – Hay más de quinientas.
– ¿Y qué significa ese número? – Que las religiosas de María Auxiliadora tendrán más de 500 casas en el mundo.
Luego escuché la voz de hombres furiosos que gritaban como borrachos y trataban de atacarnos (quizás sean los que se oponen a la vocación de las que quieren entrar de religiosas).
Luego la mujer me dijo: – Mire, hay algunas frutas que parecen por fuera hermosas y sanas, pero por dentro están dañadas y llenas de gusanos.
– ¿Y qué debemos hacer con ellas? – Apartarlas de las otras porque pueden echar a perder a las que están sanas. Y así hay que hacer con las que aspiran a ser religiosas. Si son demasiado orgullosas o tienen otros vicios hay que alejarlas.
– ¿Y cómo saber cuáles son las frutas (o vocaciones) que están agusanadas y podridas oír dentro, si por fuera presentan tan buenas y engañadoras apariencias? – Ponerles fuertes pruebas. Exigirles severamente que cumplan exactamente los reglamentos de la comunidad. Esta es una prueba en la cual difícilmente se equivoca quien tenga buen espíritu de observación.
Y la mujer añadió: – Hay ciertas frutas que se conoce que están dañadas, porque al echarlas en agua flotan enseguida. Así algunas vocaciones: se conoce que son falsas porque no se quieren quedar abajo de las demás, sino que quieren sobresalir de alguna manera. Esas hay que alejarlas. Hay que tener cuidado porque algunas son dobles y aparentan todo lo contrario de lo que en realidad son.
Nota: Don Bosco les pasó estos mensajes a sus religiosas para que tuvieran en cuenta todas estas normas al aceptar nuevas postulantes en la Congregación.
El sueño le dijo que su comunidad de religiosas llegaría a tener más de 500 casas, y en ese tiempo no tenía todavía ni siquiera veinte. Ahora, gracias a Dios, la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora tiene más de mil casas en 75 países. Dios sea bendito por ello.
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124. Mensaje del Padre Provera, 1883 (MB. 16,22).
La noche del 17 de enero de 1883 soñé que me encontraba con el Padre Provera (un Santo salesiano muerto recientemente). Su rostro estaba tan hermoso y tan radiante de luz que difícilmente se podían fijar en él los ojos. Yo le pregunté: – ¿Te has salvado? ¿Y qué gozas en la otra vida?- Sí, me he salvado. Y gozo de todo cuanto un buen corazón pueda desear y todo cuanto una buena inteligencia pueda pensar. “Ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado para los que lo aman”.
– ¿Y a mí me queda mucho tiempo todavía sobre la tierra? – No mucho. Es más bien poco. Pero tiene que hacer todavía muchas cosas. Trabaje con todos los esfuerzos posibles como si fuera a vivir para siempre aquí. Pero esté preparado, porque a la hora menos pensada…
– ¿Y a mis religiosos qué les debo decir? – Recomiéndeles mucho el fervor, el entusiasmo por todo lo bueno.
– ¿Y qué hacer para conservar el fervor y el buen espíritu en la comunidad? – Hacer como hace el agricultor: podar, podar sin miedo. Toda rama seca e inútil que no produce buenos frutos hay que cortarla y echarla fuera. Así el resto del árbol adquiere fuerza y produce buenos frutos.
– ¿Y qué les digo a los que trabajan por salvar almas? – Dígales (añadió levantando la voz) que les está reservado un gran premio, pero que Dios les concede ese premio únicamente a los que perseveran con entusiasmo y dedicándose a servir a Nuestro Señor.
– ¿Y a los jóvenes, qué les debo recomendar? – Que trabajen mucho y que estén atentos para huir de las ocasiones de pecar.
– ¿Y algo más? – Que trabajen con ánimo y que nunca dejen de evitar las ocasiones de pecar.
– ¿Y para que estén seguros de conseguir la eterna salvación, qué les debo recomendar? – Que reciban frecuentemente y con fervor la Sagrada Comunión, que asistan con frecuencia a la Santa Misa y que haga serios propósitos en la confesión y se esfuercen por cumplirlos.
– ¿Y a qué debemos dedicarnos especialmente los que estamos en este mundo? El Padre Loera se volvió en ese momento muchísimo más resplandeciente y dijo: – Que todos cumplan lo que recomienda el Salmo 116.
Y un coro bellísimo de miles y millones de voces entonó el Salmo diciendo: – “Alabad al Señor todas las naciones. Aclamadlo todos los pueblos. Porque es muy grande su misericordia con nosotros y su fidelidad es eterna y dura para siempre”.
Y al oír un fortísimo: Amén, me desperté. Eran las dos de la madrugada.